El fiscal no dio ninguna credibilidad a las alegaciones del detenido, quien, después de negarse a declarar durante 24 horas, rechazó toda motivación terrorista y confesó que había cometido el asesinato tras una discusión que mantuvo días antes con su jefe.
Vínculos yihadistas
Sin embargo, tras decapitarle, el sospechoso se fotografío junto a la cabeza y la rodeó de banderolas con inscripciones musulmanas, antes de colgarla en una de las verjas de la planta contra la que intentó atentar y donde trabajaban en ese momento 75 personas.
“Tras orquestar esta macabra puesta en escena, lo primero que hizo fue enviar la foto a un número localizado en Siria que corresponde a un individuo francés miembro del Estado Islámico con quien estaba en contacto regular”, relató el fiscal.
Molins calificó la tentativa de volar la empresa como un “gesto criminal premeditado” que “recuerda a una operación mártir” y señaló que resta por determinar si Salhi cortó la cabeza de su jefe cuando ya estaba muerto.
El fiscal también confirmó que el sospechoso, de 35 años y padre de tres hijos, residió durante 2009 y junto a su familia en Siria, donde frecuentó una escuela coránica con el pretexto de aprender árabe, dos años antes de que estallara la guerra civil en ese país.
Previamente, y desde 2002, Salhi había viajado en repetidas ocasiones a países árabes, aunque Molins no quiso ampliar los datos puesto que los investigadores siguen sin encontrar su pasaporte y el detenido “alega amnesia” para no proporcionar más detalles.