Hecha para ganar
La joven Nadia, nacida el 12 de noviembre de 1961 cerca de Bucarest, fue reclutada para la gimnasia cuando solo tenía 6 años por uno de los grandes entrenadores de este deporte, el mítico Bela Karolyi, que la preparó para que, sin haber cumplido los 15 años, ya fuese una de las gimnastas prodigio de la historia.
A los 13 años ya era la campeona del mundo juvenil, lo que significa estar en las puertas de la realeza de este deporte. Y un año más tarde, ya era la mejor del mundo contras las grandes de la época. Su triunfo era una revolución, porque desplazaba a las gimnastas rusas con la nueva escuela que estaban formando los rumanos.
Pero fue en Montreal, en los Juegos Olímpicos de 1976, donde escribió una página histórica que fue comentada en todo el mundo, porque incluso las programaciones de las televisiones estadounidenses, rusa, rumana, canadiense… interrumpieron sus programaciones para dar la noticia de la matrícula de honor de la rumana.
Nadia se retiraría en 1984, sin formar parte del equipo olímpico rumano que compitió en los Juegos Olímpicos de Los Angeles en 1984, donde el oro sería para la explosiva Mary Lou Retton, en ese momento bajo las órdenes de Bela, que había dejado Rumanía paran instalarse en un rancho de Texas donde había formado una escuela de gimnasia.
Los éxitos de Nadia no se pueden resumir en medallas, aunque ahí quedan nueve metales —cinco de oro— en dos Juegos Olímpicos, cuatro mundiales y doce de Europa, con tres títulos absolutos en este torneo.
En las paralelas asimétricas fue la primera mujer en hacer la salida con un doble mortal de espaldas, que también era un paso más en el aumento de dificultad de la época, y en la barra de equilibrio ella hacía normal lo que para el resto era imposible. A partir de esa superioridad en esos ejercicios, cimentó su hegemonía a lo largo de casi una década.
https://www.youtube.com/watch?v=_qN0Fs2aN10
Parte de la magistral participación de Nadia Comaneci en Montreal 1976. (Video: tomado de Youtube)
Cuando Nadia abandonó la competición, en Rumania ya tenían sucesoras, como Daniela Silivas, Caty Szabo… para mantener ese dominio rumano, aunque ya no estuviese Karolyi al frente de la fábrica de las gimnastas. Y a Comaneci pensaron darle una salida deportiva. Trabajó primero con las jóvenes de su país, para tener a continuación una experiencia profesional en Canadá, donde sigue siendo una heroína con su título de Reina de los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976.
La niña de los ojos tristes y la mirada huidiza se había convertido en una mujer, y su fama, belleza y carisma la convirtieron en objeto del deseo de uno de los hijos del dictador Ceaucescu, de quien fue novia durante una larga temporada, aunque se sabía que la gimnasta no era feliz en aquel entorno que utilizaba su imagen para mantener una política que estaba acabando con el pueblo rumano.
Nunca lo ha contado abiertamente, ni ha dado detalles reales de su espantada al régimen del dictador, pero el caso es que Nadia abandonó Rumania entre el 27 y el 28 de noviembre de 1989. Se escapó por carretera, cruzó de manera ilegal Hungría y Austria para acabar en Estados Unidos.
Pero aquella escapada no fue sencilla, y recurrió a subirse a camiones, a coches, a vivir a escondidas hasta embarcarse hasta los Estados Unidos, donde vivió sus primeras semanas escondida en un motel de carretera con un camionero con el que tenía relaciones sexuales a cambio de cama, palomitas de maíz y refrescos de cola. Nadia era objetivo de la prensa internacional, y su benefactor intentaba enriquecerse a costa de su buena obra cobrando por las entrevistas de la famosa fugada.
Residente estadounidense
Por fortuna para ella, aquel medio cautiverio no fue excesivamente largo. Inmigración la recogió pronto y le concedió la residencia en los Estados Unidos para que pudiese trabajar en el país, y se dice que en la distancia también Bela Karolyi le ayudó económicamente en los primeros momentos para que pudiese salir a flote en su nuevo país, que con los años también le concedió la nacionalidad estadounidense.
En su nuevo destino, Nadia recompuso su vida y se casó en 1996 con una de las estrellas de la gimnasia local, Bart Conner, con quien tiene también un negocio gimnástico, porque en Estados Unidos proliferan los clubes privados de calidad. Para entonces, ya era una deportista que recorría los Estados Unidos promocionando la gimnasia, además de ser la imagen de una firma de lencería.
Regresó a Rumania en 1996, la primera vez desde su huida, para escenificar su enlace matrimonial con el exgimnasta Conner, y en su país fue recibida como lo que era, una heroína que se había desmarcado de la dictadura de una manera revolucionaria: había plantado directamente a la familia Ceaucescu y luchado por su libertad.
Una historia como la de Nadia era imposible que se quedase fuera de las publicaciones: se han ido publicando varias biografías no oficiales sobre la exgimnasta, que en 2003 publicó su primer libro Cartas a una Gimnasta Joven, todo poco antes de tener a su primer hijo, ya madura, Dylan Paul.
Polifacética, Nadia es el segundo deportista en tomar la palabra en las Naciones Unidas, además de activista deportiva, ha colaborado como comentarista de la televisión estadounidense desde los Mundiales de Indianápolis, además de colaborar en tres Juegos Olímpicos consecutivos con Televisa.
Actualmente, su vida sigue vinculada a la gimnasia, con negocios en paralelo a este deporte, y también es una de las imágenes de la Federación Internacional, del Comité Olímpico rumano, y de un buen número de organizaciones de voluntariado internacional. Aunque posiblemente poca gente actual haya presenciado su 10 en Montreal, cualquier aficionado al deporte reconoce esta gesta, para siempre en los anales del deporte olímpico.
“Tema de Nadia”, una composición en honor de la gran gimnasta. (Video: tomado de Youtube)