Roberto Valencia, un periodista que se especializa en estos grupos criminales, dice estar shockeado con lo que acaba de comprobar con sus propios ojos en la emblemática prisión de Ciudad Barrios.
BBC NEWS MUNDO
Bukele contra las pandillas: entre las maras de El Salvador “hay una tregua, un acuerdo para no atacarse” en las cárceles, asegura el experto Roberto Valencia
El sistema penitenciario de El Salvador es uno de los más hacinados del hemisferio.
El periodista Roberto Valencia entrevista a un pandillero retirado de la Mara Salvatrucha en el Centro Penal Izalco Fase III, en febrero de este año. (Foto Prensa Libre: Alejo Carbajal)
El reportero, quien trabajó durante años en El Faro, es uno de los que más en profundidad ha estudiado el fenómeno y cuenta con un acceso privilegiado a la fuente, visitó la que fuera el cuartel general de la Mara Salvatrucha o MS-13, la más organizada y extendida de estas organizaciones criminales.
Lo hizo a los días de que el presidente Nayib Bukele, ante un notable alza de homicidios en el país, anunciara por medio de un tuit el fin de la política de segregación de las pandillas por cárceles.
Al contrario de lo que expertos y portavoces de organismos internacionales advirtieron ante la decisión del gobernante, lo que el reportero vio allí es una convivencia sin violencia, con gestos incluso de “camaradería” y “respeto”, cuenta.
Valencia asegura se debe a que están en tregua –corriendo el Sur, en argot pandillero- y que, además de su propio testimonio, tiene el documento oficial clasificado que lo prueba: un reporte del Centro Penitenciario Izalco Fase II, con sello de la autoridad correspondiente y fechada al 29 de abril, en el que un pandillero informante detalla las condiciones del acuerdoy las consecuencias de romperlo.
BBC Mundo le preguntó al gobierno salvadoreño si le constaba la existencia de tal informe. “No hay ninguna tregua”, obtuvo por toda respuesta, por medio de un mensaje de WhatsApp del secretario de prensa de la Presidencia, Ernesto Sanabria.
Lo que no ha habido desde el 26 de abril, día del anuncio, es ningún reporte de la Dirección General del Sistema Penitenciario ni de los medios locales sobre asesinatos en las cárceles destinadas a los pandilleros, ni de motines u otros episodios violentos.
Esto es un extracto de la conversación que BBC Mundo mantuvo sobre la cuestión con Valencia, autor entre otros de “Cartas desde Zacatraz”, una investigación periodística de siete años que gira en torno a la figura de un líder pandillero y que termina siendo un relato que conecta la violencia de estas organizaciones con la reciente historia sociopolítica de El Salvador.
A dos semanas de que el presidente Bukele diera luz verde a usar “la fuerza letal” contra los pandilleros y que anunciara el fin de la segregación por pandillas en las cárceles ¿ya empezaron a juntarlos en celdas?
Sí. Inmediatamente después de que se hiciera el anuncio, en cuestión de uno o dos días, se mezclaron.
¿Pero siguen los pandilleros en prisiones exclusivas para ellos? ¿O los mezclaron también con presos comunes?
Las cárceles siguen siendo cárceles de pandilleros. Ese paso adicional que sería mezclarlos con presos civiles todavía no se ha dado.
Dudo que esta sociedad y estos grupos estén preparados para darlo sin el temor a que vaya a haber una masacre que acapare los titulares de medio mundo por el número de muertos en una noche.
Por lo tanto, ahora mismo hay seis centros penales exclusivos para pandilleros (las tres cárceles en una de Izalco, la de Quetzaltepeque, la de Gotera y la de Ciudad Barrios), en los que me consta que ya se han traducido en la práctica los tuits del presidente con aquellas órdenes.
El caso particular del penal de seguridad de Zacatecoluca, mejor conocido como Zacatraz, lo desconozco.
Al principio desconfié de que (la medida) se fuera a implementar en estos seis penales diseñados para pandillas, por un detallito.
El 25 de abril hubo una convocatoria a todos los medios nacionales e internacionales a uno de los de Izalco. De allí salieron las imágenes, no esas que dieron la vuelta al mundo sino otras anteriores, de pandilleros cortando placas para ponerlas en las puertas.
Así que pensé que se ensayaría con los presos de ese sector en particular, pandilleros sí activos pero de menor peligrosidad.
Por eso reté al gobierno para que me demostrara que no era así y tuve acceso a un penal simbólico como es el de Ciudad Barrios, que durante muchos años fue prácticamente el cuartel general de la Mara Salvatrucha.
