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Los japoneses esclavizados por los portugueses y vendidos por todo el mundo hace más de 4 siglos

Niños y adultos japoneses eran raptados en Japón en el siglo XVI, forzados a dejar su país y a su familia, para ser vendidos como esclavos y realizar tareas domésticas.

Ilustración de portugueses que trabajan en Japón, capitanes de barcos esclavistas. (Foto Prensa Libre: Archivo)

Ilustración de portugueses que trabajan en Japón, capitanes de barcos esclavistas. (Foto Prensa Libre: Archivo)

En 1585, un niño japonés de 8 años fue raptado y vendido como esclavo a Rui Pérez, un comerciante portugués que trabajaba en Nagasaki.

El niño, que fue llamado Gaspar Fernandes, había nacido en Bungo (actual provincia de Oita, en el sur de Japón) y fue uno de los cinco esclavos asiáticos que Pérez iba a adquirir en los años siguientes.

Los investigadores señalan que el niño tuvo que ser secuestrado por otro japonés, pues era común que los propios japoneses capturaran personas para vendérselas a los portugueses que visitaban esta región.

Con la familia de Pérez, Gaspar se convirtió en sirviente. Aprendió portugués y español y después fue llevado por la familia a Manila, en Filipinas, donde Pérez fue capturado por practicar el judaísmo en secreto.

Por esa razón el comerciante fue enviado a México, para ser juzgado por la Inquisición, pero murió dos días antes de llegar al puerto de Cancún.

En 2013, el investigador portugués Lúcio de Sousa, profesor de la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio, completó el rompecabezas de la vida de Gaspar y otros esclavos japoneses al servicio de la familia Pérez, al descubrir un documento en los Archivos Generales de la Nación de México.

Barco portugués
(Foto Prensa Libre: Getty Images)
Getty Images
Los portugueses fueron los primeros europeos en tener contacto con Japón.

“Pasé un mes en México, hasta que cayó en mis manos el registro del transporte de Gaspar y otros esclavos. Sabía que no solo buscaba un simple documento, estaba frente a la vida de personas que existieron y que, además, fueron explotadas y olvidadas”, le dice el académico a BBC News Brasil.

Gaspar fue uno de miles de niños y adultos, hombres y mujeres, que fueron raptados en Japón entre el fin del siglo XVI y el inicio del siglo XVII.

Las víctimas eran raptadas de las poblaciones más desfavorecidas de la sociedad japonesa, después eran encadenadas y llevadas a los barcos. Los japoneses eran forzados a dejar el país y sus familias para sufrir abusos y torturas en tierras extranjeras.

No hay datos sobre cuántos japoneses fueron esclavizados y exportados al mundo durante un lapso de por lo menos 50 años.

Los investigadores señalan que miles de japoneses fueron sometidos a este tráfico que, además, funcionaba de forma ilegal en el sur de Japón.

“El mercado de esclavos no empezó con una estructura organizada. Algunos fueron secuestrados, otros fueron vendidos por causa del hambre extrema y la guerra. Hubo japoneses que se vendieron ellos mismos para escapar de ciertas situaciones críticas o para llevar dinero a sus familias y que creían que cuando llegaran a la isla de Macao iban a poder escapar. Otros fueron engañados y no recibieron dinero”, explica De Sousa.

A pesar de que esto ocurría en el mismo siglo en que se inició la conquista portuguesa en Brasil, no hay registros de esclavos japoneses enviados al mayor país de América Latina.

“Los portugueses estaban más interesados en enviar esclavos africanos a Brasil, debido a su fortaleza física. Los asiáticos fueron utilizados para tareas domésticas. En Lisboa, muchas familias exhibían a sus esclavos japoneses como productos importados”, anota el académico.

Profesor Lúcio de Sousa, Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio
(Foto Prensa Libre: Archivo Personal)
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El profesor Lúcio de Sousa investigó la vida de varios esclavos japoneses.

Portugueses en suelo japonés

Los portugueses fueron los primeros europeos en entrar en contacto con Japón en 1543, después que una tempestad obligó a un navío chino con comerciantes a desembarcar en la isla de Tanegashima, provincia de Kagoshima, en el sur de Japón.

El comercio de esclavos japoneses comenzó una década después, cuando los portugueses se instalaron en Macao y se estableció una ruta comercial para Nagasaki.

En ese intercambio comercial, los portugueses trajeron cosas nuevas como las armas de fuego, además del cristianismo.

Los portugueses eran fundamentales para la economía de Japón en ese momento, ya que intermediaban en el comercio con los chinos. Cuando ya no fueron útiles, porque fueron reemplazados económicamente por los holandeses y otros grupos, entonces los expulsaron”, señala Lúcio.

Fue en ese momento que los sacerdotes jesuitas comenzaron a convertir a algunos japoneses. Algunos “daimios” -señores feudales que tenían el poder en Japón- se hicieron católicos por intereses diversos.

“Los señores feudales se convirtieron no solo por el aspecto religioso. Se interesaron por la importación de productos militares traídos por los portugueses, especialmente los materiales para fabricar pólvora”, explica la investigadora Mihoko Oka, profesora de la Universidad de Tokio.

