Sus memorias, cartas y documentos ofrecen una visión única de la creación del mundialmente famoso imperio de museos de cera que lleva su nombre.
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“Le llevaban las cabezas directo de la guillotina”: la extraordinaria vida de Madame Tussaud
En 1838, a los 80 años de edad, una extraordinaria mujer se dispuso a dictarle sus memorias a su amiga, contándolas en tercera persona: "Madame Tussaud nació en Berna en 1761".
Aunque a duras penas sabía leer o escribir en francés y llegó a Inglaterra sin saber inglés, triunfó. GETTY IMAGES
Y aunque algunos de los detalles del relato sobre su vida no eran precisamente exactos, hasta estos son fascinantes.
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En sus manos, la verdad misma era tan moldeable como la cera. Incluso datos tan claros como el lugar de nacimiento y su parentesco no eran ciertos.
“Su padre, que murió antes de su nacimiento, era militar de profesión, y su nombre, Grosholtz, era prestigioso”, aseguró.
La historia de Marie Tussaud realmente empezó en Strasburgo, no en la adinerada Berna. Y su familia estaba lejos de ser ilustre.
Cuando su padre murió, su madre acudió a su cuñado a pedirle ayuda.
Philippe Curtius era un doctor y anatomista convertido en modelador de cera en Berna.
Empleó a la madre de Marie como ama de llaves y se apegó mucho a la niña, a la que le enseñó su arte.
Primeros pasos
Philippe Curtius era una celebridad en Berna.
Lo consultaban por sus conocimientos mágicos y anatómicos, y había mucha demanda por sus modelos de cera.
Había aprendido a hacerlos solo a mediados del siglo XVIII, cuando se volvió más difícil conseguir cadáveres para disecar, así que se necesitaban modelos para aprender y enseñar anatomía.
Cuando su fama aumentó, Curtius decidió abrir otro lugar de exhibición en el Boulevard Du Temple, Paris.
Al lado de los criminales, Curtius expuso bustos de las celebridades de la época, una fórmula que más tarde le daría fama mundial a su sobrina.
Tras descubrir que Marie era muy apta y aprendía rápido, Curtius la tomó de aprendiz y le confió la tarea de hacer los moldes de las cabezas de los personajes principales de ese período, que “pacientemente se ponían en manos de la hermosa artista”.
¿Realmente real?
Al convertirse en una fabricante de modelos consumada, Marie empezó a involucrarse completamente en el proceso.
Sus habilidades aumentaron, así como su reputación… al menos según sus memorias.
“Entre los miembros de la familia real, que a menudo visitan los apartamentos y admiran el trabajo de Curtius y su sobrina… estaba Madame Elisabeth, la hermana del rey”.
Cuenta que la princesa le pidió que le enseñara el arte de modelar en cera, y que le gustó tanto estar con ella que le pidió permiso a Monsieur Curtius para llevarla a vivir al Palacio de Versalles para poder disfrutar de su agradable compañía.
Todo lo cual es muy improbable. Marie Grosholtz no aparece en el registro oficial.
Además, en esa estructura jerárquica tan codificada y controlada, alguien que ganaba dinero con una exhibición comercial en París con Curtius nunca habría tenido acceso a ese íntimo círculo.
14 de julio de 1798: la toma de la Bastilla
Después de más recuentos de sus supuestas conversaciones con la realeza, las memorias se tornan dramáticas.
La vida de la joven Marie estaba a punto de recibir un revolcón. Se avecinaba la Revolución Francesa.
Los registros de este corto pero excitante período están repletos de ejemplos de la ferocidad más diabólica.
Como Marie, Curtius era monárquico pero también un astuto hombre de negocios. Sabía que tenía que cambiar su estilo para sobrevivir.
A partir de ese momento, era demasiado peligroso tener bustos de la familia real a la vista del público.
