No puede haber Navidad sin un Santa Claus. Por eso algunas personas aprovechan la temporada para obtener un trabajo extra. Por esa razón no hay un estándar del personaje porque cualquiera puede ser ese simpático personaje: los hay altos, bajos, ancianos, jóvenes, gordos y delgados.
Aunque los santas tienen paciencia para escuchar a los niños que piden obsequios en Navidad, también tienen vida propia. Aquí presentamos a algunos que están atrás de un vestido rojo y una barba blanca.
?El traje no pesa mucho pero sí es muy caliente?, ?los salarios no son los mejores?, ?no hay buena paga pero compensa el cariño de los niños?, son las expresiones de los santas al ser entrevistados.
Sin embargo, hay algo tras sus personajes, como Carlos Humberto Muñoz. Es el santa de Peri Roosevelt y tiene 71 años. Consiguió el trabajo porque una sobrina leyó el anuncio en el periódico hace dos años.
?No pensaba en eso porque no sabía qué era usar ese trajecito famoso, pero el dinero es necesario?, dice.
Carlos no tiene ingresos fijos. ?No soy jubilado ni tengo montepío, ni estudios?, cuenta. Estudió sólo hasta el sexto de primaria pero conoce muchas historias porque le gusta leer, aunque la vista ya le falla, al igual que el oído y tiene artritis.
?Recibo víveres por medio de un programa para personas mayores que tiene la esposa del presidente de la República?, cuenta.
Carlos vive sólo en un cuarto en La Palmita, zona 5. Una hermana lo ayuda a pagar el alquiler.
Cuando no viste de santa, debe ganarse la vida lavando ropa. ?Algunos me pagan otros no, pero no me gusta pasar de haragán?, explica. Además da charlas a estudiantes, por medio de programas educativos.
Otros más jóvenes
Si alguien pensó que el ?jo jo jo? sólo provenía de un hombre anciano, se equivocó. Víctor Ramírez, a sus 17 años es quien alegra y escucha a los niños del centro comercial Los Próceres.
Aún estudia el bachillerato y desea ser ingeniero civil. El trabajo lo tomó durante sus vacaciones y es su primera vez.
Pero no dudaría en regresar el otro año al trineo, porque ?es la oportunidad para compartir con los niños?, dice.
De cambista a Santa
Rolando Ruiz, de 56 años, modificó la rutina de cambiar dólares, por sentarse con los niños y tomarse una fotografía con ellos en el centro comercial Capitol.
Su labor diaria es de cambista. Este es el primer año que se pone el traje rojo. La razón principal es ?compartir con los niños porque es una experiencia diferente, me siento feliz?, agrega.
¿Qué piden más los niños?
Los santas conocen niños de todo estrato social, por lo que varían las peticiones de regalos. Unos piden subir en trineo para viajar por las noches, otros conocer a un reno de verdad.
Además, no olvidan las bicicletas. Uno pidió un helicóptero de verdad porque su papá tiene un helipuerto. Así transcurre la vida de los hombres que se vuelven santas por unos días.