En el salón de pasajeros en tránsito de la compañía Pan American, Juana Castro, con traje de dos piezas de lana color mostaza, blusa gris de manga larga, zapatos grises y una bolsa de color negro, permaneció sentada por varios minutos guardando su identidad, a pasajeros y curiosos.
En las oficinas de Pan American, se informó a esta redacción que en la lista de pasajeros en tra?nsito, apareci?a una persona
como J. Castro, pero que no se teni?a conocimiento quie?n era.
Al abordarla, la señorita Castro negó con un gesto, ser la hermana del primer ministro cubano; sin embargo y ante la insistencia nuestra, descubrió su identidad, disculpándose por tratar de permanecer de incógnito, ya que, dijo viaja desde las 7 de la mañana, con largas y tediosas paradas en varios aeropuertos, desde Sudamérica, donde por veinticinco días dió varias conferencias, las cuales, expresó, fueron un sorprendente éxito para ella.
Que no esperaba, dijo, que los asuntos de Cuba interesaran tanto a los pueblos y gobiernos sudamericanos, tan alejados y con sus propios problemas.
Durante la charla la señorita Juana Castro, que lucía cansada, con grandes ojeras, dijo que la más grata noticia que recibió durante su viaje, por invitación del gobernador de Guanabara, Carlos Lacerda, fue la derrota de Allende, en Chile.
La pequeña entrevista, en la cual hablamos de Guatemala, de Martí y lógicamente de Cuba, se desarrolló más o menos así:
Buenas noches. ¿Me permite sentarme a su lado?
Un gesto serio que no fue? ni negativo ni afirmativo, fue? su respuesta.
Sen?orita, nosotros sabemos que usted es Juana Castro, la hermana de Fidel, y queremos que nos de? sus impresiones. Somos periodistas y trabajamos en PRENSA LIBRE.
Su rostro siempre serio, esbozó una ligera sonrisa, pero no respondió nada.
Sabe, insistimos, aunque no tenemos una foto suya, estamos seguros que usted es Juanita Castro. Ante las preguntas, con un acento cubano inconfundible, respondió: Qué le hace pensar que soy Juana Castro, no es cierto, yo no soy Juana Castro.
En ese momento, nuestro compañero Mario A. Tercero disparó su flash y con un gesto imperativo dijo: “Oye chico, fotos no… no quiero nada con las fotos… Y luego dijo: “Si, efectivamente soy Juana Castro, pero perdóname, vengo muy cansada, he pasado 25 días en conferencias y trabajando duro, y ahora, he volado más de 12 horas desde Río de Janeiro. Traigo un fuerte dolor de cabeza.
Contra su hermano
Al preguntársele sobre su trabajo en favor de instaurar un nuevo gobierno en Cuba expresó: “Desde 1960 empecé a trabajar en ello y ahora trato de unir a todos los grupos de exiliados cubanos, para hacer un frente común.
¿Quiere decir que desde ese año está en contra del régimen de su hermano?
Efectivamente. Desde el primer momento en que me dí cuenta hacia dónde se llevaba a mi patria, luché con todas mis fuerzas, así como lo hice para ayudar a mi hermano, contra el régimen de Batista.
En Brasil y Argentina dicto conferencias para dar a conocer la terrible situación que impera en Cuba. El régimen de terror y hambre que tiene a mi patria en una horrible situación. Interesar a pueblos y gobiernos para que nos ayuden en esta cruzada de dar a nuestro pueblo un gobierno democrático, por el cual luchamos al principios con Fidel.
La entrevista continuaba sobre este tópico, cuando ella preguntó cuál era el interés de Guatemala para con Cuba. Ello fue motivo para que platicáramos de la estancia de José Martí en nuestro país; de José Joaquín Palma, de que el gobierno de Justo Rufino Barrios fué el primero en reconocer la independencia cubana, y de otras tantas cosas que nos hermanan con la isla.
De su bolso sacó un folleto que nos entregó, según dijo, editado por los cubanos en Miami que se llama “Yo acuso”, en el cual se recogen las sorprendentes declaraciones que hizo el 29 de junio en la capital mexicana, al anunciar su ruptura con su hermano.
En él se dice adem´s la forma en que Juanita a partir de 1960, y al descubrir que el país había caído en las tinieblas, y que se había convertido en una “inmensa prisión rodeada de agua”, rompió con sus hermanos Fidel y Raúl, y sin que lo supieran, participó activamente en el movimiento secreto anticastrista.
Durante los cuatro años siguientes ayudó a varios cubanos a escapar “del infierno que es Cuba” y ayudó a comprar armas para los contrarrevolucionarios. No obstante, se las arregló para mantener estrecho contacto con hombres y mujeres, que ocupaban altos cargos en el gobierno.
La señorita Castro salió de Cuba a mediados de junio de 1964, cuando la situación se le hizo insostenible. Pidió asilo en México, en donde otra hermana, Emma, que también es anticomunista, vive desde hace cinco años.
Al preguntarle cómo se sentía ahora fuera de Cuba, respondió que indudablemente prefería con todos los peligros estar allá, para poder ayudar a sus connacionales.