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Treinta años de <em>Fo</em> en <em>Prensa Libre</em>

Sus viñetas llevan más de tres décadas asomándose a las páginas de Prensa Libre, pero poca gente sabe que el verdadero nombre de <em>Fo</em> es Alfredo Morales.

Además de elaborar la caricatura editorial, su actividad profesional es la arquitectura y que para dibujar escucha música de los setentas, de preferencia rock progresivo.

Fo sigue siendo poco amigo de los protagonismos. Su deseo de pasar inadvertido siempre le ha llevado a trazar una clara línea divisoria entre su labor como caricaturista y su vida privada, aunque no ha sido la única razón. 

Cuando Fo descubrió que las viñetas eran “su mejor vehículo para emitir una opinión”, corrían los años ochentas: la joven democracia guatemalteca daba pasos inciertos y la libertad de expresión aún era un derecho con terreno por conquistar.

En septiembre de 2007, Revista D tuvo la oportunidad de entrevistar al genio detrás de la caricatura.

¿De dónde viene el nombre de Fo?
Mis amigos íntimos me decían Fredy. Nunca me gustó ese diminutivo, por eso cuando dibujaba firmaba con una F y un punto. Solía hacer el punto muy grueso, de manera que se leía Fo y así se convirtió en un seudónimo.

Pero la caricatura pasó de afición a profesión.
Comencé a dibujar de forma autodidacta, pero lo que más me gustaba era escribir. ¡De niño, el único premio de dibujo que gané fue con un trabajo de mi hermano! Años más tarde, el contacto con los medios llegó a través de una amigo cuyo padre era columnista en Prensa Libre. Un día vio mi portafolio, le gustó y me preguntó si quería publicar. ¡Lo mejor es que incluso me pagaban!

¿Hace 20 años, cuánto ganaba por una viñeta ?
Unos Q50 (risas).

Lleva 21 años publicando sus viñetas, pero muy poca gente sabe quién es.
Siempre he separado mi profesión del trabajo de caricaturista. Aunque hemos avanzado mucho en el terreno de la libertad de expresión, todavía hay mucha intolerancia. Cuando comencé a publicar hacía humor blanco.

¿Cómo se pasó a la viñeta política?
Estaba en la Revista Domingo y la caricatura compartía página con temas llamativos, a veces con señoritas en biquini, así que resultaba demasiado ingenua. A los cuatro meses me propusieron que me centrara en la actualidad política. Al principio era reacio, porque estábamos en 1986. Apenas teníamos un año de democracia y todavía había muchos asesinatos políticos.

¿Le asustaba ese cambio?
Sí, pero, afortunadamente, nunca me ha pasado nada, quizá porque siempre he tratado de mantener mi vida privada al margen. Poca gente sabe que yo hago la caricatura.

Entonces esta entrevista lo va a desenmascarar…
(Risas) ¡Después de 21 años no me preocupa!

¿El ejercicio de la libertad de expresión vino acompañado de momentos críticos?
Sí, el día del golpe de Estado de Serrano no salió la viñeta. Vinieron dos interventores y me dijeron que durante cuatro días no podía abordar ningún tema político. En ese momento consideré retirarme.

Otro momento importante ocurrió cuando a JC, que ahora publica en El Periódico, pero entonces lo hacía en El Gráfico, comenzaron a manipularle sus dibujos. Un grupo de redacción le decía lo que tenía que hacer. Nos reunimos Filóchofo, El Carlos, caricaturista de Crónica, y Jairo, de La República, e hicimos una carta dirigida a Jorge Carpio pidiéndole que respetara la profesión, y funcionó.

¿Alguna vez le han presionado sobre el tema de sus viñetas?
Cuando llegué mis caricaturas no salían todos los días, porque no le gustaban al director; pero, cuando José Eduardo Zarco ocupó el cargo, mi trabajo se empezó a publicar incondicionalmente.

¿Practica la autocensura?
Sí, hay temas que es difícil tocar, por ejemplo, la religión. Hiere muchas susceptibilidades. Somos muy conservadores. También evito el tema de la homosexualidad.

¿Qué ha sido lo más duro de dibujar?
El atentado contra las Torres Gemelas, el terremoto de El Salvador, la muerte de don Álvaro Contreras Vélez (fundador de Prensa Libre) y … muchos más.

¿Qué es lo que más disgustos le ha dado?
Los temas relacionados con catástrofes naturales. La gente piensa, y esta es una idea equivocada, que la caricatura siempre es humorística, pero no se trata sólo de eso, también es una reflexión gráfica. Por ejemplo, tras los atentados del 11 de septiembre dibujé una Estatua de la Libertad que estaba llorando. Para mí era una expresión de lo que estaba ocurriendo, sin embargo, recibí dos mensajes desde Estados Unidos en el que me decían que yo no debía bromear sobre lo que había ocurrido.

El problema es que se identifica al dibujo con la burla. Otro tema que me ocasionó problemas fue una racha de accidentes de autobús. En Huehuetenango, encontraron que el conductor había tomado alcohol y yo dibujé un chofer al que la muerte le estaba quitando una botella de la mano. Un periodista me escribió que no debía hacer ese tipo de humor. Yo no creo que estuviera haciendo una sátira.

En todo caso, la base de su trabajo es el humor. ¿Cómo se consigue encontrar la chispa a diario?
Sí, 85 por ciento de lo que hago juega con el humor y no es fácil. Lo curioso es que no tengo una personalidad bromista, al contrario, soy retraído. A veces me sorprendo a mí mismo por las ideas que plasmo en el papel, pero la práctica hace al maestro.

¿Hay momentos de crisis ante la página en blanco?
¡Claro! Para buscar ideas escucho todo el tiempo la radio.

¿Cómo nacieron los personajes de los gemelos?
Fue en 1989. Me inspiré en mis sobrinos, que no son gemelos, pero sólo se llevan un año de diferencia. Eran un poco cabezones y de ahí surgieron las caricaturas. Los utilizo cuando quiero dar una opinión muy personal.

¿Sus trabajos son editoriales?
Esa pregunta la deben responder los lectores. He recibido notas en las que señalaban que mi viñeta decía mucho más que el editorial, pero decirlo suena presuntuoso.

¿Se siente identificado con la línea editorial de Prensa Libre?
Sí, tenemos las mismas opiniones en algunos aspectos.

¿Sólo en algunos?
Sí (risas).

¿De qué viñetas se siente más orgulloso?
En 1999, gané un certamen internacional que se celebra en Bélgica, por un dibujo que tomó como punto de partida la boda de Mandela. Era una pareja de viejitos a los que a la salida de la iglesia, en vez de arroz, les están tirando viagra. También estoy muy orgulloso de la caricatura de la firma de la paz. Después con ese tema hice una exposición que fue muy bien acogida.

Quizá también destacaría la viñeta que hice cuando murió Tito Monterroso. Me basé en su cuento breve más famoso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Representaba a Tito en su último sueño y a Ríos Montt junto a la cama.


Así nacen las caricaturas de Fo cada día. (Video: Prensa Libre TV)

¿Conserva sus dibujos?
Sólo conservo algunos ¡Habré dibujado más de tres mil viñetas! Al revisar el trabajo de mis años anteriores, le tengo que dar la razón a Quino, uno llega a repetirse en ciertos momentos.

¿Practica otras formas de dibujo o pintura?
Lo hacía hace años, pero lo dejé, porque no me gustaba lo que hacía.

Fo fue reconocido en 2008 con la medalla Mon-Crayón, un reconocimiento que otorga la Hemeroteca Nacional a artistas destacados que tienen una trayectoria reconocida en el medio periodístico. 

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