Pero Hércules tenía un plan. Ya se había dado cuenta de que a la Hidra le volvería a crecer cualquier cabeza que le fuera cortada, por lo que había solicitado la ayuda de su sobrino Yolao.
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Los “monstruos de dos cabezas” que sí existieron en realidad
Era un espectáculo sangriento. La Hidra de Lerna, una temible serpiente de muchas cabezas, emergió de su guarida y se dirigió a Hércules, el hijo del dios griego Zeus.
Esta vez, cuando Hércules golpeó a la criatura, Yolao se abalanzó sobre ella y quemó el muñón de su cuello, impidiendo que la cabeza de la bestia diabólica volviera a crecer. Así fue como Hércules superó el segundo de sus 12 trabajos, según el relato mitológico.
Una bestia de múltiples cabezas con entrañas venenosas y capacidad de regenerar partes del cuerpo sin duda alguna es una hazaña de la imaginación. ¿Pero de dónde vino esta idea extraordinaria?
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Una lista larga
Los científicos han documentado casos raros de especímenes bicéfalos durante muchos años.
Uno de ellos, L. E. Cable, escribió durante los años 40 sobre un embrión de dos cabezas.
Más recientemente, el biólogo experto en desarrollo Arkhat Abzhanov, en el Imperial College de Londres, ha visto muchos ejemplos de criaturas bicéfalas en su laboratorio. Tales casos bien podrían haber inspirado a los antiguos escritores de mitos.
“Estoy absolutamente convencido de que notaron estas anormalidades que ocurren naturalmente a su alrededor y trataron de explicarlas de alguna manera o incorporarlas a su cultura”, dice Abzhanov.
Es cierto que, de vez en cuando, animales de dos o incluso tres cabezas se encuentran en la naturaleza o en cautiverio.
Curiosamente, este fenómeno, conocido como policefalia, no parece restringido a ningún grupo animal. En 2013 se descubrió un feto de dos cabezas de tiburón toro en el Golfo de México.
La lista es bastante larga e incluye tortugas, serpientes e incluso gatitos. También sabemos que los paleontólogos han descubierto embriones fosilizados de dos cabezas que datan de millones de años.
El “erizo sónico”
Las cabezas parecen ser adaptaciones útiles que pueden surgir en una amplia gama de organismos. Tanto los animales con espina dorsal como los que no la tienen se han beneficiado de tener cabeza, aunque proceden de linajes ancestrales muy diferentes.
Es por eso que muchos órganos de los sentidos -ojos, oídos, nariz y boca, por ejemplo- se encuentran allí. Y lograr que la forma y la composición de una cara sea correcta es una función de los genes de cada organismo.
Un gen que tiene un gran impacto, específicamente en el ancho de la cara, se llama -curiosamente-“Sonic Hedgehog” (“erizo sónico” en español), o SHH.
Son los vertebrados, animales con columna vertebral, los que tienen el gen SHH.
Abzhanov explica que si el SHH se debilita durante el desarrollo embrionario, entonces la cabeza del organismo se hará cada vez más estrecha.
Incluso comenzará a colapsar sobre sí misma en algunos casos, causando que los animales nazcan con un solo ojo, parecidos a un cíclope. De hecho, una sustancia conocida por causar esta deformidad en las ovejas se denomina “ciclopamina”.
¿Qué pasa si en su lugar, aumenta la SHH? Eso conduce al resultado opuesto: una cabeza que se ensancha hasta que se producen dos caras. “Ese tipo de mutantes son raros, pero se reportan en animales domésticos y en la naturaleza”, apunta Abzhanov.
De dos caras a dos cabezas
Técnicamente esto solo resultará en un espécimen de dos caras, no de dos cabezas.
Para un cuello completamente separado y la cabeza en crecimiento de un solo cuerpo, Abzhanov ha observado otro capricho que ocurre temprano en el desarrollo.
“La cabeza es como cualquier estructura del cuerpo, necesita ser activada y (para hacer esto) hay un grupo de células en un embrión en una fase inicial, lo que llamamos un organizador“, explica.
“Si tomas ese grupo de células y las implantas en el cuerpo de un embrión de rana (por ejemplo), tendrás dos cabezas. Eso te dice que libera una señal que induce al organismo a producir una cabeza”.
Corta vida
Los investigadores se están acercando a entender por qué ocurren estos pasos anormales en el desarrollo.
Abzhanov señala que un factor parece ser la temperatura. Él y sus colegas a menudo reciben huevos fertilizados de granjas de pollos. Estos embriones son inspeccionados posteriormente en el laboratorio. Pero en períodos de calor, su equipo ha notado que suceden cosas extrañas.
“Si la temperatura está por encima de 30 grados centígrados, el lote de huevos que recibimos esa semana tendrá una mayor tasa de anormalidades, incluyendo dos cabezas”, dice.
No está claro por qué suceden estas cosas, pero se están incrementando las investigaciones para comprender cómo la temperatura puede influir en las deformidades.
Un asunto a tener en cuenta, sin embargo, es que muchos organismos bicéfalos, como los siameses, no tienen una buena tasa de sobrevivencia. Es raro que vivan más allá de la etapa embrionaria y más raro aún que lleguen a la edad adulta.
Ilusiones ópticas
Además de la observación de animales reales bicéfalos en la naturaleza, los griegos podrían haber tenido otras fuentes potenciales de inspiración, sugiere Abzhanov.
El científico señala que las serpientes tienen el hábito de agruparse durante las temporadas de copulación, formando una “bola de apareamiento”.
“Te puedes imaginar viendo un 'cuerpo' y varias 'cabezas'”, dice.
“Tienes esta serpiente de varias cabezas tendida en los arbustos, que luce muy peligrosa también”. De hecho, algunas ilustraciones antiguas de la Hidra lucen así.
La policefalia es verdaderamente inusual y los seres humanos son psicológicamente propensos a ser perturbados por cosas que encuentran anormales.
Tales reacciones podrían ayudar a explicar por qué se utilizó una deformidad para hacer una criatura tan espantosa como la Hidra de los mitos griegos.
Como símbolo literario, la policefalia sugiere desafíos múltiples, algo que no puede ser derrotado fácilmente. Por lo tanto, tiene sentido que haya toda una cultura de malestar alrededor de los monstruos de múltiples cabezas.
Todavía hay mucho que descubrir sobre la policefalia en animales, pero dada la baja tasa de supervivencia de los organismos bicéfalos, tanto en cautiverio como en estado salvaje, no hay razón para suponer que el rasgo sea algo más que extraordinariamente raro en la vida real.