Mihoko Oka, profesora de la Universidad de Tokio
(Foto Prensa Libre: Archivo Personal)
Archivo Personal
Mihoko Oka, profesora de la Universidad de Tokio y especialista en la historia de Japón en los siglos XVI y XVII.

Los esclavos en Lisboa

El fortalecimiento del catolicismo en Japón llegó a su auge en un momento de 1582, cuando cuatro niños japoneses salieron de Nagasaki para una misión jesuita en Europa.

El evento, que fue conocido como Misión Tensho, llevó a adolescentes de 13 y 14 años a conocer a reyes, obispos y al papa Gregorio XIII en Roma.

Cuando los jóvenes pasaron por España e Italia, la gente salió a las calles con curiosidad. Todos querían ver a los japoneses por primera vez. Cuando llegaron a Lisboa, sin embargo, nadie estaba interesado. La población local ya conocía a los japoneses, eran esclavos, se habían insertado en las comunidades locales”, dice De Sousa.

Los registros muestran que, al menos una década antes de que los niños japoneses misioneros pisaran Lisboa, ya había otros connacionales residentes en el país.

“El registro más antiguo es el de Jacinta de Sá Brandão, una esclava japonesa que se casó en la iglesia Conceição de Lisboa en 1573, con Guilherme Brandão, quien también era esclavo japonés. Jacinta es la primera mujer japonesa de la que se tiene conocimiento que vivió en Portugal”, revela.

Registro de un libro de casamiento
(Foto Prensa Libre: Archivo Lúcio de Sousa)
Archivo Lúcio de Sousa
Registro del libro de bodas de la iglesia Conceição en Lisboa, de 1573. El documento lleva el nombre de Jacinta de Sá Brandão, la primera mujer japonesa que vivió en la región que se conoce.

El tema de las esclavas es particularmente delicado, pues muchas de ellas eran vendidas como trabajadoras sexuales.

Niñas que eran raptadas y exportadas a Portugal y otros países para pasar por las manos de varios hombres.

“La esclavitud todavía se ve desde una perspectiva masculina y machista. En Nagasaki había burdeles de mala muerte con esclavas coreanas. Los esclavos masculinos no pasaron por lo que las mujeres pasaron“, dice el investigador.

“Fue impactante entender todo esto, sobre todo cuántas mujeres quedan fuera del discurso de esclavitud “, añade.

Expulsión de Japón

Quien acabó con la fiesta de los portugueses fue Toyotomi Hideyoshi, un poderoso señor de la guerra conocido por unificar Japón.

Fue en 1587 que él se enteró, a través de un subordinado, que los portugueses esclavizaban a miles de japoneses en la región de Kyushu y los enviaban fuera del país.

El líder japonés quedó impactado por la noticia y, ese mismo año, emprendió una expedición militar hacia Nagasaki que terminó con la prohibición de los sacerdotes y su oficio.

Se sorprendió por el gobierno católico bajo el apoyo del clan Omura, después de que el ‘daimio’ Sumitada Omura se convirtiera en el primer señor feudal cristiano. Al año siguiente, Hideyoshi utilizó a su comandante militar, Todo Takatora, para reclamar el territorio de Japón”, señala el profesor de historia japonesa Tatsuo Fujita, del Departamento de Educación de la Universidad de Mie.

Fujita indica que la expansión del catolicismo traía preocupaciones mayores para Hideyoshi.

“Él temía que el próximo paso después de la conversión religiosa fuera la colonización. Podíamos suponer que él conocía el Tratado de Tordesillas, una división de territorios entre Portugal y España en América del Sur, que había sido firmado casi un siglo antes”, indica.

El mercado de esclavos continuó incluso después de su prohibición por ley, en 1590.

Sin embargo, este comercio esclavista incomodaba más a la estructura de la orden religiosa jesuita, conocida como la “Compañía de Jesús“, que a los propios líderes japoneses.

Ilustración sobre la presencia de portugueses en Nagasaki en el siglo XVI
(Foto Prensa Libre: Archivo Lúcio de Sousa)
Archivo Lúcio de Sousa
Ilustración sobre la presencia de portugueses en Nagasaki en el siglo XVI.

La captura y venta de numerosos esclavos afectaba negativamente la imagen del catolicismo.

El primero en intentar detener la trata de esclavos japonesa fue el rey Sebastián, a principios de la década de 1570. A finales de la década de 1590, el obispo de Japón, Luís de Cerqueira, tomó medidas para frenar este mercado”, dice el profesor Oka.

El obispo actuó en un encuentro, que se llevó adelante con los líderes de la Compañía de Jesús en Nagasaki, en 1598. La iglesia dejó en claro el repudio a la trata de esclavos, que operaba ilegalmente y atacaba la moral religiosa.

Se decidió que los involucrados serían sancionados con multas y excomunión y no tendrían licencias para sacar a los japoneses del país.

Sin embargo, la esclavitud persistió hasta principios del siglo XVII, cuando los católicos ya eran perseguidos y masacrados.

Los portugueses terminaron siendo expulsados de Japón en la década de 1630, bajo el estricto régimen del shogunato Tokugawa.

El país entró en un período de control severo de las influencias extranjeras, que se mantuvo durante más de 200 años

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