Fue fundida en oro macizo en el año de 1768 y tiene un peso de 4 libras y 14 onzas. En virtud del decreto promulgado por el Jefe de Estado José Francisco Barrundia, el 29 de julio de 1829 y ejecutado el 11 de agosto de ese mismo año, entre los bienes expropiados en el artículo 4o. lo estuvo esta bella y valiosa Corona.
Poco tiempo después, hacia el año 1833, la corona había cambiado de dueño, pasando del tesoro público a manos de funcionarios y de éstos a particulares, habiendo terminado en trueque en una casa de juego. Así anduvo rondando todas las mesas de juego, con notoria irreverencia.
La corona fue rescatada por un vecino de esta ciudad, y devuelta finalmente a los padres de Santo Domingo, quienes le obsequiaron un terreno que estaba anexo al Convento, en muestra de gratitud.
Cuando llegaron los decretos de expulsión del Arzobispo Bernardo Piñol y Aycinena, de 17 de octubre de 1871 y de los Padres Jesuitas del 24 de mayo de 1872, los Dominicos tomaron precauciones, dada la trágica experiencia sufrida en 1829. Así cuando llegó el decreto de expropiación, de 7 de junio de 1872, esta preciada corona había sido puesta a buen recaudo, quedando fuera de la expropiación de “bienes de manos muertas”, los cuales tuvieron un destino muy parecido al anterior.
El padre prior de Santo Domingo logró llevar esta preciada joya al Convento de Barcelona, donde fue retenida hasta que fray Julián Raimundo Riveiro y Jacinto solicitó su devolución, recibiendo dicho tesoro de manos del padre Casamitjana y devuelta a Guatemala.
Esplendor para la Coronación
De acuerdo con el historiador Agustín Estrada Monroy, en el año 1930, fray Raimundo Martín comenzó a recoger firmas para presentar la petición de que la Virgen del Rosario fuera coronada en la Iglesia de Santo Domingo.
El 20 de agosto de 1931, visitó al ilustrísimo Arzobispo de Guatemala, monseñor Luis Durou y Suré, para presentarle oficialmente la petición entregándosela con el respaldo de 35 mil firmas. El arzobispo quedó impresionado con la visita y petición de fray Raymundo y ese mismo día ordenó que se elevara dicha petición al Papa Pío XI, por medio del Señor Nuncio de la Santa Sede, en Centroamérica y Panamá, el excelentísimo monseñor D. Carlos Chiarlo.
El 11 de octubre de 1931, la curia Romana otorgó por unanimidad la licencia para coronar con Corona de Oro a la Virgen María que se VENERA EN LA IGLESIA DE SANTO DOMINGO DE GUATEMALA, BAJO LA ADVOCACIÓN DEL ROSARIO. El decreto fue promulgado el 16 de ese mismo mes y año, habiéndose recibido en Guatemala exactamente un año después, el 11 de octubre de 1932 y materializándose el 28 de enero de 1934 con la imposición de la rica presea en las sienes de la venerada imagen de plata.
Otra joya que posee la Virgen y que termina de rematar su clásica silueta es la ráfaga o comúnmente llamada “chispa”, resplandor de plata sobredorada que es un capricho de orfebrería conformado por decenas de rayos, espigas de trigo y motivos decorativos. La chispa fue acertadamente restaurada y reestrenada en octubre de 2016.