Primer demócrata electo al máximo cargo ejecutivo de Nueva York en 20 años, su llegada al poder genera esperanzas sobre todo en las comunidades hispana y negra de la ciudad (28.6% y 25.5% de los 8.33 millones de neoyorquinos, respectivamente), que esperan que reduzca la creciente brecha entre ricos y pobres.
“La gente de Nueva York ha hablado. El mandato es claro. Es nuestra obligación crear una ciudad en la que la prosperidad es compartida y hay oportunidades para todos”, dijo tras ganar las elecciones.
El desafío es grande: si bien es una de las ciudades con más multimillonarios en el mundo, el 21% de la población de Nueva York vive bajo el umbral de la pobreza (US$30 mil 944 anuales para una familia de cuatro integrantes, según el índice de la alcaldía).
El número de personas sin techo llegó en junio pasado a un récord de 52 mil 400, incluyendo 22 mil cien niños, y unos 1.4 millones de neoyorquinos, es decir uno de cada seis de los 8.33 millones de habitantes de la Gran Manzana, recurren a comedores populares porque no ganan lo suficiente para llegar a fin de mes.
Entre sus propuestas para resolver estas problemáticas se encuentran la de aumentar los impuestos a los neoyorquinos que ganan más de 500 mil anuales para financiar el jardín de infantes a partir de los 4 años, la construcción de 200 mil viviendas sociales y el mantenimiento de los hospitales barriales.
Pero además de las cuestiones de fondo, De Blasio quiere que su mandato sea también un cambio en las formas, con una mayor cercanía con la gente, a diferencia de la frialdad que siempre se le ha achacado a Bloomberg.
Casado con Chirlane McCray, una afroamericana exlesbiana seis años mayor que él, y padre de dos adolescentes (Chiara, de 19 años, y Dante, de 16), el nuevo alcalde encarna al multiculturalismo que tanto gusta a Nueva York.
Parte del “estilo De Blasio” quedó de manifiesto en vísperas de Navidad, cuando Chiara confesó de manera pública en un vídeo su pasado de depresión y adicción al alcohol y las drogas para “ayudar” a quienes sufren esos problemas.
Mientras algunos, incluyendo la Casa Blanca, saludaron un gesto valiente, otros criticaron una operación mediática de De Blasio, que se sirvió con éxito de la imagen de su familia durante la campaña electoral.