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María Magdalena ¿Apóstol o penitente?

Los católicos recuerdan cada 22 de julio a Santa María Magdalena. Ella era judía, fiel seguidora de Jesús, pero también se dijo por siglos que fue una pecadora arrepentida. ¿Cuál es la verdad?

Una de las más bellas representaciones de Magdalena se encuentra en el Templo de la Recolección. (Foto: Néstor Galicia)

Una de las más bellas representaciones de Magdalena se encuentra en el Templo de la Recolección. (Foto: Néstor Galicia)

Se le recuerda como la prostituta perdonada por Jesús, como la pecadora que lavó los pies del Mesías con sus lágrimas y los enjuagó con sus cabellos. Se llamaba María Magdalena.

Pero los evangelios también la muestran como una persona ligada profundamente con la vida de Jesús. De hecho, ella tuvo un papel protagónico en dos de los pasajes más importantes del cristianismo: estuvo durante la crucifixión de Jesucristo y, junto a otras mujeres, lo apoyó en los terribles momentos que sufrió hasta su muerte. También descubrió la tumba vacía y fue la primer testigo de la resurrección del Hijo de Dios.

Pero si ella estuvo desde el principio del movimiento cristiano, ¿por qué se le difamó? ¿Es cierto todo lo malo que se dijo de ella durante siglos? ¿Fue una prostituta arrepentida? ¿Alguna vez Jesús la besó en la boca? ¿Fue más importante que los 12 apóstoles?

El pueblo de Magdala

Existen diversos estudios sobre la sociedad judía de la Palestina de hace unos dos mil años, pero se sabe poco de María Magdalena. Las primeras fuentes a consultar son los Evangelios canónicos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. En los cuatro textos se le menciona, pero ninguno aporta datos acerca de su familia, edad o estado civil.

Sin embargo, la primera pista de ella es su propio nombre: sugiere que procedía de un pueblo llamado Magdala (Migdal, actual Israel). De hecho, aún existe un lugar con ese nombre, a unos 200 kilómetros al norte de Jerusalén, en la costa del mar de Galilea. El nombre completo del pueblo era Magdala Taricaea.

Magdala, que deriva del hebreo, significa “torre”, y Taricaea, “pescado salado”. Si el nombre de aquel lugar fue Torre del pescado salado, lo más probable es que allí muchos hombres se hubieran dedicado a la pesca. Y como muchas mujeres de Magdala, María pudo haber trabajado en los mercados de pescado.

Pero hasta aquí no hay nada que indique que esta mujer hubiera sido prostituta. Entonces, ¿cómo pudo propagarse esa mala fama?

Para ello hay que revisar el texto judío antiguo llamado Lamentaciones Rabbá, el cual dice que “Dios juzgó a Magdala y lo destruyó por ser un lugar de fornicación”.

Para los historiadores expertos en aquella época, ese pudo haber sido el punto medular para que el cristianismo primitivo ideara la mala reputación de María Magdalena.

También hay que considerar que en esa época había un cúmulo de problemas sociales que pudo causar el declive moral de Magdala. Por ejemplo, se sabe que en los pueblos del Mediterráneo —que entonces estaba controlado por el Imperio Romano— existían muchos burdeles, y Galilea no era la excepción.

Además, los romanos cargaban de fuertes impuestos a sus habitantes, y cuando las familias se desintegraban por la insoportable situación económica, era común que se entregaran a los hijos como esclavos y, en muchos casos, a las mujeres se les obligaba a ejercer la prostitución. Quizás ese haya sido el destino de María Magdalena. Sin embargo, las pruebas son circunstanciales, hipotéticas.

Por otro lado, el nombre de María Magdalena también indica otra cosa: que no estaba casada, pues, de lo contrario, habría llevado el apellido de su esposo.

Jane Schaberg, profesora de estudios religiosos y de género en la Universidad Detroit Mercy, nos explica, por correo electrónico, que en las escasas referencias que hace la Biblia acerca de su vida, ninguna aclara si tenía pareja, si era viuda o si tenía hijos. Y esa condición, en ese tiempo, originaba sospechas. Tal vez eso la relegó a un segundo plano, pero nada de esto justifica su imagen negativa.

Los demonios

El Evangelio de San Lucas (8:2) dice que a Jesús lo acompañaban algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades, entre ellas María Magdalena, de quien habían salido siete demonios.

