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El robo del Niño Dios, una tradición de antaño

En algunos lugares ya desapareció; en su mejor momento adquirió características que todavía se recuerdan en algunas comunidades.

El robo del Niño Dios era una tradición muy arraigada en el país. (Foto: Hemeroteca PL)

El robo del Niño Dios era una tradición muy arraigada en el país. (Foto: Hemeroteca PL)

Menudita como es la escultura del Niño Dios, bien cabe en una bolsa. Una sola persona o en complicidad con otros la toman del Nacimiento y se la llevan a escondidas, con el compromiso implícito de organizar una fiesta para devolverla.

De eso se trata la tradición conocida como el “robo del Niño”.Es una de las expresiones populares menos estudiadas. Algunos autores que han escrito sobre las tradiciones de Navidad la mencionan, pero no ahondan en detalles sobre su origen, desarrollo y decadencia. Se practica en Honduras, Nicaragua y Venezuela. En los tres países, al igual que en Guatemala, es cada vez menos difundida.

No se sabe con certeza en qué momento comenzó a darse el robo del Niño Dios. Según el historiador Haroldo Rodas, es probable que tenga sus inicios en la época colonial. Habla de referencias antiguas —incluso anteriores al siglo XIX— sobre tal práctica.

El hecho de sustraerlo de su hogar —o del lado de sus padres— se relaciona con la anécdota de la infancia de Jesús cuando tenía 12 años y fue con José y María a Jerusalén con motivo de la fiesta de la Pascua. Ellos no se percataron de que el pequeño se había quedado en la ciudad. A los tres días de estarlo buscando, llegaron angustiados al templo y allí lo encontraron conversando con los doctores de la Ley (Lucas 2, 41-52).

Si bien en el pasaje bíblico Jesús se separa de sus padres por voluntad propia, en la tradición del robo del Niño participa un “ladrón” a quien le corresponde el “castigo” de hacer fiesta para llevar al Niño de vuelta a casa.
Haroldo Rodas recuerda que en los años setenta en la ciudad de Guatemala la devolución de la imagen se hacía con una procesión.

Otro historiador, Rolando Urquizú, comenta que tal tradición se desarrolló más a raíz de la Reforma Liberal de 1871 cuando las órdenes religiosas fueron expulsadas de Guatemala y la expresión popular tomó más fuerza. Hacia 1930 esta tradición estaba muy difundida, pero en la década del sesenta comenzó a desaparecer, entre otras cosas, porque no formaba parte de las tradiciones aceptadas por la Iglesia Católica. En las décadas posteriores la sociedad fue cambiando de hábitos, se difundió más la idea del árbol navideño. Además, muchas personas cambiaron de religión.

En opinión de Rodas, ahora se practica más entre amigos y familiares; personas de mucha confianza. Él asistió el año pasado a la devolución de un Niño en un barrio de la zona 7. Ha afectado la situación de delincuencia y el robo de imágenes religiosas. “Es un juego que lo mató la violencia”, comenta.

El niño por las calles

San Juan Comalapa es uno de los pocos lugares donde todavía se acostumbra “robar al Niño”.  El pintor Óscar Eduardo Perén cuenta que una vez fue a visitar a unos amigos con motivo de las fiestas de fin de año. Sentado en la sala, al lado del pesebre, se le ocurrió llevarse al Niño de madera de 10 ó 12 centímetros de alto. Lo tomó del Nacimiento, lo envolvió en un trozo de tela y lo sacó. Los niños de la casa se dieron cuenta de la desaparición de la escultura e informaron a sus padres. La familia hizo el recuento de quiénes les habían visitado para descubrir quién se lo había llevado.

A los tres días Perén avisó a los propietarios que él lo tenía. En la sala de su casa le preparó un lugar especial al diminuto visitante, un altar en el cual lo colocaron para orarle.

Habían pasado seis días desde que lo “robó”. Para entonces, ya organizaba la fiesta de devolución. Contrató a la banda Los Nazarenos. Su familia preparó el ponche y los tamales. Él diseñó y fabricó un cisne de dos metros de alto para llevar al Niño en procesión. Invitó a unos 50 vecinos para que lo acompañaran. Los propietarios los recibieron con café y licor.

Días antes, entre Navidad y Año Nuevo, se había llevado a cabo en el pueblo la “carrera del Niño” o la “huida del Niño Dios”, una actividad propia de la localidad que consiste en que del templo católico sale en procesión la imagen del divino infante y todos los niños corren a saludarlo y acompañarlo por las calles y barrios. Visten disfraces de distintos motivos y en las casas preguntan: ¿Hay tradición? Si les responden que sí, les obsequian comida o golosinas.

La devolución, al año siguiente

Otro municipio donde todavía se celebra el “robo del Niño” es en Totonicapán. Miguel Antonio Vásquez, director de la Casa de la Cultura, comenta que aunque ha disminuido la frecuencia con que se practica, todavía se da en algunos barrios de la cabecera departamental. Aquí, devuelven al Niño al año siguiente. Lo sustraen en confabulación con otros porque tiene que haber testigos de lo sucedido y son ellos quienes exigen la devolución.

