Adiós a una de las calles más visitadas de la capital, donde extranjeros y locales son siempre recibidos con el baile de escorpiones incrustados vivos en finos palos de madera, preparados para asar a la plancha y ser devorados por los clientes más osados.
La falta de higiene en el almacenamiento de la comida o en la gestión de la basura, que se suele acumular en medio de la calle, además de las quejas vecinales por el ruido, han sido el detonante para que las autoridades hayan decidido poner fin a estos comercios situados en el centro de la urbe, a escasos metros de Wangfujing, una de las avenidas doradas de Pekín, repleta de tiendas de lujo.
El mercado nació en 1984 como un conjunto de puestos callejeros y al principio presentaba la diversidad culinaria de Pekín, pero poco a poco fue incorporando aperitivos y platos de otras partes de ese país.
Hoy el visitante puede encontrar desde rollitos de primavera, patos asados o pinchos de pollo, cordero o intestinos, hasta serpientes, cigarras, estrellas o caballitos de mar, que se venden a un precio más elevado de lo normal dada la peculiaridad del sitio.
Cualquier guía sobre China aconseja visitar este mercado pequinés y es habitual ver a extranjeros, y también a locales, fotografiándose o grabando en vídeo la experiencia de probar un saltamontes frito o una lagartija con los tradicionales farolillos rojos de fondo.
Una escena que en ocho días ya no se podrá repetir en esta metrópolis, aunque sí en otras partes de la nación, como en la provincia sureña de Cantón, donde algunos de los insectos que tanto se repudian en Occidente siguen formando parte del menú.