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Opinión: Listos para el cambio del modelo de obra pública en Guatemala

Darle continuidad a los proyectos viales es clave para que la movilidad de la población guatemalteca no se vea perjudicada, lo cual debe comenzar a partir de la implementación de un modelo de contratación de obra pública ideal para el país. ¿Está Guatemala preparada para hacerlo?

En la primera fase del Metro estarán involucradas 18 obras de infraestructura, de las cuales solamente se cuenta con 4 en fase de construcción. (Foto Prensa Libre: Freepik)

Introducir cambios que generen bienestar a la sociedad necesitan de liderazgo, visión, y algo de osadía. Y estas condiciones confluyeron al momento en que el presidente Bernardo Arévalo y el alcalde Ricardo Quiñónez se han aventurado a lanzar el proyecto del Metro para la Ciudad de Guatemala, siendo una solución a la movilidad del territorio y una propuesta que transformará la forma en la que viviremos los citadinos.

Sin embargo, un cambio de esta envergadura también crea el ambiente propicio para cuestionar la forma tradicional en la que se realiza la obra pública y plantear nuevas formas de planificar, diseñar, construir y operar la infraestructura en Guatemala. Tan sólo en la primera fase del Metro, denominada “Línea Blanca”, estarán involucradas 18 obras de infraestructura, de las cuales solamente se cuenta con 4 en fase de construcción. Para las 14 obras restantes, existen propuestas de aportes para 8 obras más, con recursos que provendrían del Gobierno Central, Gobierno Municipal, actores privados y cooperación internacional; no obstante, la escala de la inversión necesaria sobrepasa por mucho las capacidades y mecanismos actuales que se tienen a nivel institucional.

Es por esta razón que plantear un cambio de modelo es impostergable, y la excusa perfecta la presenta un proyecto transformacional y de interés público. Estamos de cara al momento ideal para plantear, aprobar y poner en operación herramientas que existen en otros países pero que en Guatemala todavía no se han puesto en práctica.

A la fecha, ya se han introducido cambios a la legislación vigente, como es la reforma al reglamento de la Ley de Contrataciones para contratar obras por Diseño y Construcción. El Puente Belice II, siendo una obra troncal para el funcionamiento del Metro en las fases subsiguientes de operación, es el mejor ejemplo de una inversión que necesita del aporte y la experiencia de contratistas internacionales, y del seguimiento y apoyo de las firmas más reconocidas que han acompañado proyectos similares en la región.

Aún así, hace falta poner a trabajar el aparato público en otras áreas. La Corte de Constitucionalidad dio un paso adelante en la validación de las Concesiones Municipales, lo cual permitirá agilizar la forma en la que las autoridades locales pueden colaborar con actores privados en la provisión de bienes y servicios a la población. De forma similar, el Ministerio de Finanzas Públicas ha empezado a considerar innovaciones en la forma que se aprovecha el subsuelo para la autorización de túneles en tramos que así lo necesiten.

Finalmente, los aportes que desde lo privado se pueden hacer también son pieza esencial para que el cambio de modelo de realice de forma exitosa. Desde la iniciativa “Guatemala No Se Detiene” se ha apoyado en la estructuración de un puente de dimensiones mayores al Puente Belice II, el cual permitirá conectar CENMA con la Avenida Petapa y la Calzada Atanasio Tzul. Con el nombre de “Puente el Frutal”, esta obra permitirá introducir multimodalidad en el tránsito de personas, bicicletas, vehículos livianos y el Metro.

Estamos en los albores de una nueva etapa en el desarrollo del país, pero es imprescindible que las mejores intenciones y los mejores talentos puedan alinearse con nuevas formas de financiamiento público y privado, mejores controles en la supervisión de los procesos, mecanismos vanguardistas para la construcción, y el involucramiento de los ciudadanos.

Lo que queda por hacer es el reto que se viene, y no basta con el liderazgo y la visión. Haciendo referencia al Metro, pero sin descartar que se necesitan muchísimas obras más en todo el país, el detonante del cambio será la capacidad de continuidad y sostenimiento. No debiera ponerse en duda que es fundamental contar con equipos técnicos que participen desde el inicio de la planificación hasta la entrada en operación. De igual forma, garantizar el compromiso de las autoridades ante cambios de administración es condición sine qua non para que se movilicen capitales y se garantice certeza jurídica a los inversionistas.

Durante mucho tiempo atrás se ha planteado la necesidad de un nuevo modelo para la construcción de obra pública, y es ahora o nunca. La mesa está servida, la intención se ha hecho manifiesta, así que sólo resta decir “manos a la obra”.

certificaciones a través de procesos voluntarios, como se practica en otros países de América Latina.

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