Allí esta mañana (el jueves pasado) se han despertado después de dormir en las mismas celdas miembros de pandillas que arrastran una rivalidad muy visceral y muy sentida que ha ocasionado miles y miles de fallecidos entre sus propias filas y el resto de la sociedad.
Precisamente, se advertía de una escalada de la violencia en las cárceles si se empezaba a mezclar a pandilleros de distinta denominación en las celdas. Pero no han trascendido reportes ni de muertes ni de motines.
Sí, así es. No ha habido nada de eso.
Además, una cosa es que el Estado los obligue a estar juntos, mitad y mitad, (los miembros de) cada una a un lado de la celda, y con malas caras, y otra cosa es lo que vi yo en la cárcel de Ciudad Barrios.
¿Qué es lo que viste?
Están conviviendo en celdas hacinadísimas.
Ciudad Barrios es un penal que tiene capacidad para 1.000 personas, un número ya muy generoso, porque con los años han ido desapareciendo sectores que eran para la rehabilitación de los internos, el objetivo explícito recogido en el artículo 27 de la Constitución, y se han vuelto zonas de celdas.
Pero incluso con esos arreglos, ese penal no debería tener más de 1.000 reclusos, y esta semana están durmiendo ahí más de 3.600 pandilleros. El nivel de hacinamiento es brutal.
¿Y cómo los viste convivir? ¿Conversan entre ellos los miembros de las distintas pandillas? ¿Comparten actividades? ¿O ni se miran, o se hacen malas caras?
Están incluso revueltos.
Me chocó eso, que no fueran dos grupos completamente separados que están en el mismo lugar porque saben que su pandilla les va a cobrar caro no hacerlo.
Algunos ejemplos de hasta camaradería puede presenciar.
Cuando llegaba a las celdas lo primero que hacía era preguntar por los encargados. En circunstancias normales suele haber un encargado de celda, pero ahora hay dos.
Se paraban rápido uno de la MS y otro de la 18-Sureños, y se hablaban, tenían entre ellos palabras de camaradería y de respeto.
No vi nada que, si no conociera el problema, me invitaría a pensar que estos son grupos que se odian a muerte y que tienen una rivalidad histórica que hunde sus raíces hace décadas.
Eso sí, una de las precauciones que tomaron las autoridades es meter grupos equilibrados.
Es decir, en celdas en las que hay 80 pandilleros, han intentado que sean 40 (de una pandilla) y 40 (de otra). Que no sean 70 y 10, para que no estén sometidos esos 10.
Lo que cuentas parece estar muy lejos del “baño de sangre” del que se había advertido como posibilidad.
Leí varias interpretaciones que anunciaban masacres, baños de sangre, con esas palabras.
Era una posibilidad, pero después de analizar un poco más y a varios días de que se implementara la medida, cada vez estoy más convencido de que el gobierno no dio este paso sin saber que eso no iba a pasar.
En los últimos meses había habido una serie de indicios que permitían suponer que no se iban a matar.
(Hacían pensar) que hay entendimientos entre las pandillas en los que ya se había previsto esta situación, y por los que los liderazgos que hay en las cárceles ya habían transmitido a los miles de pandilleros que están presos que, si se daba este escenario, tendrían que actuar como se está actuando.
Es decir, sin violencia.
Dices que hubo indicios. ¿A qué te refieres?
Por ejemplo, Ciudad Barrios es un penal que desde septiembre de 2004 se asignó exclusivamente a la Mara Salvatrucha.
De hecho, adquirió mucha relevancia durante la tregua -entre la MS-13 y el Barrio 18 en 2012-, porque cuando sacaron de Zacatraz a los liderazgos históricos (la figura principal Borromeo Enrique Henríquez, alias “Diablito de Hollywood”), los llevaron a Ciudad Barrios.
Pero dejó de ser el penal exclusivo de la Mara Salvatrucha a las pocas semanas de que asumiera este Ejecutivo.
A finales de julio ya hubo un movimiento importante de miles de elementos de la 18 a ese penal.
Claro, había un matiz muy importante: estaban bajo el mismo techo, pero en celdas completamente distintas.
El cambio ahorita ha sido que están en la misma celda.
Es decir, en la noche podrían hacerse lo que quisieran sin que prácticamente nadie pudiera evitarlo.
Pero han tenido unos meses de convivencia en los que algún tipo de contacto había, en alguna salida por ejemplo, y no ha habido mayores problemas en ese sentido.
