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Ernesto Samper: “Nicaragua está comprometiendo la imagen del progresismo en América Latina”

Cuando llegó el momento de calificar las críticas internacionales contra la represión a la oposición política de su gobierno, la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, eligió cuatro palabras que comienzan con "i": intromisorias, injerencistas, irrespetuosas e intervencionistas.

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Samper informó que ha habido contactos con personas cercanas al gobierno de Nicaragua. (GETTY IMAGES)

Samper informó que ha habido contactos con personas cercanas al gobierno de Nicaragua. (GETTY IMAGES)

Pero muchas de esas críticas provenían de una quinta palabra que comienza con “i” que Murillo no mencionó: izquierda.

La izquierda latinoamericana, cuya historia tiene entre sus hitos aquella Revolución Sandinista que terminó con el régimen de Anastasio Somoza en 1979, ha visto en estos últimos meses cómo se agravó las situación política nicaragüense con la detención de numerosos precandidatos opositores para las elecciones presidenciales de noviembre.

Algunos líderes de izquierda han cuestionado el accionar del gobierno de Daniel Ortega, que en noviembre busca sin oposición su cuarto mandato consecutivo.

En junio, los gobiernos de Argentina y México emitieron un comunicado conjunto en el que manifiestan su preocupación “por la detención de figuras políticas de la oposición”. Esto motivó que Nicaragua retirara a los embajadores de ambos países gobernados por mandatarios de izquierda.

Alberto Fernández, presidente argentino, es uno de los fundadores del Grupo de Puebla, que reúne a líderes progresistas de toda la región. Otros de los fundadores, Inacio “Lula” Da Silva y José “Pepe” Mujica, exmandatarios de Brasil y Uruguay, respectivamente, también han sido críticos con Managua.

En agosto, Lula sugirió a Ortega no abandonar la democracia y añadió: “Toda vez que un gobernante se empieza a creer insustituible, toda vez que un gobernante se empieza a creer imprescindible, surge un poco de dictadura en ese país”.

Un mes antes, Mujica firmó con 140 intelectuales una carta contundente contra el presidente sandinista: “Es difícil saber si Daniel Ortega se enfermó por el poder o está enfermo por mantener el poder o ambas cosas, pero esto ahora y a efectos prácticos no importa”.

Pero ese mismo mes de julio, otro fundador del Grupo de Puebla y también expresidente, Evo Morales, felicitó “al pueblo nicaragüense y al hermano Daniel Ortega” en el aniversario de la Revolución Sandinista.

El Grupo de Puebla, que celebró el 30 de julio sus dos primeros años, no ha mencionado la situación de Nicaragua ni entre sus declaraciones ni entre sus comunicados.

Sí ha mencionado las protestas en Cuba y en Colombia, ha llamado a la estabilidad democrática en Perú tras el triunfo de Pedro Castillo y ha condenado la “persecución política” en El Salvador.

En BBC Mundo hablamos con Ernesto Samper, expresidente de Colombia, fundador del Grupo Puebla y exsecretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).


Varios líderes de izquierda han sido críticos con lo que está sucediendo en Nicaragua. ¿Por qué en el Grupo Puebla aún no se han manifestado públicamente?

No solamente ha habido discusiones internas con miras a un pronunciamiento colectivo, sino que hemos estado haciendo gestiones a través de personas amigas del gobierno de Nicaragua para expresar en primera instancia nuestra preocupación de lo que está pasando, e inclusive nuestro apoyo a medidas que le ofrezcan garantías a la oposición de que sus derechos van a ser respetados.

Para el Grupo de Puebla sería mucho más positivo en términos de resultados, antes que una declaración condenatoria, una exploración con personas amigas del gobierno de Nicaragua, sobre todos si podemos influir de alguna manera para que haya unas elecciones transparentes.

¿Cuál es su percepción personal de lo que está ocurriendo en el país centroamericano?

He estado siguiendo lo que pasa en Nicaragua con mucha preocupación.

Este formato que se está aplicando en Nicaragua, de alguna manera, nos está comprometiendo la propia imagen del progresismo hemisférico.

No es el modelo de lo que nosotros seguimos como una expresión democrática, mucho menos en un gobierno que se declara como socialista.

¿Entonces hay una preocupación no sólo por lo que ocurre al interior de Nicaragua sino también por su repercusión en la izquierda latinoamericana?

Nosotros, dentro del Grupo de Puebla, hemos adoptado un concepto amplio de lo que es la democracia, un poco siguiendo la locución de (Abraham) Lincoln de que la democracia es un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Entendemos que así como hay dificultades en términos de juzgar una democracia electoralmente, también hay que extender el análisis a las democracias que están al servicio de intereses ilegítimos o de unos intereses plutocráticos que no se pueden considerar abiertamente como democracias.

Podemos definir este pensamiento diciendo que hay gobiernos que son democracias electorales pero dictaduras sociales, y hay sistemas de gobierno que son democracias sociales y dictaduras políticas. Nosotros no queremos ni lo uno ni lo otro.

