Como otras que acostumbran nuestras comunidades indígenas, fueron mezcla del fervor católico y de las tradicionales costumbres de sus antepasados. Las fiestas de la iglesia fueron organizadas por el párroco Arnoldo Meza y el primer mayordomo Pedro Pérez Carmona iniciando desde el 4 de junio con novenarios, misas de comunión general, jubileos y procesiones.
La municipalidad organizó eventos sociales, polacas y una corrida de toros en la víspera, mientras que las fiestas de la costumbre estuvieron a cargo de la cofradía de San Antonio.
Uno de los puntos fue el tradicional baile de los gigantes, el cual es una especie de convite, durante el cual, los bailarines recorrieron el pueblo bailando en cada esquina al compás de la mejor marimba de la región: “La Reina Aguascalientes”.
Seis gigantes vestidos como hombres y mujeres de diversas razas, representan así la igualdad racial y parece ser que esta costumbre se origina desde las postrimerías de la conquista. En la cofradía de San Antonio, situada en las afueras del pueblo, los mayordomos y cofrades instalaron un altar natural para que el santo pudiera ser visto y venerado por la gente del pueblo y de los alrededores, durante la semana de festejos.
El sitio estaba adornado con flores del lugar, pino en el suelo y arcos en la entrada. Constantemente campesinos llevando ofrendas y mujeres con flores desfilaron ante el altar, luego de efectuar rezos en lengua y quemar el incienso.
La procesión salió de la cofradía precedida de los gigantes. Luego de la imagen de la Virgen y otros santos, iba el patrono en hombros de los miembros más respetados y de mayor jerarquía dentro de la congregación. Adelante en dos filas, un grupo de mujeres vestidas y adornadas con igual precisión, cantaban salmos y algunas veces pronunciaban palabras en lengua. En una mano llevaban un incensario y algunas en la otra a su pequeño hijo. Los maridos marchaban cerca llevando estandartes y crucifijos, en esta forma San Antonio llegó de la cofradía a visitar la iglesia.