La capacidad del Ejército afgano, que se desarrolla rápidamente para contener la insurrección islamista, es la clave para evitar una guerra civil generalizada en Afganistán una vez que se vayan los 100.000 hombres de la fuerza internacional (ISAF) en 2014.
Según el general Azimi, el Ejército es responsable de garantizar la seguridad de más del 75% del país, pero necesita mejores equipos, en particular, para protegerse contra las minas antipersona, si quiere reducir sus bajas.
La OTAN tiene como objetivo formar un máximo de 350.000 soldados y policías afganos para finales de 2014. Las deserciones y la escasa moral son algunos de los principales problemas que aquejan a las fuerzas de seguridad locales y que más preocupan a los responsables militares.
Los “ataques desde dentro” de algunos miembros de las fuerzas de seguridad afganas contra los soldados de la OTAN y los instructores occidentales han dejado más de 60 muertos este año, socavando la confianza entre el ISAF y los militares afganos. Los talibanes fueron expulsados del poder en 2001, pero desde entonces combaten al Gobierno proestadounidense del presidente Hamid Karzai.