Para migrar hicieron un préstamo y le pagaron entre los dos, US$35 mil al coyote que les ofreció un viaje seguro hacia la frontera de México con los Estados Unidos. Sin embargo, no todo salió como quería.
Al intentar cruzar el Río Bravo se separaron con su esposa. El traficante de personas abandonó al grupo y como pudieron intentaron alcanzar llegar a tierra estadounidense. No lo lograron. Fueron interceptados.
José Miguel y Sucely se reencontraron este 29 de diciembre en el Centro de Recepción de Retornados de la Fuerza Aérea Guatemalteca. Se abrazaron y dieron gracias a Dios porque, aunque se marcharon por las dificultades económicas que vivían en el país, volverán a reunirse con su hija de cinco años que había quedado a cargo de su abuela paterna.
José Miguel y Sucely son dos de los 80 guatemaltecos que volvieron al país retornados vía aérea en el último vuelo del año, de los 369 que hubo provenientes de Estados Unidos. Los retornaron de Harlingen, Texas. Allá pasaron la Navidad, y ahora su emoción está en celebrar con los suyos el Año Nuevo.
López Carranza asegura que no volverá a intentar regresar porque es un viaje muy duro y riesgoso. Lo hicieron junto con su esposa porque la situación económica los obligó. Ahora les tocará pagar la deuda a que se comprometieron para reunir el dinero del viaje.
Estos esposos, como el resto de migrantes, vestidos con ropa liviana, con zapatos sin correas y una mascarilla que les tapaba las miradas de nostalgia y tristeza, se enfilaron para tramitar su retorno al país que según los cálculos de organizaciones que velan por la población migrante expulsa a poco más de mil ciudadanos al día que se aventuran a buscar el mal llamado “Sueño Americano”.
La Corte Suprema de Estados Unidos ordenó el martes 27 de diciembre al Gobierno del presidente Joe Biden mantener en vigor de forma cautelar el Titulo 42, la norma sanitaria que permite la expulsión inmediata de migrantes en la frontera. Y fue así como llegó este último vuelo.
Caminando en fila, primero mujeres y luego hombres, así descendieron del avión, proveniente de aquella ciudad tejana.
Como José Miguel y Sucely, la mayoría de deportados están entre los 19 y los 35 años, quienes salieron de Guatemala buscando mejores condiciones de vida, huyendo de la pobreza , falta de oportunidades y hasta de la violencia.
Las otras historias
Pedro López Ortiz, de 39 años, originario de San Agustín Acasaguastlán, El Progreso, es otro caso de los deportados que regresaron a Guatemala.
Tenía un mes de haberse ido y había pagado Q100 mil para lograr aquel objetivo. No lo logró. Su meta era apoyar a su familia para salir adelante. Esta fue la segunda vez que intentó migrar en forma irregular. En las dos ocasiones no consiguió el objetivo.
Mario tiene 20 años y es agricultor originario de Izabal. Con la idea de prosperar económicamente y cambiar la situación que vive su familia consiguió pagar Q90 mil para el “coyote”.
Viajó hace un mes, y en esos 30 días se acabó el sueño. Pese a todo eso, se siente feliz porque pasó en tránsito la Navidad y su cumpleaños. “Me fui porque con mi familia pasábamos mucha hambre y quería cambiar esa situación”, asegura. Agrega: “Había días que no teníamos para comer”.
Francisco, de 22 años, trabajaba de todo, dice. Es originario de una comunidad de Suchitepéquez. No estaba graduado en diversificado y ahora pretende dedicarse de mecánico para apoyar a su familia. No piensa regresar porque primero debe pagar la deuda, y las condiciones del viaje son difíciles.
“Para toda aquella persona que piense irse de esta forma les digo que Dios los bendiga. Todo lo que se pasa es duro. Se pasan ríos, se duerme en el monte, en lugares complicados. No es sencillo”, finaliza.