Queremos un concepto amplio de democracia, un compromiso no solo para que las personas sean elegidas a través de procesos democráticos que incluyen garantías para la participación de todo el mundo, sino también proyectos políticos incluyentes que contemplen el tema social.

En el caso de Nicaragua, si bien es cierto que se ha avanzado mucho en el tema de la inclusión social, vemos con preocupación que el camino que está tomando el gobierno no es un camino que formalmente se pueda considerar como democrático y esto nos preocupa, porque compromete la idea que nosotros tenemos del progresismo como resultado de decisiones democráticas.

¿Hay consenso dentro del Grupo de Puebla sobre lo que pasa en Nicaragua? Porque vemos algunos fundadores de la organización criticando a Daniel Ortega y otros, como Evo Morales, felicitándolo en el aniversario de la Revolución Sandinista.

No hay disenso. Algunos países tienen unas relaciones más estrechas que otros con Nicaragua y quizás en esto ha ayudado mucho la actitud que ha tenido Estados Unidos frente a estos países.

Creo que Evo tiene todo el derecho a expresar su preocupación de que no haya una interferencia indebida en la actual situación que vive Nicaragua porque él ha sido víctima de una interferencia.

Entendemos que Nicaragua ha avanzado mucho más que otros países en inclusión social y en temas de crecimiento económico, pero la manera de validar esos avances desde el punto de vista político -y aquí sí creo que hay una mayoría de expresiones en este sentido en el Grupo de Puebla- es a través del respeto de los derechos humanos.

En los comunicados referidos a la situación cubana, por más que ustedes consideran “legítimo” el descontento, hay un mayor énfasis en el embargo de Estados Unidos o en la coyuntura de una pandemia que en la persecución política en sí. ¿Por qué parece que les preocupa un tipo de persecución, como en su comunicado de El Salvador o sus críticas a las fuerzas de seguridad colombianas, y no otro?

Se necesita ir más allá para darse cuenta de que el tema de Cuba no se puede comparar al de otros países, porque Cuba ha estado sometida a un implacable bloqueo económico desde hace 50 años.

Y la salida ya estaba pactada. De alguna manera, lo que se adoptó en el plan de normalización entre (Barack) Obama y (Raúl) Castro incluía una reforma constitucional que empezaba por reconocer la propiedad privada de las pequeñas empresas, de alguna manera abría canales de participación política, pero esto fue lo que terminó el señor (Donald) Trump, quien reforzó el bloqueo económico en época de pandemia.

Quitar posibilidades de alimento, de vacunas, de energía a una población que está sufriendo una pandemia, se trate del sistema político que se trate, es un acto de agresión social y cruel.

No es que uno saque el argumento del bloqueo, es que el Grupo de Puebla ha sido muy explícito en rechazar cualquier tipo de medidas unilaterales que aplique cualquier país como parte de su política externa, y esto incluye lo de Cuba, lo de Venezuela, lo de los países que sufrimos el tema de las drogas. Es una postura institucional del grupo.

Marcha por el aniversario de la Revolución Sandinista en Nicaragua
Getty Images

En el sitio de internet del Grupo de Puebla hay un análisis de las diferencias entre el Grupo de Puebla y el Grupo de Lima. ¿Estamos en una América Latina marcada por dos ideologías muy diferentes representadas por estos dos grupos que celebran como un gol propio cuando hay una crisis en el campo ajeno?

Lo que está enfrentado en la región no son dos ideologías, por lo menos a este nivel de escenario de integración; lo que hay enfrentado son dos percepciones de lo que tiene que ser la integración de los países.

La concepción del Grupo de Lima es esencialmente ideológica. El Grupo de Lima es un club de países o de gobiernos de derecha, que está sintonizado en términos de integración con las prioridades de Estados Unidos y los acuerdos de libre comercio.

El Grupo de Puebla está más inspirado en el concepto de integración que trabajamos en UNASUR, donde se reunían 12 países que no estaban identificados alrededor de intereses de izquierda o de derecha.

Tenemos, sí, un concepto de integración totalmente distinto, que no es el concepto de tratados de libre comercio sino el de construir región.

Esto tiene que ver con proyectos de infraestructura, de conocimiento, de ciudadanía y también con la democracia, por eso este debate interno de cuál es el concepto que defendemos en materia de democracia.

Y participan corrientes que van desde el socialismo hasta la socialdemocracia, o liberales si estás hablando en Colombia.

Entonces, volviendo a la metáfora futbolística, no podemos decir que lo de Nicaragua fue un gol en contra para el Grupo de Puebla…

Hasta el momento no, y estamos tratando de sacar lecciones de este episodio.

Así como tuvimos clara la defensa del regreso a la democracia en Bolivia, también queremos que el camino que transite Nicaragua sea un camino democrático.

Pero no lo queremos desde una posición de punta de lanza que legitime los ataques de la derecha contra Nicaragua, no queremos convertirnos en los esquiroles de estos ataques.

Pero sí queremos que la posición de Puebla sirva para encauzar ideológicamente y programáticamente lo que debe ser el concepto de democracia.