Ya en suelo estadounidense, con un dejo de timidez indicó que no caminó mucho por el desierto, pero no puede ocultar la pena por los compañeros que viajaban con él y que se extraviaron en el camino. “Solo Dios sabe qué pasó con ellos”, relató Pablo.
El sufrimiento siguió en el albergue de Nogales, Arizona. Según el menor, los agentes de migración lo trataban mal junto al resto de menores. “Nos gritaban; a unos los humillaban y no nos daban buena alimentación”, señaló.
Después de 54 días de que salió de su aldea, por fin se reunió con sus tíos en EE. UU. “Me siento muy feliz, ya está con nosotros, arriesgó su vida por buscar su mejor futuro”, expresó Mirtala, su tía, quien afirmó que Pablo migró para ayudar a su familia en Guatemala.
CAPTURAS
15,733 niños guatemaltecos han sido detenidos en EE. UU.