A lo largo de su prolífica carrera profesional, Mata retrató artistas, paisajes y cuadros de costumbres, imágenes que quedaron plasmadas en un archivo de más de dos millones de fotos.
Su espíritu de servicio también se vio reflejado en este diario, pues en muchas ocasiones colaboró con material fotográfico para los portafolios de revistas y suplementos.
Amante de animales
Otra de las facetas de Mata fue su cariño por los animales, afirmó su hija menor, Claudia. Fue por esta razón que decidieron velarlo en la Casa de Té, del zoológico.
“Además, fue un viajero incansable; conoció 94 países y 114 zoológicos”, aseguró.
De esa cuenta, tuvo la idea de crear el Autosafari Chapín, expresó.
José Pablo Saravia, nieto del fotógrafo y cantautor, se considera complacido de haber heredado la vena artística de su abuelo. “Siempre me apoyó y me decía: ‘Tienes que hacer lo que te gusta en la vida'”, recuerda.
El artista
Ricardo Mata se preocupó por formar escuela a través del Club Fotográfico, el cual tiene ya más de cinco décadas.
El fotógrafo José Carlos Flores, quien fuera presidente de la junta directiva en el 2009, refirió: “Mata fue una fuente de inspiración para una generación de fotógrafos”.
Explicó que Mata junto con Diego Molina rompieron el esquema del fotógrafo de los años 1970.
“Dignificaron la fotografía, no como ocupación o hobbie, sino que le dieron un giro profesional y respeto a la actividad”, expresó.
Expuso que junto a Julio Zadic, fotógrafo de generaciones anteriores a Mata, incursionaron en retratar la identidad del guatemalteco.
“Era un fotógrafo de mirada, le interesaba capturar el sentimiento, no la técnica”, dijo Flores.
Afirmó que una de las enseñanzas más importantes del artista fue: No importa dónde se encuentre uno, importa el ojo, la luz y el momento exacto para disparar.
El fotógrafo Daniel Hernández coincide en que Mata siempre será un referente, junto con Molina.
Viaje eterno
Familiares y amigos se despidieron de Mata en un emotivo acto, con la presencia del nuncio apostólico, Richard Gallagher.
Patricia Mata, hija del artista, lo recordó como una persona apasionada e inquieta, un eterno viajero. Su nieto José Pablo lo despidió cantando Luna de Xelajú.