El sacerdote, de 75 años, residía en Siria desde 1966 y fue ejecutado a sangre fría por un desconocido, indicó el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH).
El secretario de la Orden de los Jesuitas holandesa, Jan Stuyt, confirmó que el padre Van der Lugt fue asesinado el lunes por la mañana.
“Un hombre vino a buscarlo, lo sacó de la casa y disparó dos balazos en la cabeza, en la calle, frente a su casa”, explicó.
A pesar de las condiciones de vida extremadamente difíciles y de la penuria de comida, el jesuita había optado por quedarse en la ciudad vieja de Homs, asediada y bombardeada desde hace dos años por las tropas de Bachar al Asad, para testificar de su solidaridad a la población siria.
“Así murió un hombre de paz que, con una gran valentía, en una situación extremadamente riesgosa y difícil, quiso seguir siendo fiel al pueblo sirio al que había dado desde hacía mucho tiempo su vida y su asistencia espiritual”, declaró el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano.
“En este momento de gran dolor, expresamos nuestro gran orgullo y gratitud de haber tenido un hermano tan cercano de los que sufrían más”, añadió.
Se ignoraba de momento los motivos de este asesinato y Jan Stuyt dijo no saber si el sacerdote había sido amenazado.
La agencia oficial siria Sana informó de su muerte al acusar a un “grupo terrorista armado de haber disparado de madrugada contra el sacerdote en el monasterio de los padres jesuitas en el barrio de Bustane al Diwane en Homs”.
“Un árabe entre los árabes”
El padre van der Lugt, quien ha vivido casi cinco décadas en Siria, será enterrado en ese país “de acuerdo con su voluntad”, subrayó Stuyt.
En febrero, el padre había declarado a través de Skype que consideraba a Siria como su patria.
“El pueblo sirio me ha dado mucho, mucha amabilidad, mucha inspiración y todo lo que poseo. Ahora que sufre debo compartir su pena y sus dificultades”, había explicado .