“Jesús era conocido como exorcista”, refiere la estadounidense Karen King, colaboradora para este reportaje por medio de correo electrónico y profesora de Historia Eclesiástica en la Escuela de la Divinidad de la Universidad de Harvard, EE. UU.

Junto con los exorcismos, Jesús era conocido por curar enfermedades de forma milagrosa. Estos dos aspectos complementaban la campaña por la divulgación del Reino de Dios.

En esa época se pensaba que los demonios poseían a las personas que habían hecho algo malo —e incluso se decía que eran merecedoras de tal castigo—, pero que el problema se solucionaba con el genuino arrepentimiento o un cambio radical de vida.

Pero ahora expertos creen que muchos de esos casos de posesión simplemente eran una reacción contra la intimidación y el abuso. Estudios antropológicos de la época, llevados a cabo por Jane Schaberg, indican que las mujeres no tenían forma de protegerse ante la opresión de los hombres, y que si trataban de defenderse, eran golpeadas, por lo que el único escudo del que disponían era la adopción de una “personalidad demoniaca”.

Es probable que María Magdalena se haya defendido así de la dominación de los hombres, y quizás por eso ellos no la miraban atractiva o apta para el matrimonio.

Pero fuera cual fuera el motivo de la posesión, las prédicas de Jesús la motivaron a seguirlo. Además, era una mujer soltera —tal vez sin fuertes vínculos familiares— y no tenía nada qué perder. Quizás sintió que el mensaje del Mesías era lo que ella buscaba en la vida.

Hasta ahora solo se puede inferir en que María Magdalena era una marginada, quizás soltera, que estuvo poseída y que luego se unió al naciente movimiento de Jesucristo. Después de eso, no hay ninguna prueba que apunte a que haya sido una prostituta.

En el desierto

En 1945, en las arenas desérticas de Nag Hammadi, Egipto, se descubrió que dentro de una vasija sellada de cerámica había una colección de textos antiguos, muy importantes para escribir la historia de los primeros cristianos.

Fueron escritos en copto, la lengua del Egipto cristiano antiguo. Los manuscritos incluyen el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe y los Actos de Pedro. Ninguno de estos está en la Biblia. Asimismo, debido a que no se adaptan a la doctrina cristiana, son considerados apócrifos.

Pero estos libros dieron más información acerca de María Magdalena, y también la muestran, con frecuencia, como la discípula más destacada de Jesús.

En diversos pasajes, Jesucristo debate con todos sus discípulos, pero es ella la que comprende, mientras que los demás —los varones— parecen confusos.

El Evangelio de Felipe

Con el paso de los siglos, los documentos descubiertos en Nag Hammadi fueron atacados por las hormigas, las cuales hicieron diversos agujeros en los papiros.

Por supuesto, también dañaron el Evangelio de Felipe, el cual es el libro que más controversia ha causado, pues los insectos dañaron sitios clave. Un pasaje del texto dice:
“La compañera de […] María Magdalena. […] la amaba más que a todos los discípulos, y la besaba a menudo en su […]. El resto de discípulos […]. Le preguntaron: ‘¿Por qué la amas más que a todos nosotros?’ El Salvador respondió y les dijo: ‘¿Por qué a ustedes no los amo tanto como a ella?” y a continuación, explica Schaberg, Jesús les dijo que a pesar de que ella no era ciega, veía la luz.

Stephen Emmel, profesor de coptología en el Instituto de Egiptología y Coptología de la Universidad de Münster, Alemania, y uno de los expertos que ayudó a restaurar y unir los pedazos de los manuscritos de Nag Hammadi, indica que lo más probable es que ese espacio perdido tenía escrito que Jesús besaba en la boca a María Magdalena. Emmel se basa en la gramática del copto y en la longitud del texto perdido.

Karen King coincide con Emmel: “La palabra ‘boca’ ha sido restaurada por editores modernos, la cual caza con el espacio en blanco (dejado por las hormigas)”, explica.

“Los besos entre Jesús y María Magdalena dan a entender que tenían una relación especial”, escribió King en su libro El Evangelio de María de Magdala: Jesús y la primer apóstol mujer (2002).

Para King, sin embargo, los besos no deberían ser interpretados como algo erótico o como expresión de sexualidad —como se ve en la actualidad—, sino como una forma para la “transmisión divina del conocimiento”.

