En Grecia y Roma, la flagelación era más infamante que la fustigación. Solo se aplicaba a esclavos y criminales condenados a morir en la cruz. A veces, el reo moría por los azotes.
La flagelación hebrea constaba de 39 golpes; en cambio, la romana lo dejaba a juicio de los verdugos, que evaluaban el número de golpes y el sitio para darlos.
Los judíos castigaban para escarnio, y los romanos como forma disuasiva y terminal para un delito. A Jesús se le dio un castigo más severo.
¿Castigo o advertencia?
El castigo por azotes, que variaba entre 50 y 200, servía como escarmiento. La cantidad de golpes estaba relacionada con la gravedad del delito. Los romanos lo utilizaban como disuasivo, pero reservaban la cruz para ofensas mayores como traición al imperio.
Uno a tres soldados de infantería romana, entrenados para castigar a los condenados. Eran especialistas en técnicas de tortura que solo llevaban al borde de la muerte a sus víctimas.
El lugar del castigo regularmente tenía una columna. Las manos eran atadas a argollas de metal. De ese modo, quedaba descubierta la espalda, y aunque el sentenciado desfalleciera, siempre había lugar y tiempo para más golpes.
Efectos de la flagelación
La espalda quedaba desgarrada, y la espina dorsal, expuesta. Las laceraciones rasgaban músculos, venas y tendones.
Piel
- Laceraciones, ulceraciones, contusiones, dolor intenso por terminaciones nerviosas expuestas.
- Hemorragia que causa hipotensión.
- Contusiones en dorso y pecho: dolor, inflamación de la pleura (pleuritis), lo cual causa respiración dolorosa.
- Las contusiones en área lumbar causan daño renal. Los riñones dejan de producir orina.
Hipovulemia
- El dolor causa conmoción hipovulémica: es decir, falta de sangre.
- El corazón se acelera para bombear sangre inexistente.
- Baja la presión sanguínea, lo que provoca desmayos.
- La persona comienza a sentir sed porque el cuerpo se deshidrata por la pérdida de sangre.