En realidad se trataba de una mujer de 37 años, delgada y de baja estatura (aproximadamente un metro 55 centímetros), a juzgar por el vestido suyo que se conserva en el Museo Nacional de Historia, en la 10a. avenida y 9a. calle zona 1.
“Era una mujer pequeña de altura, pero grande de carácter”, anota Miguel Álvarez Arévalo, historiador y director del mencionado museo. “A principios del siglo 19, la mujer estaba destinada a los servicios domésticos, la maternidad o la vida religiosa. Dolores rompió el paradigma, al convertirse en una mujer de decisión, con ideología, dado a que apoyaba el ideal de independencia”, añade Arévalo.
A principios de ese siglo, la mujer debía ser sumisa y ajena a los asuntos públicos. En vez de eso, Dolores manejaba una pequeña finca, llamada Jauja, situada en las afueras de La Antigua. “Su esposo (Pedro Molina) se mantiene en constantes viajes o bien exiliado”, según explica la historiadora de arte Irma de Luján, quien añade que la escolaridad femenina estaba limitada a algunos rudimentos de lectura y escritura, así como algunas nociones básicas de matemáticas “para que llevara correctamente las cuentas de la casa”.
Sin embargo, Dolores redacta y lo hace bien: “En cuanto al favor que ahora imploro para mis hermanos, en su Majestad declaro estar persuadida que mis hermanos no han tratado de perturbar el orden público”, escribió en una carta dirigida al capitán general José de Bustamante y Guerra, para pedir la libertad de sus hermanos Cayetano y Mariano Bedoya, detenidos en diciembre de 1813, por estar involucrados en las llamadas Juntas de Belén: una fallida conspiración libertaria.
Dolores cumpliría 38 años el 21 de septiembre, seis días después de la Independencia, aunque años más tarde no estaría del todo contenta con el devenir de la patria, envuelta en pugnas y guerras: “No podemos olvidar que los Bedoya y los Molina sufrieron persecución política. Dolores se mantuvo firme y luchó por la independencia. Por eso le dolió mucho que hubiera divisionismo político y territorial, pues ella fue una ideóloga centroamericanista”.
Farsa histórica
La declaración de independencia del 15 de septiembre de 1821 fue parte de un plan de los Aycinena, una influyente familia que temía que las luchas de los vecinos de San Salvador, Granada y León pudieran cambiar el sistema económico imperante.
El objetivo principal, sin embargo, era la anexión del Reino de Guatemala a México, pues los Aycinena consideraban que así se preservaría el statu quo y que los grandes comerciantes guatemaltecos podrían continuar con el monopolio comercial.
Tras el fracaso de la anexión comenzaron los actos de corrupción y pugnas por el poder, lo cual hizo que la región centroamericana se desintegrara. Mientras eso sucedía, se “incrementó la pobreza y la marginalidad de las grandes mayorías, que nada tuvieron que ver con la farsa independentista”, consigna el libro Independencia centroamericana. Gestión y ocaso del Plan pacífico, escrito por Horacio Cabezas, el cual narra esos oscuros capítulos de la historia nacional.