Incluso, en el mismo evangelio, dice: “Los perfectos son concebidos por medio de un beso y nacen. Por eso también nosotros somos inducidos a besarnos unos a otros (para) concebir adentro de nuestra gracia mutua”.

“Esto afirma la especial relación de María Magdalena y Jesús, basada en la perfección espiritual”, expone King.

Por aparte, el Evangelio de Felipe también muestra a María Magdalena como un símbolo de la sabiduría divina, y quien recibe adoctrinamiento personal de parte de Jesús, pues es la que entiende el mensaje a la perfección. Pero lo escrito en este libro es tan radical que el cristianismo aún lo descalifica.

Entonces, ¿puede ser este evangelio fiable?

“La fe católica solo se apoya en los Evangelios canónicos; los apócrifos no son considerados Palabra de Dios”, comenta Francisco Romero, teólogo jesuita de la Universidad Rafael Landívar. El padre Hugo Estrada coincide: “Los apócrifos reflejan fantasías”.

¿La más allegada a Jesús?

Para ello hay que buscar en la Biblia, en donde menciona de forma clara que María Magdalena estuvo en los momentos más importantes de Jesús en la Tierra: Primero, durante su crucifixión, ocasión en la que todos los discípulos huyeron, y solo las mujeres permanecieron a su lado. “Ellas siguieron a Jesús, más fieles que los hombres. Las mujeres, las mal llamadas cobardes, fueron las valientes”, manifiesta Romero.

Según los evangelios, tras su muerte, el cadáver fue colocado en un sepulcro y cerrado con una enorme roca. Después del sábado, María Magdalena fue a verlo, pero, para su sorpresa, estaba vacío.

Entonces corrió con los discípulos y les dio a conocer que el cuerpo del Señor había desaparecido. Nadie le creyó.
Aún ante la incredulidad, Pedro y otro discípulo corrieron al sepulcro para comprobar lo que María Magdalena les había anunciado. Pedro vio el sudario y las vendas en el suelo. Pero fue el otro discípulo el que comprendió lo sucedido: que Jesús resucitó de entre los muertos.

Cuando volvieron a casa, María Magdalena se quedó sola junto al sepulcro, sentada y llorando. A continuación vendría el otro momento importante en el que se menciona a esta mujer: Aparecen dos ángeles sentados delante de ella, uno a la cabeza y el otro en los pies del sepulcro. Le preguntan por la razón de su llanto, y ella responde: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto”.

Al decir eso, volvió la cara y vio a alguien más —pensó que era el encargado del huerto—, y le preguntó lo mismo. María Magdalena respondió: “Señor, si tú te lo has llevado, dime en dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré”.

Aquella persona le dice: “María”, y ella, al instante, se da cuenta de que es Jesucristo. En la confusión se acerca a Él, pero este la detiene con la frase: “No me toques, que todavía no he subido al Padre”. Luego le ordena ir con los demás para dar la noticia de que ha resucitado.

De hecho, la Resurrección es el punto cumbre del cristianismo, y María Magdalena fue la primera en presenciarlo. Así daba inicio un movimiento que cambiaría el rumbo de la historia.

Pero aún así, a María Magdalena se le difamó y se le relegó a un papel secundario. ¿Qué pasó?

La mujer apóstol

El Evangelio según San Juan explica que los requisitos para ser apóstol eran haber estado con Jesús durante su período en la Tierra, haber sido testigo de la muerte y la Resurrección, y ser capaz de salir a predicar el mensaje de Dios.

Dichos requisitos los cumple María Magdalena, pero la Biblia nunca le otorgó esa categoría. La postura eclesiástica católica actual, de acuerdo al padre Estrada, es que “la mentalidad de la época hizo que se eligiera como apóstoles solo a los hombres, porque ellos eran los que dirigían, y Jesús tuvo que adaptarse a ello”.

Pero otra razón puede estar en un texto apócrifo descubierto por el alemán Karl Reinhardt, en 1896, en un bazar de El Cairo, Egipto. El documento estaba forrado de piel y escrito en copto. Su procedencia aún es misteriosa, aunque se sabe de su autenticidad y que data del siglo II de esta era. Se le conoce como Códex de Berlín, Códex de Akhmim o Papyrus Berolinensis 8502. Al examinarlo, los expertos se dieron cuenta de que se trataba del Evangelio de María Magdalena.

