Hemeroteca

La vieja Penitenciaría, escenario de terror

La antigua Penitenciaría Central, ubicada en el solar donde hoy se ubica parte del Centro Cívico tuvo una larga y compleja historia, matizada con intrigas policiacas que llevaron a cientos de hombres a sufrir dentro de sus paredes la más terrible de las experiencias.

Fachada de la Penitenciaría Central, en lo que hoy es la 7a. avenida. (Foto: Hemeroteca PL)

Fachada de la Penitenciaría Central, en lo que hoy es la 7a. avenida. (Foto: Hemeroteca PL)

Algunos sobrevivieron para contarla, otros, menos afortunados, salieron de allí en un ataúd. Libros enteros se podrían escribir con los relatos de sangre y lágrimas que más de un recluso vertió, cuando por desgracia de su destino cayó tras las rejas.

Efraín de los Ríos y su libro “Ombres contra hombres”; Guillermo Rodríguez y su obra “Guatemala en 1919”, Capítulo XXI; Fernande Arce Behrens, y otros, son ejemplos de esas plumas que cuentan esa historia negra de las cárceles de Guatemala. 

Los muros malditos

La prisión fue obra de Justo Rufino Barrios, el hombre que con sus ideas liberales cambio? las estructuras sociales, poli?ticas y econo?micas de Guatemala. Con el argumento de que era un beneficio social, el 5 de abril de 1878, decreto? la creacio?n de un nuevo concepto de ca?rcel llamada Penitenciaría.

La Secretari?a de Fomento se encargo? de convocar a los ingenieros para que por medio de oposicio?n, plantearan proyectos de posibles planos. Los profesionales Francisco Manciante, Antonio Guerrero, Julia?n Rivera y Maestre y Juan Stiriel y Vidal, presentaron los suyos; finalmente los encargados eligieron el trabajo de don Julia?n.

Fue asi? como di?as despue?s, a un kilo?metro de la ciudad, en el terreno llamado El Campamento, las piochas de los presos comenzaron a darle vida a su futura casa.

Dentro de las innovaciones del nuevo concepto de ca?rcel, al edificio se le contemplo? una capacidad para 300 presos, talleres para oficios, hospital, escuela de primeras letras y un reglamento organizativo para las oficinas.

De la construccio?n del inmueble, don Vi?ctor Miguel Díaz, en su libro “Barrios ante la posteridad” (1935), cuenta que los trabajos comenzaron el 27 de febrero de 1877 y la “Recopilacio?n de las Leyes de Guatemala”, en su Tomo II, pa?gina 146, dice que se emplearon a todos los reos condenados a trabajar 10 meses en obras pu?blicas o a presidio, mientras no fueran remitidos a su destino.

Del estilo arquitecto?nico que se le dio originalmente al edificio, el historiador Haroldo Rodas opina que e?ste era un tipo de fortaleza con ciertos elementos neocla?sicos que predominaron durante la e?poca liberal, cuando fue concebido.

La segunda e?poca, se quiebran los muros del dolor

Desde su inauguracio?n, un 18 de noviembre de 1881, la Penitenciari?a permanecio? recibiendo hue?spedes, pero sesenta an?os despue?s, sus paredes, testigas mudas de esas cosillas secretas que pasan en los penales en busca de la verdad, se resquebrajaron con los terremotos de 1917-18.

Por esa razo?n, las autoridades emitieron 3 decretos: el primero fue firmado el 3 de enero de 1918 y deci?a que bajo fianza se encarcelara a los reos con delitos menores y a los procesados por delito grave. El segundo, emitido el 19 de enero de 1918, promovi?a que sin mayor tra?mite se dejara en libertad a unos, y a los otros que se les enviase a las ca?rceles departamentales.

El tercer decreto no permitio? que los documentos procedieran (se derogaron un 23 de septiembre de 1920), debido a que las autoridades aceleraron la reconstruccio?n del edificio y los presos se quedaron alli?.

La Memoria de la Secretaría de Gobernación y Justicia de 1922, apunta que los trabajos se concluyeron con la reparacio?n de la muralla que daba a la 21 calle Oriente, a la cual se reforzo? con un bastio?n colocado en la esquina de 21 calle con la 9a. avenida. Adicional a ello, se realizo? el descombramiento, nivelacio?n y limpieza de la 21 calle Oriente entre 7a. y 9a. avenidas, a la cual se le hizo un lomo de tortuga (empedrado). Tambie?n con la reparacio?n de la banqueta de la muralla que la circulaba.

Cita el documento que tambie?n en la fachada principal se levantaron dos muros para refuerzo y se hicieron dos “pollitos” de cal y canto para que descansaran los oficiales de la Guardia de Prevencio?n.

