De acuerdo con el historiador etnobotánico Miguel Torres, los nacimientos domésticos surgieron en nuestro país con bella imaginería pequeña y fueron popularizados por el Hermano Pedro, quien trasladó las tradiciones navideñas de las iglesias a los hogares.
El cronista colonial Antonio de Remesal relata que durante el siglo XVI la costumbre de los nacimientos no estaba aún arraigada en el ámbito familiar; eran las iglesias y los sacerdotes, dominicos y franciscanos, quienes se encargaban de este. Por ello los primeros nacimientos en Guatemala se hicieron dentro de los templos, que a su vez eran los edificios públicos más importantes de cada ciudad.
Ahora bien, la costumbre del nacimiento estaba muy enraizada en una sociedad tan religiosa como la española del siglo XVI, refiere el historiador Celso Lara, quien aclara que “al celo del Hermano Pedro se debe que las tradición del nacimiento se haya arraigado tanto en Guatemala”. Según Torres, se calcula que fue hacia 1658 que el santo empezó a construir su belén en el hogar para convalecientes.
Celebración viva
La celebración del 25 de diciembre se instituye por adaptación cristiana en los siglos III y IV, que coincidian con la celebración romana del solsticio de invierno: la noche más larga del año, el 21 de diciembre.
Fray Damián Muratori, prelado de la iglesia de San Francisco el Grande, en Antigua Guatemala, explica que la representación de la natividad data del año 1000, y que los primeros nacimientos vivos, es decir, con personas en lugar de figuras de madera, se documentaron hacia 1223, en Grecia, Italia.
No obstante, San Francisco de Asís dio continuidad a esta idea celebrando misa. “Colocó heno en un ángulo rocoso; a ambos lados, un buey y un asno vivientes; y a un recién nacido, en el centro. Y en ese momento —cuenta Muratori— sucedió un milagro: apareció el Niño Jesús en los brazos del Santo”.
Para institucionalizar la fe tras, los primeros años de Conquista en el país y reforzar la festividad de la pascua de Navidad, según De Remesal, ya asentada la ciudad en el Valle de Almolonga, el cabildo emite un decreto en 1533: “De aquí adelante ningún vecino está fuera de esta dicha ciudad las Pascuas del año, so pena de 10 pesos de oro (…)”, ya que demasiada gente se iba a los pueblos en esas fechas.
Es a partir del siglo XVI que los españoles introducen en América la tradición del nacimiento. Torres asevera que en Guatemala estos fueron enriquecidos con la tradición prehispánica como la adición de frutas como la manzanilla, hojas de pacaya y plantas parásitas.
Otro relato de las primeras navidades se encuentra en las crónicas del viajero Tomás Gage, a principios del siglo XVII, quien describe un nacimiento en un rincón de la iglesia, tal y como todavía se elaboran.
Surgen las posadas
Las crónicas de Fray Francisco Vásquez también dan mérito a quien fuera el confesor del Santo Hermano Pedro, fray José de Moreira, quien encomienda al santo la procesión de Nochebuena, aproximadamente por el 1663.
Cuenta Vásquez que “desde que entraba el Adviento, el Hermano Pedro disponiendo su alma para la venida de Dios en carne humana, ponía en la copa del sombrero la imagen de un pequeñito niño Jesús envuelto en pañalitos muy limpios y ricas mantillas que el mismo cosía y formaba de retazos de cambray y tela (…)”.
Muratori explica que para el Hermano Pedro, la Navidad era motivo de gozo y regocijo. Organizaba una procesión en vivo, la víspera de Navidad, con personajes y séquito de pastores, y hacía un recorrido que salía del Hospital de Belén, pasaba por la Merced y San Francisco. “En ella iban los hermanos terceros y mucho concurso de gentes con infinitas luces en las manos, rezando el rosario con mucha devoción (…)”, relata el cronista.
Tal era el gozo, que el Santo encabezaba la procesión “haciendo cabriolas”, para mostrar su gran alegría por el nacimiento de Jesús.
