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Fátima, un signo en la vida de Juan Pablo II

El miércoles 13 de mayo de 1981, Juan Pablo II sufrió el atentado más peligroso de su vida como pontífice. Justo enfrente de las narices de sus guardias fue agredido mortalmente, en la Plaza de San Pedro.

El 13 de mayo 1981 el Papa Juan Pablo II colapsa después de ser disparado por el turco Mehmet Ali Agca, en la Plaza de San Pedro, Roma. (Foto: Hemeroteca PL

El 13 de mayo 1981 el Papa Juan Pablo II colapsa después de ser disparado por el turco Mehmet Ali Agca, en la Plaza de San Pedro, Roma. (Foto: Hemeroteca PL

Era la celebración de la Fiesta de Fátima, uno de los símbolos notorios en el pontificado del ahora santo. De hecho, Lucía, la última de las videntes portuguesas del 13 de mayo de 1917, le había dicho al mundo que aún guardaba un secreto revelado por Nuestra Señora en una de sus apariciones en Fátima, una localidad portuguesa rural.

Ese secreto, que para muchos coincidió con el atentado contra Juan Pablo II, era como “la llave” o el punto de inflexión que tenía que vivir el Papa para consolidar no solo los cambios mundiales sino la oleada de sucesos políticos durante su extenso mandato.

Como las redes sociales todavía eran un sueño, la noticia llegó primero por medio de la televisión, en ese entonces uno de los medios más poderosos del mundo. Luego, uno o dos días después los medios impresos dieron la noticia al mundo. Juan Pablo II se salvó de milagro, pues una de las balas disparadas por el extremista turco Mehmet Ali Agca, o Alí Agca, dañó órganos internos del abdomen.

Agca disparó contra el papa el 13 de mayo de 1981 mientras éste se desplazaba por la Plaza de San Pedro en un vehículo abierto. El pontífice fue herido en una mano, brazo y abdomen. Pocos años más tarde en diciembre de 1983, el papa lo visitó a la cárcel de Rebibbia, conversó con él y le otorgó el perdón.

Algunos han afirmado que trabajaba para el servicio secreto búlgaro durante la era soviética y que actuó basado en la férrea oposición de Juan Pablo II al comunismo.

Signo viviente

¿Coincidencia, milagro o signo de los tiempos? Nadie tiene la respuesta exacta de por qué y cómo sobrevivió Juan Pablo II a este mortal atentado. De hecho, él mismo lo atribuyó a la intervención poderosa de Nuestra Señora de Fátima, en cuya corona depositó el plomo que pudo haberle cortado la vida.

Lucía, Sor Lucía o Lucía dos Santos, la religiosa carmelita que fue uno de los tres videntes de Fátima, murió el 13 de febrero de 2005, y con ella se llevó a la tumba otros secretos revelados por Nuestra Señora desde mayo hasta octubre de 1917. Coincidentemente, el 13 de mayo, fiesta de la primera aparición, también coincidió con el atentado contra Juan Pablo II, quien nació en mayo.

Curiosamente, el Pontífice sufrió otro atentado en 1982, también el 13 de mayo, en la plaza de Fátima. Esta vez un sacerdote ultraconservador quiso acuchillarlo. Ese ataque casi pasó inadvertido para el mundo, menos para Lucía, quien ya había advertido a Su Santidad de la posibilidad de morir martirizado.

Líder influyente

Juan Pablo II fue aclamado como uno de los líderes más influyentes del siglo XX, recordado especialmente por ser uno de los principales símbolos del anticomunismo, y por su lucha contra la expansión del marxismo por lugares como Iberoamérica, donde combatió enérgicamente al movimiento conocido como la teología de la liberación, con la ayuda de su mano derecha y a la postre sucesor, Joseph Ratzinger.

Jugó asimismo un papel decisivo para poner fin al comunismo en su Polonia natal y, finalmente, en toda Europa, así como para la mejora significativa de las relaciones de la Iglesia Católica con el judaísmo, el islam, la Iglesia ortodoxa oriental, y la Comunión anglicana.

¿Cuál fue, entonces, la causa real del ataque ese 13 de mayo de 1981? ¿Qué relación tuvo Agca con líderes comunistas de entonces? ¿Propiciaría el asesinato de Juan Pablo II un acercamiento entre el mundo comunista y el catolicismo? Esas preguntas quizás quedaron solo en tema de conversación entre Lucía y el Pontífice.

Símbolo mariano

El pontificado de Juan Pablo II se caracterizó por la mariología, es decir, la exaltación de la figura de María como corredentora. El escudo papal ponía en evidencia esa confianza que mantenía en la Madre del Redentor. “Totus tuus” o “Todo tuyo” fue el lema de Juan Pablo II durante su pontificado. Esa misma confianza le hizo empujar y propiciar la caída de la cortina de hierro, es decir, la apertura de Rusia al mundo.

Habían pasado casi cuarenta años del fin de la Guerra Mundial pero la Guerra Fría estaba en apogeo. Lucía le había revelado al Pontífice una frase profética dicha por Nuestra Señora en Fátima: “Al fin, mi inmaculado corazón triunfará”, en alusión a la conversión de Rusia y la flexibilización soviética en cuanto a la libertad de cultos.

El 9 de noviembre de 1989 otro suceso confirmaría las revelaciones de Lucía: la caída del muro de Berlín. Se consolidaba aún más el papel unificador del Papa viajero.

Habían pasado 8 años del ataque en la Plaza de San Pedro contra Juan Pablo II. Personajes como el Papa, Lech Walesa o Mijail Gorbachov agitaban las aguas políticas de Europa. Walesa se convertía en el primer mandatario polaco no comunista. Gorbachov abriría el nuevo decenio (1990) con el Premio Nobel de la Paz. El mundo ya no volvió a ser el mismo.

El “imperio ruso” ya no era el mundo de la Guerra Fría. Años más tarde Rusia se partiría en repúblicas independientes.
De hecho, desde aquel fatídico 13 de mayo el mundo jamás volvió a ser el mismo. El mismo Juan Pablo II admitiría su papel en el cumplimiento de las profecías de Fátima, y en más de una ocasión en que se reunió con Lucía se lo confió.

Curiosamente, Lucía y Juan Pablo II murieron en el 2005, con dos meses de diferencia.

Atentado contra Juan Pablo II, la tarde del 13 de mayo de 1981. (Video: Tomado de Youtube)

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