La fiesta se hace a lo grande entre el 10 y 20 de diciembre, para que en Nochebuena el Niño esté de vuelta en casa. Preparan tamales, atol de maíz quebrantado (conocido como joch) y contratan música de marimba.
“Quienes siguen haciendo este tipo de actividades son las personas mayores”, comenta Vásquez. Las nuevas generaciones no se interesan por este tipo de expresión popular. En su opinión, los jóvenes están influenciados por lo que ven en la televisión por cable, la Internet y algunos extranjeros que han venido a vivir a la región.

Vásquez destaca una actividad que la Casa de la Cultura lleva a cabo el 25 de diciembre y que le da otra dinámica a la fecha. El convite o baile de disfraces recorre las calles y logra convocar a personas de distintas edades.

Fiesta sí, pero en marzo

En Quetzaltenango es cada vez menos común hacer reuniones con motivo del “robo del Niño”. Juan José Gramajo, de la Casa de la Cultura de Occidente, relata que antes eran frecuentes este tipo de actividades. Hoy se lleva a cabo en pocos barrios. Él es originario de Salcajá y en este municipio esa tradición ya desapareció.

De la última que se recuerda sucedió precisamente en la sede de la Casa de la Cultura. Hace cinco años llegó un grupo de amigos a visitar el Nacimiento. Alguien de ellos tomó al Niño en complicidad con los demás, sin que los directivos se dieran cuenta. En estos casos es usual que días después el dueño y el “ladrón” se pongan de acuerdo para concertar la devolución. Se prepara una cena y se lleva al Niño en procesión.

La institución tomó vacaciones con motivo de las fiestas de fin de año. Llevar la imagen religiosa de vuelta no se pudo concretar hasta tres meses después. Aunque las festividades de Navidad, Año Nuevo, Día de Reyes y Candelaria ya habían pasado, esto no fue impedimento para celebrar en marzo con marimba, tamales y ponche.

Gramajo piensa la muerte de esta costumbre se debe a varios factores, entre éstas que ahora se le da más énfasis a los regalos y al árbol de Navidad que a las formas de expresión propias del lugar. Otro aspecto que ha influido es que algunos propietarios de las imágenes no están de acuerdo en que sustraigan de su casa la pequeña escultura. No ha faltado el caso en que alguien (un delincuente) aprovecha las circunstancias para robar de verdad.

Por fortuna, no todas las festividades corren el mismo peligro, pues en Quetzaltenango viven con entusiasmo el desarrollo de las posadas. Se organizan tantas en los barrios que varias coinciden en el parque central el mismo día.

Castigo al “ladrón”

En la cabecera departamental de Jalapa la tradición casi ha desaparecido. No así en municipios como San Luis Jilotepeque, San Pedro Pinula y Monjas.

Evelyn Carolina Ucelo, de la Casa de la Cultura, cuenta que hasta hace algunos años todavía se escuchaba que familiares y amigos se reunían a planificar el “robo del Niño”. Tenía que ser después de la Navidad y antes del Año Nuevo.
Al igual que en otras regiones del país lo devolvían con fiesta, pero en este municipio el ladrón recibía castigo. Le daban a comer cosas desagradables.

La abuela de Ucelo, Ninfa Santiago, recuerda que incluso les daban a tomar purgantes y aceites para hacerles pagar su “culpa”. “El que se atrevía a robarse al Niño era valiente porque se sometía al castigo”, comenta Ucelo.

También en Esquipulas esta tradición vive sólo en el recuerdo. El profesor Sergio Juárez Arita refiere que en ese municipio se acostumbraba escenificar la devolución del Niño. Se hacía la representación de la búsqueda y captura del ladrón, a quien llevaban, vestido de preso, a entregar al pequeño cautivo. Organizaba la fiesta un grupo de amigos y entre todos colaboraban para los gastos de comida y bebida.

Juárez cuenta de una vez que los dueños de la escultura recibieron un telegrama firmado por el Niño Dios en el que les comentaba que pronto volvería a casa, pero no indicaba día ni hora. Esa incertidumbre les hacía estar pendientes del momento en que se concretaría la devolución.

Habla con nostalgia la época en que la quema del Diablo era una actividad que convocaba a muchas personas, contrario a lo que sucedió este año que en su opinión participaron pocos. También rememora cuando se acostumbraba enviar tarjetas navideñas por vía postal. Quien las recibía las colocaba como parte de la decoración de la casa. En Nochebuena los vecinos intercambiaban tamales, quezadilla y pan.

Iconografía del Niño Dios

Los evangelistas Mateo y Lucas describen la Natividad de Cristo. Inspirados por estas descripciones, en la Edad Media se emprendieron esfuerzos para ampliar la iconografía de tal representación. La imagen de la Natividad suele ser una escena nocturna. En algunos casos se muestra un edificio en ruinas, símbolo de lo antiguo. La “ruina”, según Irma de Luján, significa la nueva Ley (o el cristianismo).

La celebración de la Navidad data del siglo III. El papa Liberio fijó la fecha del 25 de diciembre. Fue oficialmente reconocido en el Concilio de Nicea e implantado durante el pontificado del Papa Liberio (352-366). Armar un Nacimiento fue una idea de San Francisco de Asís. A Guatemala llegó por iniciativa del Santo Hermano Pedro de Betancur.

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