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Dios, alcohol y hasta derivados de marihuana: los lucrativos negocios de las órdenes religiosas

Enclavado en las montañas Chartreuse, en Francia, el monasterio de la Gran Cartuja es el hogar de un claustro de monjes católicos.

Los miembros de la orden cartuja evitan el contacto con el mundo exterior para enfocarse mejor en la contemplación y la oración.

Pero este escenario místico es la cuna de un producto totalmente terrenal, el Chartreuse, un licor de alta gradación alcohólica producido con una receta que, se dice, fue entregada a los cartujos en 1605.

Eso sí, los monjes de la Gran Cartuja no son los únicos que se dedican a este tipo de empresa.

Hay órdenes religiosas que han producido bebidas alcohólicas (como la cerveza de los monjes trapenses o el vino tónico de la Abadía de Buckfast) por razones económicas y medicinales.

Y algunos de estos productos nunca han sido tan populares como ahora. En una era en la que el origen de los alimentos y las bebidas es cada vez más importante, una bebida con una raíz tan distintiva lleva consigo un cierto prestigio.

La marca Chartreuse vendió 1,5 millones de botellas en el mundo en 2015, a unos US$55 por botella, y todas las ganancias fueron al apoyo de la orden y de sus productos de caridad.

El Chartreuse está producido con 130 plantas, hierbas y flores.

Pero la receta está cuidadosamente controlada, y la mayoría de los monjes no conocen los ingredientes exactos ni el proceso de envejecimiento de la bebida.

Sólo tres de ellos realizan la mezcla de las plantas, la cual es entregada a la destilería en paquetes sin etiquetas para que los ingredientes no puedan ser identificados por empleados de fuera del monasterio que ayudan con la producción.

Riesgo de seguridad

La guía del monasterio, Mathilde Perrin, asegura que quienes no pertenecen a él “saben realmente muy poco sobre la producción”.

Ya que la operación pertenece a los monjes, ellos “hacen lo que quieren y no están obligados a decirle a nadie lo que están haciendo”, agrega.

La destilería está basada en Voiron, un poblado cerca de Grenoble, a unos 24 km del monasterio en Saint Pierre de Chartreuse.

La primera destilería, construida en 1840, estaba dentro del mismo monasterio. Pero a medida que se expandió la producción, el ruido y la conmoción alteraban la forma contemplativa de vida de los monjes.

En las décadas siguientes, la operación se trasladó a varios sitios, y volverá a mudarse en 2018.

Debido a la cantidad de vapor de alcohol, la destilería ha sido considerada un riesgo de seguridad así que deberá reubicarse a un sitio más remoto.

“El gobierno calculó que si algo estallaba, seríamos capaces de hacer explotar todo Voiron”, dice Perrin.

Aunque unas cuantas personas trabajan en la destilería, los monjes controlan la operación remotamente desde el monasterio utilizando computadoras para ajustar las temperaturas durante la producción e incluso pueden clausurar el proceso si es necesario.

Vida lenta

También en la Abadía de Andechs, en el suroeste de Múnich, se puede encontrar una mezcla de lo antiguo y la nueva tecnología.

Aquí, los monjes benedictinos han estado elaborando su cerveza desde 1455.

Bajo la doctrina benedictina, se alienta a los seguidores a completar tareas de forma lenta y constante.

San Benito no tuvo nada qué decir sobre la producción de cerveza, pero su doctrina plantea un enfoque ideal para su elaboración.

“No puedes hacer que las cosas sucedan rápido mientras están elaborando cerveza o viviendo como monje”, dice Martin Glaab, jefe de relaciones públicas.

“Estamos convencidos de que la tradición de la cerveza monástica requiere tiempo para crear un producto de alta calidad”.

El servicio a los demás es otro principio importante de la tradición benedictina, que incluye el hospedaje de peregrinos.

A medida que llegaban más viajeros religiosos, los monjes necesitaban darles sustento, lo que Glaab llaman “el mismo origen de la tradición de elaboración de cerveza de Andechs”.

El monasterio ahora recibe a un millón de visitantes cada año.

Los monjes venden 100.000 hectolitros de cerveza cada año, un medio litro de cerveza clara de Andechs se vende a US$4 en el restaurante del monasterio.

Igual que en Chartreuse, las ganancias de Andechs apoyan la orden y su trabajo de caridad.

¿Qué está detrás de la creciente popularidad de estas bebidas?

Beth Bloom, analista de alimentos y bebidas del grupo de investigación de mercado global Mintel, dice que se debe al creciente interés de los consumidores en el origen de los alimentos y bebidas, y la sospecha de los procesos de producción industrializada.

Bloom dice: “Una de las cosas que resuena con estas bebidas monásticas es su fuente: sus productores. Es este interés en el oficio y la artesanía, y el origen (del producto), las técnicas que se utilizan en su producción”.

“También entra en juego aquí un deseo de tener una experiencia más auténtica” agrega.

“El hecho de que la cerveza está elaborada en un monasterio con años y años de tradición probablemente cuenta en lo que aparece como un producto especializado. Es algo en lo que los consumidores desearían participar”.

Algunas órdenes religiosas incluso han ido más allá de la producción de alcohol, a lo que podría llamarse productos más modernos.

Con oración y meditación

En una granja en Merced, California, las montas de las Hermanas del Valle, muestran su devoción a la curación con productos medicinales producidos con su propia cosecha de marihuana.

La hermana Kate Meeusen fundó la orden religiosa no alineada en 2015.

Aunque se visten con hábitos católicos, sus prácticas espirituales se derivan de lo que llaman “sabiduría antigua”.

Eso se lo dejaron claro a BBC Mundo cuando fue a visitarlas desde que se presentaron, para que no hubiera equívocos.

Las “monjas de la marihuana” que distribuyen sus productos por correo a todo el mundo

“Cuando tenemos dilemas o decisiones qué tomar, nos preguntamos a nosotras mismas: '¿qué harían nuestras madres?' . Ese es nuestro principio básico”, explica Meeusen.

Las creencias del grupo forman el núcleo de sus prácticas empresariales. La producción sigue el ciclo lunar, las mujeres rezan y meditan mientras preparan las recetas en la cocina de la abadía.

Sin embargo, los resultados finales no son embriagantes, a pesar de que están hechos de cannabidiol (CBD).

Debido a que el compuesto no contiene propiedades psicoactivas, los productos están clasificados como cáñamo, cuya venta y exportación internacional es legal.

Con un precio de entre US$85 a US$95 cada uno, los clientes pueden comprar aceite, ungüento o tintura de CBD en internet.

En 2015, las ventas fueron de US$60.000, con ganancias suficientes para pagar los salarios y mantenimiento de la granja.

Debido a la fuente que utilizan para su producto, ha habido intentos de las autoridades locales para que las monjas trasladen sus operaciones a otra parte, algo que la hermana Meeusen rechaza “totalmente”.

La operación quizás no ha logrado la importancia histórica o cultural de una cerveza trapense de Bélgica, pero tiene seguidores devotos.

Javier Sánchez, usuario de aceite y tintura de CBD por problemas de salud, dice: “Hay muchas cosas en este mundo que pueden ofenderte, pero no creo que esta sea una de ellas”.

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