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¿Por qué se celebra la Semana Santa?

Todos sabemos que la Semana Santa incluye misas, ayunos y procesiones. Sin embargo, no todos conocen el significado de esta celebración.

Entre cucuruchos de color morado y negro avanza el Nazareno durante la Semana Santa. Procesión de Lunes Santo. (Foto: Hemeroteca PL)

Entre cucuruchos de color morado y negro avanza el Nazareno durante la Semana Santa. Procesión de Lunes Santo. (Foto: Hemeroteca PL)

La conmemoración de la Semana Santa en nuestro país es única, ya que combina elementos de la ancestral cultura maya con las creencias católicas traídas por los españoles hace más de 500 años.

El fervor católico que se vive en la Guatemala actual tiene tintes casi mágicos, místicos; es por ello que la Semana Santa de este país es única en el mundo.

Esa imaginería se debe al sincretismo, que la Real Academia define como un sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes. En este caso, nuestra gente combina elementos que datan de la cultura maya y del catolicismo impuesto por los españoles, en las épocas de la Conquista y de la Colonia.

Muestran el sincretismo, por ejemplo, factores tan sutiles como elaborar la figura de una mariposa en la alfombra por donde pasan las andas de Cristo. La mariposa, para los mayas, dejaba de ser un simple insecto, simbolizaba el Sol —una de sus máximas deidades— y que representaba, además, la vida y el más allá. Esa imagen no aparece por ningún lugar en las actividades de Semana Santa que se celebra en España. Nuestra festividad es, sin duda, única.

Creación de la Semana Santa

Fue el Concilio de Nicea —convocado por el emperador romano Constantino I, en el año 325— el pilar que le dio forma a la Semana Santa. De hecho, con él se declaró la creencia de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, y también se decidió cuándo debía ser la Pascua y la forma como debía calcularse.

Posteriormente, la Orden de los Caballeros Templarios fomentó el culto de la Pasión. Al desaparecer esta mítica orden —cerca del siglo XIV—, los franciscanos se dedicaron a conservar las tradiciones que se habían adquirido con el tiempo.

Precisamente, ellos fueron quienes desarrollaron el Vía Crucis, uno de los aspectos más representativos de la festividad.
Las primeras liturgias se celebraban solo entre religiosos encerrados en los templos, y con dificultad alguien más lograba ingresar, al considerársele pecador.

Tiempo después se llevaron a cabo procesiones; en aquella Europa Medieval eran simples, “con personas que salían a las calles para sacar sus culpas; había, sobre todo, oraciones, y otros que se golpeaban como penitencia”, explica Johann Melchor, historiador.

 

Época prehispánica

Para comprender la actual Semana Santa hay que escudriñar entre nuestras raíces mayas, en las que se hallan sorprendentes coincidencias que, quizás, ayudaron a que la religión católica encajara más con las creencias de los nativos americanos.

Una de esas similitudes es que nuestros antepasados usaban un palanquín, una especie de anda para llevar en ella a personas importantes, a soberanos. Así lo muestra el Vaso de Ratinlinxul, de Alta Verapaz, donde aparece pintada una procesión con un noble sentado sobre un tipo de cesta y hombres que la sostienen sobre sus hombros. Detrás de ellos se observan cinco músicos, unos con instrumentos parecidos a las trompetas y otros con chinchines.

Además, en un dintel de madera del Templo I de Tikal hay una escena esculpida en la que un señor divino (en maya chol K’ul Ahaw) está sentado sobre un anda, cargado en hombros por varias personas.

Pero más allá de que los mayas hayan usado andas, lo curioso es que de ellos se heredaron ciertas características, como el uso de dosel y bolillos; el anda de Jesús de Candelaria es una de ellas. En los diseños que traían los españoles, éstos elementos no existían. Ambos se fusionaron y es lo que tenemos ahora.

También se tenían las alfombras de flores, un homenaje con que se tributaba a los señores cuando éstos pasaban sobre sus palanquines. Pero también se compartía el gusto musical, y para ello utilizaban el pito, caparazones de tortuga, tambores, raspadores de hueso, caracoles o cañas tubulares.

Además de las andas o las alfombras, existen otros factores que se compartían con los ibéricos, como el uso de la cruz, para simbolizar los cuatro puntos cardinales. Por esa razón, sus plazas eran construidas de forma cuadrada, y en el centro era donde se paraba el gobernante.

“La cruz no es judeo-cristiana; incluso, en Chiapas y algunas partes de Huehuetenango, aún se usa para que no entren los malos espíritus en sus aldeas”, indica Juan Antonio Valdés, doctor en Arqueología. También como simbolismo de purificación, los mayas ayunaban en los cinco días finales de su calendario, así como para festividades especiales, explica el experto.

A los nativos, según Valdés, no les fue difícil comprender o aceptar la existencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), ya que para ellos, los creadores de este mundo también fueron tres, hoy conocidos como G1, G2 y G3 (Contemplaciones, 2009). Tampoco les fue difícil asimilar a la Virgen María, porque ellos la asociaron con la Luna (madre creadora de vida).