La historia empieza en algún momento luego de la Resurrección, cuando los discípulos acaban de experimentar la aparición de Jesús.

Ese texto narra que el Mesías animó a sus discípulos a predicar el evangelio, pero que estos se mostraron temerosos, porque a Él lo crucificaron, y sentían que iban a correr la misma suerte. María Magdalena, sin embargo, es la que sale adelante y dice: “No se preocupen, porque Él prometió que estará con nosotros y que nos protegerá”. Luego discute con ellos la palabra del Señor.

En el Evangelio de Felipe, ella es un símbolo de sabiduría, pero en este —el de María Magdalena— es la que está a cargo; es la líder del grupo.

Después, Pedro le pide a María Magdalena que les cuente alguna enseñanza que haya escuchado y que no se les haya transmitido a ellos. Ella responde: “Les diré lo que se les ha ocultado”, y empieza a relatar sobre la vez que se le apareció Jesús y sobre la conversación que tuvieron, que está relacionada con el desarrollo espiritual y la eterna batalla contra el mal.

Pero de inmediato surge el conflicto: Andrés se levanta y dice: “No sé qué opinan los demás, pero estas cosas me parecen muy extrañas, y creo que ella nos da a conocer cosas distintas a las del Salvador”.

Lo peor sucede cuando Pedro interviene al decir: “¿Es que ahora todos tenemos que escucharla? ¿Hablaría Jesús en privado abiertamente con una mujer en vez de hacerlo abiertamente con nosotros? ¿La prefería a ella en vez de a nosotros?”
Pero Mateo defiende a María Magdalena. “Pedro consideraba a María Magdalena como una rival que buscaba el liderazgo del grupo”, señala King, pues en esos textos es ella quien entiende a cabalidad las enseñanzas de Jesús.

Pese a ello, se tomó a Pedro como “la roca sobre la que se fundó la Iglesia”, y que es el discípulo destacado o principal. Cuanto mucho, María Magdalena quedó en un papel secundario. “La Iglesia nunca la presentó como una lideresa, sino como un modelo de conversión”, confirma el padre Estrada.

Pero es que el Evangelio de María Magdalena es tan controversial que propone, prácticamente, replantear demasiados aspectos de la historia cristiana: “Pedro aparece como un ignorante enojado que siembra la discordia; en cambio, presenta a María Magdalena como maestra y guía espiritual de los discípulos varones. Y ella no solo es una discípulo, sino ‘la apóstol de los apóstoles”, revela King.

El padre Estrada, sin embargo, sostiene que esos textos reflejan leyendas y que no son considerados Palabra de Dios.

La lucha

El Evangelio de María Magdalena nació de la forma en que se congregaban los primeros cristianos. Estos se reunían en las casas, y estas eran dominio de las mujeres. Por ejemplo, en las cartas de San Pablo a los Corintios se narra que había mujeres profetas dentro de las comunidades cristianas.

Pero a partir de los siglos II y III, refieren historiadores, empezaron a surgir diferencias dentro de los grupos dirigidos por los hombres y en los liderados por las mujeres. Incluso, dentro de esas comunidades, María Magdalena llegó a convertirse en una especie de modelo de cómo debía ser una mujer cristiana.

A partir de entonces ella asume la función de representar a las mujeres, mientras que Pedro —el que se opone a ella— simboliza a los hombres. “La relación entre Pedro y María Magdalena acabó por representar el conflicto”, expone King en su libro. De esa opinión difiere el padre Estrada, y señala que “la confrontación entre ambos es una leyenda”.

Sin embargo, existen muchos manuscritos cristianos primitivos que evidencian tensión entre ambos. “Incluso en escritos del Nuevo Testamento”, señala la obra Las mujeres en las Escrituras: Un diccionario de mujeres nombradas y no nombradas en la Biblia Hebrea, los libros apócrifos/canónicos y el Nuevo Testamento, de Carol L. Meyers.

A medida en que Pedro y sus ideas se imponían en el creciente movimiento cristiano, la posición de María Magdalena como discípula importante se fue opacando, y cuando la Iglesia se institucionalizó, las mujeres que ejercían liderazgo se vieron desplazadas.

Se sabe que en los siglos IV y V —cuando la Iglesia tomó fuerza—, el hecho de que una mujer liderara de forma pública era considerada una herejía. Por eso, solo los varones podían ser ordenados obispos o sacerdotes. A partir de esto, la figura de María Magdalena era un problema, pues servía para validar la importancia y liderazgo de la mujer en la Iglesia.

