En el caso de Guatemala, esto último se suma al enorme inventario de frustraciones nacionales de un país donde todo mundo juega al balompié. Sin embargo, la selección (que de “selecta” nunca ha tenido nada) es perennemente incapaz de clasificar. Y quizá sea lo mejor que no clasifique, porque solamente terminaría haciendo el papelón del más inepto.
Pero, ¿a qué viene todo ello en una columna dedicada al arte y a la educación? Viene a quienes vociferan que un país como Brasil no debería organizar un Mundial de Futbol cuando tienen tantas necesidades elementales por resolver: seguridad alimentaria, salud, instrucción pública, trabajo, previsión social Esto es un sofisma. Es como decir: cerremos el Conservatorio, clausuremos las escuelas de arte, prohibamos el teatro, que no se vendan más discos ni películas, que nadie juegue más al futbol Qué errores más crasos, propios del ignorante y del cobarde.
Lo que sí tenemos que combatir y suprimir es la obtusa inversión en armas, en ejércitos, en políticas sucias y sistemas de destrucción global. Cuántos recursos no se podrían rescatar ahí para educar, para proveer de herramientas prácticas a tantas personas ávidas de vivir una vida mejor. Pido perdón al lector, a la lectora, si insisto con esto, pero es allí donde está el futuro de una patria. De repente y hasta logramos “clasificar” como una tierra de artistas, científicos y pensadores “mundialistas”.
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