Eran las 13 horas de ese día cuando Zarco salió de las instalaciones de Prensa Libre para almorzar en su casa. Al pasar frente al estadio Mateo Flores, balas asesinas segaron su vida. El hecho provocó el repudio generalizado de la sociedad guatemalteca, que se solidarizó con los periodistas.
Su vida y muerte fueron publicadas por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado en un libro titulado: Y la verdad os hará libres, editado en la conmemoración del séptimo aniversario del asesinato del obispo Juan Gerardi Conedera.
En el documento se dan a conocer la vida y obra de diez periodistas, víctimas de la guerra sucia, quienes murieron o salieron al exilio.
En el prólogo de la obra se recogieron estas palabras de Mario Antonio Sandoval, escritas en 1970 en Prensa Libre, con motivo del asesinato de Zarco: “…Si se quería darte muerte, se te ha inmortalizado; si se quería silenciar tu palabra, tu pensamiento admonitorio cobrará más fuerza y será más convincente, porque cuenta ahora con el aval de tu sangre y de tu martirio…”.
Diez años después de este hecho criminal, el 21 de junio de 1980, el dirigente sindical de Prensa Libre, Manuel René Polanco Salguero, fue secuestrado y desaparecido por las fuerzas de seguridad, en un hecho en el que murieron, además, 26 dirigentes de la Central Nacional de Trabajadores.
Los datos históricos dan cuenta de que, en el país, más de 40 periodistas fueron asesinados durante el enfrentamiento bélico. A ese número se agregaron quienes han muerto en el cumplimiento de su deber, como ocurrió con el reportero gráfico de este diario Roberto Martínez, quien fue ultimado el 27 de abril de 2000, y recientemente en 2015, Danilo López, corresponsal departamental quien había denunciado varios casos de corrupción.
Represión marcada
La historia política del país registra en sus páginas los secuestros de dos accionistas de Prensa Libre: Pedro Julio García y Álvaro Contreras Vélez, quienes fueron plagiados por agrupaciones guerrilleras que exigían publicaciones de sus manifiestos en distintas fechas.
En el primer hecho, la víctima fue Contreras Vélez, secuestrado por un comando insurgente el 5 de marzo de 1982. Su retención ilegal duró cinco meses, con lo cual se convirtió en uno de los secuestros más prolongados de la historia del país. Después de su cautiverio, Contreras Vélez escribió el libro Ruidos del silencio, que alcanzó cinco ediciones.
Luego, el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) privó de su libertad, durante 15 días, a García, quien fue liberado tras la publicación de manifiestos políticos de esa agrupación clandestina.
“Fueron momentos difíciles los que viví, pero gracias a Dios puedo volver con mi familia”, expresó García poco después de ser liberado.
El periodismo ha sido considerada una de las profesiones más peligrosas, y los trabajadores de Prensa Libre dan testimonio de esa realidad.
Los hechos históricos de este diario reportan la lista de informadores que se vieron obligados a exiliarse por causa de amenazas.
Pocos periódicos de América Latina han sido víctimas de una represión tan marcada como la que ha afrontado Prensa Libre.
La triste lista de atentados contra este diario se inició el 13 de marzo de 1962, cuando desconocidos lanzaron una bomba a la vivienda de Zarco y causaron daños materiales de consideración.
En 1965, otro atentado terrorista fue dirigido contra la residencia de Contreras Vélez, a quien, un año después, el gobierno militar de turno lo conminó a suspender la publicación de la columna Cacto o en caso contrario debía atenerse a las consecuencias.
Contra la censura
El 18 de junio de 1966 estallaron dos granadas en las instalaciones del periódico, como presagio de los peores momentos que estaban por venir contra Prensa Libre.
El mismo año, el 29 de noviembre, otro atentado ocurrió contra la residencia de García, sin que se produjeran daños personales, pero sí una cuantiosa destrucción material.
El 8 de febrero de 1968, una potente bomba destruyó la puerta de la Redacción del diario. No hubo víctimas, pero —al igual que en oportunidades anteriores— no se logró identificar a los responsables, pero tampoco acallar la voz del medio.