El primer evento que Madame Tussaud recuerda del “sanguinario comienzo de la Revolución” fue cuando “el público se empezó a congregar en las calles demandando bustos de los ídolos del pueblo”.
La exhibición de figuras de cera empezó a cumplir el rol de los noticieros de hoy en día pues la gente la visitaba para enterarse de los últimos acontecimientos.
Por eso tenían que cambiar rápidamente los bustos de lugar, para reflejar los cambios de mando en la Revolución.
Las cabezas decapitadas eran llevadas inmediatamente a donde Madame Tussaud “cuyos sentimientos pueden ser más fácilmente imaginados que descritos. Temblando de horror, estaba obligada a hacer un molde“.
Marie cuenta que hacía los modelos de cera de los guillotinados sentada en los escalones de la sala de exposición.
Aunque la escena parezca inverosímil, en este caso sí es real: está corroborada por relatos de otras personas y se sabe que efectivamente la exposición incorporó las cabezas de revolucionarios decapitados.
Por desagradable que fuera hacerlas, no hay duda de que los macabros retratos en cera de las víctimas más famosas atrajo aún más multitudes.
En 1794, Robespierre, el principal arquitecto del Reino del Terror fue a la guillotina. El país estaba en guerra, tanto dentro como fuera de sus fronteras.
El caos en Francia empeoraba; al tío de Marie le ordenaron servir como traductor con el ejército francés.
Tras unos meses, retornó, muy enfermo. Murió poco después, dejando a Marie como única heredera de su casa en Versalles y el salón de exposiciones en Boulevard Du Temple.
La señora Tussaud
Marie no se quedó sola por mucho tiempo.
Se casó con François Tussaud, un ingeniero al que le gustaba comprar acciones, invertir en teatros, quien estaba con ella por su dinero y quien, francamente, como esposo, era una carga.
Pero Marie finalmente pudo dejar atrás el nombre de una familia de escasa alcurnia al pasar de ser Mademoiselle Grosholtz a Madame Tussaud.
Cuando Marie tuvo su primer hijo, Joseph, ella tenía 37 años. Su segunda hija murió al nacer y otro hijo nació el año siguiente: François.
Su vida de casaba era infeliz y la revolución estaba arruinando su negocio. Los turistas ya no venían a París; la gente tenía menos dinero y los ricos que sobrevivieron la guillotina, se habían ido de Francia.
Ese podría haber sido el final de la historia, pero una mañana de octubre de 1802, un encuentro con un amigo de la familia le cambió el curso de la vida.
“Phantasmagoria”
Paul de Philipsthal era un artista itinerante alemán que decía que podía conectarse con el más allá.
Cuando se reveló que era un charlatán, dejó su país y se fue a París en busca de una audiencia más susceptible.
Usaba la Linterna Mágica, que era un desarrollo de la cámara obscura, el antecesor de los proyectores de diapositivas, que en el siglo XVII era una distracción que fascinaba a los europeos acomodados.
Los espectáculos se llamaban phantasmagoria (reunión de fantasmas). El público entraba en una habitación completamente oscura y era bombardeado con una serie de imágenes de fantasmas y espíritus diabólicos.
Philipsthal estaba buscando otros elementos para agregarle a su espectáculo y le sugirió a Marie que se fuera con él a Inglaterra.
Ella empacó sus cosas, dejó a su irresponsable esposo encargado del salón de exhibiciones en París y a su hijo menor con su madre, y cruzó el Canal de la Mancha con su hijo mayor Joseph, que para entonces tenía 5 años.
El hombre de su vida
En 1802, llegó a una Inglaterra a la que todo lo francés producía fascinación y repulsión.
Francia era el enemigo. Napoleón era la figura central de esa extraña atracción y aborrecimiento.
Y Madame Tussaud la tenía… en cera.
Así que Napoleón se convirtió en la figura central de su exhibición.
Luego de romper con Philipsthal -quien no resultó un buen socio-, empezó a recorrer Inglaterra con un show que hasta 1808, se llamó “El gabinete de curiosidades de Curtius”.