El interior del edificio tambie?n se mejoro?. Se colocaron puertas de hierro en el interior del calabozo nu?mero 5, otras piezas del mismo material en los excusados del penal para prevenir fugas, se fabrico? un horno para hacer pan, una pila para esterilizar y desinfectar ropa, un edificio para comedor de jefes y empleados, y dormitorio para el cocinero.

Cae un si?mbolo de torturas y veja?menes

Despue?s de la revolucio?n que derroco? al presidente Manuel Estrada Cabrera, don Carlos Herrera, en su calidad de presidente, el 21 de abril de 1920, emitio? un decreto ordenando la demolicio?n del edificio. Sin embargo, durante 48 an?os ma?s permanecio? en pie, esto pra?cticamente es la tercera e?poca, pero en ese lapso la comunidad aumento?, debido a los 14 an?os del gobierno de Ubico. Los horrores de ese peri?odo au?n erizan la mente.

An?os despue?s, ya para cerrar el capi?tulo de la Penitenciari?a, cayeron en su recinto otras personas. Fernando Arce Behrens, quien fue acusado de conspirar contra el re?gimen del general Miauel Ydi?goras Fuentes es un ejemplo. Durante su año de ca?rcel (1960), el profesional descubrio? el tra?fico de drogas en el penal, lo cual denuncio? en comentarios en el perio?dico Flash de Hoy.  La denuncia fue refutada por las autoridades quienes tomaron represalias en contra de e?l, su madre y su esposa. 

Una de las acciones inmediatas del gobierno fue decirle a la esposa que teni?a informes confidenciales de que iban a asesinar a Fernando, por ello ordenari?an su libertad, con la condicio?n de que de la puerta de la Penitenciari?a, se fuera al aeropuerto y que no volviera a Guatemala. Arce partio? hacia Me?xico. Al an?o de su denuncia, las autoridades involucradas por tra?fico de drogas fueron procesadas, por que se confirmo? el hecho denunciado por Arce.

Cuando la pica cayo? sobre la casa de “Tata Dios” y del perdo?n

En esas paredes, cada Semana Santa, se tornaba en un lecho de devocio?n pues el Viernes Santo era esperado con ansia. Cuando las volutas de humo del incienso anunciaban que la procesio?n del Santo Entierro del Calvario se acercaba, los corazones presos se compungi?an y la escena se haci?a ma?s drama?tica cuando el cortejo paraba enfrente de la maldita casa.

Del otro lado de las paredes, entre la?grimas y tristezas, los acompan?antes del Santo Entierro, escuchaban las voces quebradas de los presos que arrodillados cantaban: “Perdo?nanos, Dios Mi?o, perdo?n, perdo?n”. Seguidamente los feligreses levantaban el anda y prosegui?an su camino, casi al uni?sono las autoridades del penal daban la orden de libertad al recluso elegido.

Pero no so?lo esas eran las particularidades que se daban en la Penitenciari?a cada Semana Mayor, pues cuentan tambien que adentro del edificio los presos haci?an su propia procesio?n con un viejo Nazareno. Adema?s, la ocasio?n era propicia para juntarse con la familia y degustar los platillos de la e?poca.

Asimismo, cuenta la esposa de un ex presidiario fallecido, que tambie?n esos hombres vestidos con uniforme a rayas y gorrito de marinero, teni?an la oportunidad de “hacer el amor” una vez a la semana con sus esposas o convivientes, y en su defecto las autoridades contrataban “vendedoras de amor” para los solteros.

“Au?n recuerdo que haci?a cola junto a las mujeres de 'mal vivir', con una sa?bana bajo el brazo, para ingresar 'al calabozo nupcial' y ver a mi esposo”, nos cuenta. “La situacio?n era humillante, pero habi?a que hacerlo”.

La famosa Penitenciari?a, inaugurada un 18 de noviembre de 1881, fue derribada el 12 de enero de 1968. Con su demolicio?n, termino? para siempre la casa de “Tata Dios”, aquel famoso violador de nin?os que condenado a cadena perpetua como fantasma de su destino, se paseo? con su larga barba blanca por los pasillos del viejo casero?n.

Cuando se decidio? echar los muros al suelo, en el recinto penal habi?an 2,074 reos, un nu?mero superior a su original capacidad.

La decisio?n tambie?n sirvio? para una obra social. El Ministerio de Gobernacio?n cedio? el derecho a los Bomberos Voluntarios para cobrar al pu?blico 10 centavos para ingresar a conocer la casa del terror mientras derribaban los muros. De eso se recaudaron Q11,270 e ingresaron 112,700 personas.  

Aunque en la actualidad los varejones de membrillo se cambiaron por la capucha con gameza?n, los toques ele?ctricos y otras formas escondidas de tortura, la vida para los presos en los penales no ha cambiado mucho. Au?n en pleno siglo XXI, Guatemala sigue necesitando de una reforma penitenciaria adecuada.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: