En el juicio, Shiraishi admitió que había asesinado y descuartizado a ocho mujeres y un hombre, de entre 15 y 26 años de edad.
Los abogados de Shirashi habían pedido cadena perpetua, alegando que las víctimas, que expresaban sus tendencias suicidas en las redes sociales, habían dado su consentimiento para ser asesinadas.
Ese alegato, objetado incluso por el propio acusado, fue rechazado por el tribunal.
“Ninguna de las nueve víctimas pidió ser asesinada, ni siquiera de manera tácita”, sostuvo el juez, según el canal de televisión pública NHK.
El magistrado calificó los hechos de “extremadamente graves” y consideró que la “dignidad” de las víctimas había sido “pisoteada”.
Shiraishi captaba a sus víctimas en la red social Twitter, diciéndoles que podía ayudarles a concretar sus proyectos suicidas e incluso morir a su lado.
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Shiraishi también fue juzgado por haber descuartizado a sus víctimas y haber almacenado sus restos en neveras en su pequeño apartamento de Zama, un suburbio del suroeste de Tokio.
El 31 de octubre de 2017, la policía descubrió 240 fragmentos de cuerpos humanos almacenados en neveras o cajas de herramientas cubiertas de arena para gatos para ocultar el olor que despedían.
La última ejecución en Japón – la de un chino responsable del asesinato de cuatro personas de una misma familia en 2003- tuvo lugar hace un año.