En la Misa de Gallo se cantaba el rosario y pequeñas coplas compuestas por el Hermano Pedro. Según Muratori, terminada la misa, el santo se dirigía a pie a Ciudad Vieja, para felicitar a la Virgen de la Concepción por el nacimiento del niño Jesús.
Agrega el religioso que otro de los méritos del Hermano Pedro de Betancur es que en 1665 dirige un escrito al obispo Payo Enríquez de Rivera, para solicitarle que se exponga al Santísimo los tres días de la Pascua de Navidad.
“Este fue uno de los principales aportes del santo, al comprender que Cristo está vivo en la Eucaristía”, resalta.
La tradición se enraíza
El estadounidense John L. Stephens, en su obra Incidentes de Viaje por Centroamérica, Chiapas y Yucatán, describe que a inicios de XIX “cada casa en Guatemala tiene su nacimiento con la riqueza y gusto del propietario… la imagen del Salvador es adornada con las joyas de la familia, perlas y piedras preciosas, y por la noche, todas las casas están abiertas (…)”.
A estos relatos se unen las descripciones de José Milla, en Cuadros de Costumbres, y del escritor Ramón A. Salazar, en su obra Tiempo Viejo (1896). Ambos coinciden en resaltar los enormes nacimientos, la decoración con manzanilla y hojas de pacaya, así como la preparación de tamales y ponche.
El historiador Luis Luján Muñoz, en su libro Tradiciones Navideñas de Guatemala, consignó tres elementos fundamentales que distinguen a la Navidad guatemalteca: la flor de Pascua, el pavo americano y el cacao. También destaca como algo muy guatemalteco el uso de cohetes para alegrar las fiestas.
Sincretismo
En la celebración navideña guatemalteca ocurre una fusión de varios aspectos culturales, donde hay aporte de la herencia árabe occidental, las ceremonias mayas y el legado de la cultura afrodescendiente, expone Lara, quien califica la Nochebuena guatemalteca es una de las más hermosas de América Latina “que hoy lucha fervorosamente por no ser absorbida por las grandes corrientes de la uniformización cultural”.
A fines del siglo XIX, sobre todo, en la Segunda Guerra Mundial, la penetración del Árbol de Navidad se acentúa, sobre todo con el ingreso de misioneros protestantes. Una reciente encuesta telefónica de Vox Latina efectuada en el país reveló que entre quienes piensan decorar su casa en Navidad, el 60 por ciento prefiere poner solo el árbol, el 35 por ciento, el nacimiento, y 5 por ciento, ambos.
Algunos rasgos distintivos de la Navidad
- Posadas, un desfile sacro y festivo: El Hermano Pedro organizaba procesiones de Nochebuena, que eran acompañadas por muchas personas. Las fuentes históricas indica que la tradición tiene mayor antigüedad en Guatemala, de donde pasó a México.
- Música. Tortugas y chinchines: El historiador Haroldo Rodas sostiene que el uso de tortugas, chinchines y pitos de barro —de origen prehispánico— en las posadas se atribuyen al Hermano Pedro. De tal sincretismo nació el “tucutí-cutu”.
- Aroma, manzanilla, pino y musgo: El nacimiento es tan visual como olfativo. Plantas y frutas decoran el entorno del nacimiento: hojas de pacaya, sartas de manzanilla, musgo, gusano de pino, la flor de Pascua y el pie de gallo, según Luján.
- Ponche, Frutas secas y frescas: La elaboración del ponche data desde la Colonia por recetarios del siglo XVII. En él se muestra una simbiosis de culturas al utilizar frutas de temporada y frutas secas, propias del mundo árabe.
- Gastronomía, Tamales, pan y chocolate: Luis Luján afirma: “En la cena tradicional son los tamales negros o colorados, en algunas casas, pavo. Se acompañan con pan dulce, así como el tradicional chocolate, frutas y golosinas.