La lista de líderes internacionales espiados por EE. UU. arrancaba con Abdullah Badawi, el recién dimitido primer ministro de Malasia, y concluía con Yulia Timoshenko, la líder opositora ucraniana, que en aquel momento era primera ministra de su país.
La justificación de espiar a estas personalidades extranjeras era lograr “informaciones” sobre “objetivos” que “de otra forma es difícil de conseguir”, según uno de los documentos a los que tuvo acceso “Der Spiegel” .
La fuente principal de la que proviene la información sobre la canciller alemana es la base de datos denominada “Marina”, que recoge metadatos, esto es, el quién llama a quién, cuándo, desde dónde y por cuánto tiempo.
El documento señala que la jefa del Gobierno alemán es un objetivo para el espionaje estadounidense -y en concreto para la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) para la que trabajó Snowden-, una afirmación que podría utilizarse como prueba por parte de la fiscalía federal alemana en las pesquisas preliminares que está llevando a cabo sobre este asunto.
El año pasado salió a la luz pública, gracias a las revelaciones de Snowden, que los servicios secretos estadounidenses mantuvieron pinchado durante años uno de los teléfonos móviles de Merkel.
El presidente de EE. UU., Barack Obama, aseguró en una entrevista a una televisión alemana que Merkel no tendría que preocuparse más por las escuchas, con lo que reconoció implícitamente que por un tiempo indeterminado sí que se produjeron.
Las informaciones periodísticas difundidas el año pasado con base a la documentación filtrada por Snowden, y que desvelaron que Washington mantiene un programa mundial de espionaje masivo y un sistema selectivo de escuchas de líderes políticos, pusieron de relieve además que millones de llamadas y correos electrónicos realizados en Alemania fueron interceptados por EE. UU.
Estas noticias causaron una gran indignación en Alemania, un estrecho aliado de EE. UU., y enturbiaron las relaciones entre Berlín y Washington durante un tiempo.