Uno joven, vestido de acólito quema incienso, otro toca una pequeña campana. Otros dos, tocan tamborones. Ríen sofocados. Adelante, tres o cuatro de ellos, riegan pino en la calle para orientar al grupo. Todos siempre en carrera. Visten pantalones de lona, zapatos tenis y algunos playeras y suéteres con letreros en inglés. En Patzún, los jóvenes ya no usan su atuendo regional.
Atrás, tratando de darles alcance, caminan los cofrades, con traje ceremonial. De las puertas de las casas salen hombres, mujeres y niños que invitan a entrar a los muchachos. Los demás abren paso.
Un hombre se inclina frente al altarcito móvil y saluda. Mujeres y niños, en fila, también hacen una reverencia y depositan varias monedas en un recipiente que lleva uno de los jóvenes. “Bienvenido a nuestra casa, te pedimos nos bendigas”, dijo en kaqchikel un anciano que se persignaba. En el interior de la caja está la imagen de un niño Dios, acostado en un colchón de pétalos de rosas blancas.
¿Por qué correr?
La mayoría de las expresiones de fe de los indígenas guatemaltecos, son ritos de la iglesia católica modificados por concepciones espirituales prehispánicas.
Rolando Teleguario, kanima tata, es decir el principal de las cofradías de Patzún, explica que “hay que correr para que dé tiempo que el Niño llegue a todos los hogares que piden su presencia”.
En Patzún, la visita del Niño inicia a las 5 de la mañana en el templo. Para saber “dónde anda el Niño”, se queman bombas en cada cruce de la procesión y se riega pino en las calles. Al mediodía la comitiva llegó a la casa de Adrián Upuc. Su familia dio refrescos a los visitantes y un trago de aguardiente a quien lo solicitaba. Después fue servido el almuerzo: recado blanco con carne de res y tamalitos de maíz.
Los cofrades se reunieron en habitación separada y contaron las ofrendas de los devotos. Los ancianos observaban y dirigían la ceremonia; los demás, de rodillas en el suelo, contaron billetes y monedas, regadas sobre un petate que habían cargado todo el día, y que sirvió exclusivamente para esta ceremonia.
Unos minutos de descanso y la carrera continuó en veredas entre cultivos de maíz, brócoli y arveja, así como por un colegio, una gasolinera y la calle principal, donde los cofrades tomaron un refrigerio de huevos crudos. El Niño ingresó unos minutos al templo de El Calvario, para seguir hasta el centro del pueblo y llegar a las 6 de la tarde a la casa de la familia Ixem. Allí los cofrades contaron el dinero recaudado en la tarde. Había terminado el día. Luz de velas y toques de tamborón acompañaron al Niño hasta el templo, donde se quedaría hasta el día siguiente. Afortunadamente, ya nadie corría.
En detalle
La “Visita del Niño” es un acto de devoción popular.
- Es celebrada por las cofradías, grupos que han mantenido viva esta tradición.
- Los cofrades, quienes cargan la imagen del infante, corren más de 10 kilómetros cada día de la celebración.
- En Sololá se celebra el 6 de enero y al día siguiente.
- En Rabinal, Baja Verapaz, la visita se realiza en Navidad y va acompañada de gritos que piden “¡Un beso para el Niño!”
- En Patzún, se realiza un día antes, así como el 27 y 28 de diciembre.
- Los muchachos se detenían brevemente en los hogares, para mostrar al Niño Jesús.
- La carrera inicia a las 5 de la mañana y termina a las 6 de la tarde.
- Al terminar la jornada, los cofrades cuentan las ofrendas de los devotos.