En 1993, el entonces presidente Jorge Serrano Elías dio un golpe de Estado e intentó imponer una férrea censura a la Prensa, la cual fue rechazada por la mayoría de medios, entre ellos este diario.
En octubre de 2003, un grupo de ex miembros de las Patrullas de Autodefensa Civil secuestró a cuatro reporteros de Prensa Libre, quienes habían viajado a Huehuetenango a una cobertura periodística. Durante tres días, los periodistas estuvieron en poder de los ex patrulleros sin que el gobierno de Alfonso Portillo hiciera algo por liberarlos.
Amenazas
En la historia reciente del diario, las amenazas continuaron, debido a los reportajes de investigación publicados en sus páginas.
Al menos dos personas con funciones ejecutivas en la Redacción de Prensa Libre fueron sido amenazadas de muerte especialmente durante el gobierno de Alfonso Portillo.
A pesar de ello, el trabajo independiente y los temas de profundidad han salido a luz pública, tales como la alteración a la Ley de Bebidas Alcohólicas, la triangulación de fondos estatales a agrupaciones políticas y la inscripción ilegal de millones de metros de tierra a favor de narcotraficantes en la Reserva de la Biosfera Maya, y mencionar en el último año, la denuncia que derivó en el Caso IGSS-Pisa en la que están implicados los miembros de la Junta Directiva del Seguro Social.
Y, a pesar de todos los hechos registrados contra Prensa Libre, en este matutino persiste la voluntad de continuar con la práctica de un periodismo independiente, honrado y digno.
Sufrieron secuestro
El 26 de octubre de 2003, Prensa Libre volvió a vivir momentos de angustia cuando cuatro periodistas de este diario fueron secuestrados por ex integrantes de las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). Las víctimas fueron Fredy López, Alberto Ramírez Espada, Mario Linares y Émerson Díaz.
López y Díaz habían acudido a La Libertad, Huehuetenango, a cubrir un mitin del candidato a la presidencia por parte del Frente Republicano Guatemalteco, Efraín Ríos Montt.
Los ex paramilitares exigían una indemnización ofrecida por el gobierno del Frente Republicano Guatemalteco (FRG), sin que hasta esa fecha les cumplieran tal promesa. Los inconformes alegaban que, si sus peticiones no eran escuchadas, los periodistas morirían quemados o linchados.
Los ex patrulleros exigían, además, la presencia del gobernador departamental, Carlos Morales, pero éste se negó a tal petición.
Debido a la inasistencia y a la poca atención que recibieron, la situación se agravó. El procurador de los Derechos Humanos, Sergio Morales, cuestionó en ese entonces que el Estado de Guatemala haya reflejado una inoperancia total en defensa de los reporteros.
Finalmente, los periodistas fueron liberados luego de tres días de cautiverio, durante los cuales fueron víctima de amenazas, maltratos y poca alimentación.
La liberación se logró gracias al accionar de otros periodistas, de la Misión de Naciones Unidas para Guatemala y de agrupaciones de derechos humanos.
Su última cobertura
La cobertura informativa entraña riesgos en los cuales se puede dejar hasta la vida. Ese fue el destino de Roberto Martínez Castañeda, quien como fotógrafo cubría los disturbios populares por el alza al pasaje del transporte urbano, el 27 de abril de 2000.
El reportero gráfico de Prensa Libre intentaba captar con su lente los desórdenes callejeros en la 7a. avenida y 20 calle, zona 1, cuando desde lo alto del parqueo de Autopartes Kars, dos guardias particulares dispararon repetidas veces con una escopeta calibre 12 contra la multitud.
Martínez Castañeda cayó herido por una de las balas y aunque los socorristas lo llevaron al Hospital General San Juan de Dios, falleció a su ingreso. Otras dos personas murieron por los impactos disparados por los guardias particulares.
Nuestro compañero tenía 19 años de ser fotógrafo periodístico, cinco de los cuales había laborado en Prensa Libre. Al momento de fallecer dejó en la orfandad a sus cinco hijos, en ese entonces menores de edad.