Guatemala

En medio de la fiebre

Sí. La fiebre mundialista. Esa fiebre que se nos contagia cada cuatro años, cuando se pone en juego la llamada Copa del Mundo; un trofeo otorgado al equipo que, entre 32 participantes, llega a un primer lugar.

Por Paulo Alvarado

Por Paulo Alvarado

Como siempre, el montaje del Mundial es objeto de toda clase de controversias. Más que futbol, lo que se juega es dinero en cantidades millonarias; el deporte no es sino un pretexto, como lo podría ser cualquier otra actividad. Desde luego, una actividad masiva, que por sus características constituye un vehículo perfecto para comerciantes y anunciantes, a más de sublimar psicológicamente las tendencias bélicas de los pueblos.

En el caso de Guatemala, esto último se suma al enorme inventario de frustraciones nacionales de un país donde todo mundo juega al balompié. Sin embargo, la selección (que de “selecta” nunca ha tenido nada) es perennemente incapaz de clasificar. Y quizá sea lo mejor que no clasifique, porque solamente terminaría haciendo el papelón del más inepto.

Pero, ¿a qué viene todo ello en una columna dedicada al arte y a la educación? Viene a quienes vociferan que un país como Brasil no debería organizar un Mundial de Futbol cuando tienen tantas necesidades elementales por resolver: seguridad alimentaria, salud, instrucción pública, trabajo, previsión social… Esto es un sofisma. Es como decir: cerremos el Conservatorio, clausuremos las escuelas de arte, prohibamos el teatro, que no se vendan más discos ni películas, que nadie juegue más al futbol… Qué errores más crasos, propios del ignorante y del cobarde.

Lo que sí tenemos que combatir y suprimir es la obtusa inversión en armas, en ejércitos, en políticas sucias y sistemas de destrucción global. Cuántos recursos no se podrían rescatar ahí para educar, para proveer de herramientas prácticas a tantas personas ávidas de vivir una vida mejor. Pido perdón al lector, a la lectora, si insisto con esto, pero es allí donde está el futuro de una patria. De repente y hasta logramos “clasificar” como una tierra de artistas, científicos y pensadores “mundialistas”.

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