De hecho, el Nuevo Testamento —analiza King— también se inclina a disminuir el papel ejercido por las mujeres. “El Evangelio de Lucas tiende a reducir el estatus de María Magdalena y de las mujeres en general, y las aparta a roles de subordinación.

En Lucas 8:1-3 describe a “los 12” como los discípulos; en cambio, a las mujeres que seguían al Maestro las describe como aquellas que daban hospedaje y que apoyaban con otros recursos, para que así los hombres se dedicaran de lleno a la predicación”. Al respecto, Schaberg opina: “A las mujeres se les adjudicaron roles ‘secretariales’, y a los hombres, un título de ‘ejecutivos’”.

Los investigadores creen que los líderes del cristianismo primitivo trataron de erradicar cualquier otra idea radical, como los textos encontrados en Nag Hammadi o el Evangelio de María Magdalena. Y quienes tenían aquellos documentos optaron por tirarlos o esconderlos.

Pero la pregunta sigue en el aire: ¿Cómo llegó María Magdalena a ser calificada de prostituta?

La difamación

Karen King indica que se necesitaba una historia alternativa para narrar la vida de María Magdalena y su posición de liderazgo.
“A principios del siglo IV, teólogos cristianos empezaron a construir una historia alterna. El primer movimiento fue asociar a María Magdalena con la mujer pecadora que ungió los pies de Jesús con sus perfumes —citada en Lucas 7:36-50—.

Pero la confusión continuó al asociar a esta última con la María que aparece en el Evangelio según San Juan (12:1-8), quien también ungió los pies del Mesías con perfumes y que, en realidad, era hermana de Marta. Fue así como la María mencionada en el Evangelio de Juan se asoció con María Magdalena y de esa forma se convirtió en la pecadora que ungió a Jesús, así como con toda pecadora que aparece en la Biblia”, apunta King.

En efecto, “puede ser que a partir de ahí se haya empezado a difamar a María Magdalena”, dice Romero.

Pero la transformación de apóstol a pecadora, y luego a arrepentida, se asentó durante el sermón del papa Gregorio el Grande, a finales del siglo VI. Esto fue lo que dijo acerca de María Magdalena: “Ella, a la que Lucas llama mujer pecadora, y a la que Juan llama María, nosotros creemos que era la María de la que salieron siete demonios, de acuerdo a Marcos”.

El sermón prosiguió, y dijo que ella luego se arrepintió y que transformó el conjunto de sus pecados en virtudes. De esta forma, María Magdalena pasó de ser una líder apostólica a prostituta arrepentida, así como un modelo idóneo para que los seguidores de la fe cristiana reflexionaran sobre sus pecados y se arrepintieran.

La Iglesia Católica, posteriormente, le adjudicó un día en la santoral, pero era una santa que personificaba el arrepentimiento.

¿Cómo recordarla?

En 1969, la Iglesia Católica reconoció que a María Magdalena se le había difamado, y le retiró el título de penitente de su nombre en el santoral.

Pese a ello, muchos aún la recuerdan como la prostituta que se arrepintió, ya que esa imagen duró varios siglos. “El mejor aporte que se puede hacer es que la gente cambie la perspectiva que tiene de ella”, expone Romero.

Por eso, hay que recordarla como una extraordinaria mujer que destacó en el movimiento cristiano, que siguió fielmente a Jesús y que fue testigo de su crucifixión y Resurrección. Tal vez algún día se le acepte como lo que de verdad fue: una de las fundadoras de la fe cristiana.

En 2016 el Papa Francisco anunció que la celebración a María Magdalena cada 22 de julio sería elevada al rango de festividad litúrgica, es decir, al mismo nivel que la festividad de los 12 apóstoles, por que, de acuerdo con el Papa, Jesús la quería mucho, permaneció junto a él durante su crucifixión, lo lloró en su tumba y fue la primera enver a Jesús tras su Resurreción. 

Este anuncio resaltó la importancia de la mujer en la Misión de Cristo y de la Iglesia. “Santa María Magdalena es un ejemplo de evangelización verdadera y auténtica, es decir, una evangelista que anuncia el gozoso mensaje central de Pascua”, segun el Vaticano.

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