FAMILIAS EN PAZ

Puñado de sal

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La sal ha sido parte importante en la historia de la humanidad. El antiguo Imperio Romano la utilizaba como medio de pago a sus soldados, de donde deriva la palabra latina “salarium”, que significa “pago de sal”. En Egipto se usaba para preservar los cadáveres en forma de momias, en las culturas nativas de América era valorada por sus propiedades medicinales, que con la llegada de los españoles llegó a utilizarse para quitar las impurezas de la plata.

También ha sido asociada a supersticiones: se creía que una persona quedaba “salada” cuando botaba sal. En la Escocia antigua, cuando una familia adquiría una casa nueva, llevaba un puñado de sal para limpiarla; los japoneses la ponían a la entrada de una funeraria.

¿Qué propiedades tiene la sal para considerarla valiosa? Es un ingrediente importante para darle sabor a la comida, por lo tanto, un sazonador. Pero también es un preservante. Cuando no existía la refrigeración, se usaba para extraer la sangre y la humedad de las carnes frescas, deshidratando así las células bacterianas para evitar su descomposición y prolongar su vida comestible. En la elaboración de pan y quesos, la sal controla el proceso de fermentación.

Para los israelitas la sal tenía un significado espiritual profundo; representaba el pacto de Dios con su pueblo, un símbolo de Su voluntad inmutable, que permanece para siempre. Por lo tanto, era necesario que toda ofrenda que se presentaba no llevara levadura y fuera rociada con sal, evitando así la fermentación y la corrupción.

Este sentido espiritual toma relevancia para quien profesa la fe en Jesús al convertirse en la sal de la tierra, llamado a cumplir las mismas funciones: preservar y sazonar. Este propósito no se cumple sobre la base de una religión, sino de una relación personal con Dios que provoca una revolución del ser interior: transforma sus principios y valores haciéndose evidente en un estilo de vida incorruptible.

Sin embargo, cuando la sal pierde sus propiedades, ya no puede cumplir su propósito. Si los valores de una comunidad de creyentes se contraponen a los principios bíblicos, sustituyéndolos por relativismos acomodados a la conveniencia o la complacencia, es un indicio claro de que la levadura está fermentando toda la masa. Los síntomas son evidentes: el deterioro social, la corrupción, doblez de pensamiento y de acción, religiosos pero carentes de amor al prójimo, declarando respetar la vida pero negando el derecho a vivir del embrión, considerando a la niñez y la juventud como el futuro de nuestra nación pero insensibles a la desnutrición crónica, declarando ser una sociedad arraigada en la familia pero con un índice de divorcios y abandono familiar en aumento.

Un puñado de sal puede hacer la diferencia, siempre que se conserve pura. La sociedad necesita de hombres y mujeres comprometidos con la verdad, que preserven y sazonen el mundo mediante el amor genuino y desinteresado por los demás, buscando la justicia y la equidad en todo su pensar y actuar.

Ser un grano de sal demanda determinación, convicción y carácter. La decisión está en cada uno de nosotros.

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