De hecho, me contaban una anécdota muy particular.
El sistema penitenciario salvadoreño tiene un problema desde hace ya algunos años de tuberculosis, aunque ahora está más controlado. En Ciudad Barrios entró el bacilo de Koch, se enfermaron algunos y los tuvieron que poner aislados.
Como no tenían mucho espacio, los aislaron en un mismo lugar. Y ahí ya estuvieron conviviendo, enfermos de tuberculosis, miembros activos de distintas pandillas.
Lo de activos es un matiz muy importante, porque ya antes se habían publicado fotos de ovejas, o gente que de alguna manera dejó la pandilla o tienen problemas con ella, conviviendo en las mismas celdas. Esas fotos ya las conocíamos.
Lo que es nuevo ahora es que sean miembros activos y que sea de una forma generalizada en todo el sistema penitenciario.
Has dicho que la convivencia sin violencia de estos días en las prisiones se debe a un acuerdo entre las organizaciones rivales para no atacarse. Así lo has afirmado en un artículo escrito para The Washington Post: que existe una tregua carcelaria entre las pandillas MS-13 y 18–Sureños. ¿Cómo te consta?
Sí, y también aplica a la 18-Revolucionarios.
Hay una tregua, un acuerdo para no atacarse, que es lo que la naturaleza de estos grupos les ha llevado a hacer durante los últimos 30 años.
Ese acuerdo de no agresión existe y no es un acto de fe: llevan días durmiendo juntos y no se reporta el más mínimo incidente.
Y este no es un caso en el que tengamos que fiarnos ciegamente de lo que trasladen las autoridades, que son las que tienen el control y conocen lo que ocurre en las cárceles.
La cárcel no es un parque al que un periodista pueda ir contrastar con sus propios ojos y su propio reporteo qué está sucediendo.
Una cárcel es un territorio al que no se entra, por lo que podría ser que estuviera habiendo peleas o riñas y que no nos estuviéramos enterando. Pero no es el caso.
Yo lo he podido comprobar con mis ojos y mi reporteo en el que es el centro penal emblemático por las circunstancias ya mencionadas.
Tú aseguras que existe un documento oficial que detalla cómo se organiza la convivencia entre miembros de distintas pandillas. El presidente Bukele ha salido a hablar públicamente en estos días. El 5 de mayo hubo cadena nacional. ¿Por qué no lo mencionó?
Creo que esta sociedad es así, empezando por el Ejecutivo.
Salvo en lo que no se puede tapar, como fue ese repunte de homicidios que se registró entre el 24 y el 28-29 de abril, la violencia ya no es un tema tan importante en la agenda nacional; mucho menos en esta coyuntura de pandemia.
Estos hechos que se publicaron hace unos días en un medio como The Washington Post, no creas que han paralizado los debates en esta sociedad.
Ahora mismo si entras a las redes sociales de El Salvador verás que se está discutiendo más sobre la medida de haber suspendido por 15 días el transporte público para intentar forzar a que la población permanezca en su casa.
No es esta una sociedad que está opinando y reflexionando sobre estos cambios, y tampoco lo está haciendo formalmente el Ejecutivo, los actores que deberían liderar estos debates.
Supongo, esto es una suposición, que no lo está haciendo el gobierno porque es un tema de alguna manera incómodo.
Creo que cualquier persona que quiera vivir en democracia y que respete el Estado de derecho debe alegrarse de que no tengamos un escenario de baños de sangre y de motines y muertos en las cárceles ahora mismo.
Pero lo que está pasando abre un abanico de opciones a medio y largo plazo que algunas no son muy cómodas para un gobierno.
¿Qué opciones?
Por ejemplo, que esta convivencia en las cárceles a medio y largo plazo se traduzca en coordinaciones, incluso maneras conjuntas de trabajar mucho más intensas que las que ha habido hasta la época entre estas estructuras.
En un principio, no sería una buena noticia para esta sociedad.
Se estima que tienen no menos de 60.000 miembros en un país de 6,7 millones de habitantes, además de su colchón social.
Y es por eso que su actividad criminal produce tanto daño en el diario vivir de la inmensa mayoría de los salvadoreños.
¿Y las pandillas tendrían también un acuerdo fuera de las cárceles?
No lo creo.
El odio entre estas pandillas es muy visceral y sigue siendo muy visceral. Lo que está ocurriendo en las cárceles, por novedoso o inédito que sea, es algo que se enmarca dentro de lo que en Estados Unidos, en el área de Los Ángeles, se llama correr el Sur.
