Entre ellos estaba la familia Pellegrino, afectada por el suicidio de un hijo; un periodista católico de Pakistán que se vio obligado a huir de su país para asegurar la vida de su familia y unos hermanos que perdieron el sentido de la vida en su juventud.
Francisco los abrazó luego de escuchar sus historias y durante su catequesis recordó “las lágrimas versadas a cada instante en el mundo”, que, juntas, “conforman un océano de desolación”.
“Las lágrimas más amargas son aquellas provocadas por la maldad humana. Las lágrimas de quien ha visto morir violentamente a una persona querida. Lágrimas de abuelos, madres, padres y niños”, afirmó.
Por último, el Papa pronunció una oración en la que recordó a los cristianos perseguidos en todo el mundo, a las víctimas de la guerra, del terrorismo y de la violencia, e imploró a Dios para que “detenga los conflictos, convierta el corazón de los violentos y conceda paz al mundo”.
También aludió a los oprimidos y a las víctimas de las nuevas formas de esclavitud, como los menores de los que han abusado o los jóvenes a los que “se les ha arrebatado la infancia”.
El Señor nos consuela. Estamos llamados a consolar a nuestros hermanos, testimoniando que sólo Dios puede eliminar las causas de los dramas.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) May 5, 2016