Al llegar a un sitio nuevo, producía carteles que anunciaban: “Especialmente para tu ciudad por tiempo limitado… el gabinete de curiosidades de Curtius”.
El “tiempo limitado” no tenía fecha exacta pues había aprendido a trasladarse sólo cuando empezaba a ganar menos.
Sabía además que el viaje mismo era publicitario pues cada uno de sus carruajes tenían el nombre del show y su siguiente destino.
Y como quería atraer a la nueva clase media adinerada, a diferencia de otros espectáculos itinerantes, rentaba grandes salones, bien amueblados y decorados. Los modelos de cera eran distribuidos de manera que la gente pudiera caminar entre ellos y tocarlos.
Así le cambió la cara a la modelación en cera que en Reino Unido había estado asociada al entretenimiento popular o a la anatomía. Madame Taussaud la tornó en una forma de entretenimiento educativa e informativa para la clase media con aspiraciones.
“Todos se asombran con mis figuras, no habían visto algo así. Aquí me tratan como una gran dama”.
Las giras del gabinete curiosidades por Reino Unido eran cada vez más rentables y ella continuaba enviándole dinero a su esposo, quien seguía en Francia supuestamente ocupándose de la educación de François, el hijo menor.
Pero realmente se lo gastó todo y en 1812 François se vio obligado a vender las figuras de cera de Boulevard Du Temple.
En 1817, tras la separación de sus padres, François llegó a Londres cargando un recuerdo de la familia para confirmar su identidad, pues no había visto a su madre y hermano por 15 años.
Era carpintero y su lugar en el negocio de su madre fue hacer los brazos y piernas de las figuras.
Los dos hijos trabajaban bajo las órdenes de la mamá y la exhibición cambió de nombre a Madame Tussaud e hijos.
Londres, Baker Street
En 1835, tras tres décadas de recorrer los caminos de Reino Unido, Madame Tussaud e hijos era un negocio próspero.
Finalmente Marie tenía lo suficiente para alquilar un salón de exposiciones en Baker Street, Londres.
En ese momento, no sabía que se convertiría en un lugar permanente. El plan era estar ahí, en el centro de Londres, de la moda, del área cultural y burguesa durante unos meses. Pero como siguieron ganando dinero, se quedaron.
Su “Cámara del Horror“, que combinaba la sangrienta violencia de la Revolución Francesa con figuras de asesinos famosos, atraía multitudes.
En una época en la que las ejecuciones habían dejado de ser públicas, le permitía a la gente acercarse un poco al oculto mundo del crimen y castigo.
Y podían estar seguros de que el modelo había sido tomado de la cabeza del muerto.
En 1837 una nueva atracción llevó a Madame Tussaud y a su exhibición a otro nivel: la joven reina Victoria permitió que la modelara en cera y que la figura vistiera réplicas exactas de su atuendo de coronación.
La reina quedó tan complacida con la obra que llevaba a sus hijos a verla y animaba a otros aristócratas a hacer lo mismo.
“Tras 36 años de residencia, incluyendo los últimos cinco en Londres, Madame Tussaud está más de moda que nunca. Escapó masacres, fue liberada de la prisión, se salvó de la guillotina y llegó a un retiro pacífico. Sana y salva, se despide de sus lectores”.
Así termina su brillante autobiografía, un excelente retrato de cómo ella quería que se le recordara.
Madame Tussaud creó tanto el mito como la realidad que lo inspiró.
Murió el 15 de abril de 1850 a la edad de 89 años. Su obituario apareció en casi todos los diarios que calificaron, sin excepción, que Madame Tussaud era una “institución nacional”.
Su museo que sigue siendo espectacularmente exitoso entre londinenses y visitantes. Hoy en día, Madame Tussands tiene nueve sedes en Asia, siete en Europa, siete en Estados Unidos y uno en Oceanía.