Es una expresión de algo ya inventado. Una especie de tropicalización de un modelo que ya existía, que existe desde hace décadas en el sistema carcelario del Estado de California.
Con los ejemplos previos (de EE.UU.), ya sabemos que, en el esquema tradicional de correr el Sur, son acuerdos que se quedan intramuros, dentro de los centros penales. Las rivalidades fuera se mantienen igual de vigorosas.
Creo que no hay por qué presuponer que esto que estamos viendo en las cárceles vaya a tener traslación a la libre, como dicen ellos.
Ese escenario, y aquí entramos en el terreno de las hipótesis, el de que haya más coordinación, que a medio-largo plazo se traduzca en un mayor entendimiento entre las distintas pandillas, es uno de los que puede ocurrir.
Pero a día de hoy alguien de Las Margaritas, una urbanización de Soyapango, uno de los bastiones de la Mara Salvatrucha, no puede cruzar la calle antigua a Tonacatepeque e irse a pasear a la colonia de enfrente, la Santa Eduviges, ni alguien de la Santa Eduviges puede ir a Las Margaritas, sean o no sean pandilleros.
Por su simple condición de ser residentes en sus colonias ya tienen que cargar con esos recortes a las libertades, si se quiere ver desde ese ángulo.
Eso, me consta, no ha cambiado a día de hoy.
Lo has planteado como algo inédito, pero en realidad se ha sabido de la coordinación o colaboración entre distintas pandillas en ocasiones anteriores, con diversos objetivos. El mismo Whisper, el vocero de la 18-Sureños, te confirmó que hubo acuerdos entre las cúpulas de las tres pandillas para disminuir homicidios y otros delitos antes del repunte de hace dos semanas.
Todos los que estamos pendientes del fenómeno de las pandillas coincidimos en la conclusión de que una de las consecuencias innegables de la tregua, un proceso oscuro que se vivió entre 2012 y 2014, fue que las pandillas se empoderaron de su capacidad como actor político.
Actor político no partidario, como actor que tiene un peso en esta sociedad, que solo con sus miembros y su entorno representa un caudal de votos que puede inclinar (la balanza a la hora de) elegir al presidente.
En estas elecciones hubo más margen, pero en las anteriores, el presidente Salvador Sánchez Cerén se eligió por 6.000 votos. Estamos hablando de los cientos de miles de votos que pueden movilizar las pandillas sin coerciones, de los de su propia gente, y tienen encima poder coercitivo.
Ya antes de la tregua (en marzo de 2010) recuerdo una marcha de conjunta de los familiares de las tres pandillas en el centro de San Salvador.
Y luego ha habido acuerdos puntuales en distintos ámbitos.
Lo novedoso esta vez es que están durmiendo juntos. Y no es lo mismo decir que si duermes con tu enemigo te vas a portar bien, que tener que dormir con tu enemigo. Eso es lo novedoso, lo inédito.
También has dicho que la decisión de mezclar a los miembros de las distintas pandillas en las cárceles puede resultar en un punto de inflexión en la evolución de estas organizaciones.
Aunque eso se podrá concluir más adelante, yo sí creo que esto será un punto de inflexión en la historia de las pandillas en El Salvador, como lo fue en su día el inicio del manodurismo.
O como la propia tregua, que fue un punto de inflexión porque nos dejó unas estructuras más empoderadas de su rol político en esta sociedad.
¿Es lo que viste en la cárcel de Ciudad Barrios una muestra de la capacidad de adaptación de las pandillas?
Indiscutiblemente.
No ha habido que esperar a esto para demostrarlo. En cada punto de inflexión se ha visto cómo las pandillas han tenido que cambiar y renunciar a cuestiones que parecían íntimas de sus señas de identidad, como lo podían ser los tatuajes.
Ahorita en la libre el porcentaje de pandilleros tatuados es muchísimo menor, porque existen unas consignas para que así sea, para que a los pandilleros no sea tan fácil identificarlos.
Todo eso es consecuencia de respuestas y adaptaciones a políticas públicas, a actitudes del Estado, que generalmente han sido de corte represivo.
Y esto que tenemos ahora es un ejemplo más.
Hubo actores importantes que anunciaron baños de sangre y no ha pasado, y no parece que sea porque se pusieron de acuerdo intuitivamente en todos los centros penales. No.
Estoy convencido, por lo que había sucedido los meses anteriores, de que tenían la línea de que este escenario podía ocurrir.
Ya estaba interiorizado cómo tenían que actuar si esto ocurría como ha ocurrido.