En fin, dos culturas muy distantes —la europea y la americana— “unieron sus creencias y de esa manera instauraron una festividad multiétnica y multicolor”, puntualiza Valdés.

 

Época colonial

Con la venida de los conquistadores españoles a América se inició el proceso de evangelización. Como en Europa, la Semana Santa en Guatemala también se vivía en un ambiente simple, principalmente en torno de los conventos franciscanos y dominicos, que eran los más influyentes —indica Melchor—, y celebrada por lo regular solo por españoles y criollos.

La evangelización, sin embargo, fue calando fuerte, por lo que se crearon las cofradías, en las que el obispo era el “encargado principal del cuidado de las almas”. Cada una de estas organizaciones se basaba en tres aspectos: el institucional, el económico y el religioso, este último con la obligación de difundir la doctrina cristiana, sobre todo en los pueblos indígenas. En la Semana Santa, las cofradías servían como medio para que la gente recibiera la enseñanza de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo (Contemplaciones).

Con el paso del tiempo, la imagen del Nazareno fue la más venerada, incluso hasta nuestros días, junto a la Dolorosa.

En las primeras procesiones, los indígenas introdujeron elementos de sus antiguas creencias, como colocarle plumas a un Cristo, tal como lo hacían ellos a sus antiguos dioses. Esos rituales aún se mantienen. “Esto es el sincretismo guatemalteco, religión católica y antiguas creencias”, fusionadas y que conviven en armonía, menciona Melchor.

Tiempos difíciles

Después de la Independencia, la situación de la Iglesia Católica y la Semana Santa se vieron amenazadas por los gobiernos de turno.

Los problemas surgieron en 1829, cuando Francisco Morazán tomó el poder y expulsó al clero regular y al arzobispo, y expropió los bienes de la iglesia y de las cofradías. Esto se extendió hasta 1839, cuando Rafael Carrera llegó a la presidencia y defendió las tradiciones católicas.

De 1871 a 1944, bajo los gobiernos liberales, que tenían una ideología antieclesiástica, resurgieron las tensiones. “Opinaban que las actividades de Semana Santa eran retrógradas, y así lo expresaban públicamente”, refiere Melchor. “Las procesiones estaban prohibidas; a pesar de eso y ante escasa presencia del clero, los feligreses lucharon por sus creencias y salieron con valentía a las calles para llevarlas a cabo”, agrega.

“Se puede afirmar que las procesiones de Semana Santa salvaron la religiosidad, devoción a los santos y el bagaje cultural” (Contemplaciones).

Con la caída de Jorge Ubico, en 1944, y el ascenso de Juan José Arévalo, las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno fueron más cordiales (a excepción con el poder de Jacobo Árbenz, tildado de comunista). En tanto, el Nazareno, que venía desde la Colonia, seguía su recorrido por las calles. “No importa cómo, pero la población siempre ha dicho que el anda pasa, porque pasa”, expresa Melchor.

A partir de 1954 se abren los espacios en definitiva, y la Semana Santa, por fin, se consolida.

El anda, la música, el incienso, las crucifixiones en vivo, las oraciones, los colores, sabores y expresiones del pasado maya, mezclados con las creencias que se traían desde Europa, hicieron de ésta una celebración única: la Semana Santa guatemalteca.

¿Qué se celebra día a día?

Para los católicos, las festividades comienzan el Domingo de Ramos y culminan el Domingo de Resurrección. En cientos de países, el lunes de Pascua también es día de recogimiento.

El punto de partida es el significado de los días. Los más importantes son los que aluden a la Pasión y Resurrección. Se trata del Triduo Pascual, que comprende desde la tarde del Jueves Santo hasta la madrugada del Domingo de Resurrección. Luego sigue toda la simbología que acompaña el guardar cada uno de esos días.

El pan y el vino son símbolos del Jueves Santo, una tarde en que la misa y el color blanco son los protagonistas. Estos elementos figuran el cuerpo y la sangre de Jesús para recordarlo en la eucaristía. El pan ázimo y el vino son parte de la pascua judía, que recordó Jesús en la Última Cena. Para los cristianos, Jesús se convirtió en el Cordero de Dios (Jn 1,29) que derramó y ofreció su sangre en la cruz.

El lavatorio de pies (Jn 13,1-20) se lleva a cabo el Jueves Santo por la noche, y representa ponerse al servicio de los demás y humillarse ante el mundo, como lo hizo Jesús.

La cruz comienza con el simbolismo de la Pasión del Viernes Santo, día que empieza de rojo y culmina de negro. Sábado Santo inicia con el luto por la muerte de Jesús y termina con la Vigilia Pascual, antesala a la Resurrección. El Domingo de Resurrección se celebra el triunfo de Cristo sobre la muerte e inicia otro ciclo litúrgico: la Pascua, durante 50 días.

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