Así, esta expedición que conmemora el quinto centenario del viaje del marino portugués -salió del mismo puerto andaluz en 1519- y que imita su recorrido casi por completo, agrupa en sus camarotes dos proyectos científicos, uno de integración social y otro cultural.
Luego de un año de navegación, el 13 de abril este velero de 33 metros de eslora, el más grande con bandera suiza, partió desde el puerto de Valdivia en Chile donde se encontraba, hacia el Pacífico, donde sus 15 tripulantes esperan llegar a Tahití el próximo julio.
“La idea inicial del proyecto surgió para tratar de juntar a personas diferentes y crear, a través del barco, una plataforma científica y educativa”, explicó Samuel Gardaz en Ginebra, miembro fundador y vicepresidente de la organización.
Gracias al recorrido de este viaje, el proyecto científico “sonidos bajo el mar” de científicos de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) encontró en el “Fleur de passion” su medio ideal para llevar acabo una investigación sobre la contaminación acústica de los océanos.
Concretamente, el estudio pretende elaborar un mapa completo de los sonidos contaminantes en las aguas de todo el planeta y determinar cómo afectan a la vida marina y a las comunicaciones entre animales como los cetáceos, que utilizan el medio acuoso para relacionarse.
Según explicó el director del programa, Michel André, todavía no se conocen los efectos de los ruidos de las perforaciones petrolíferas, el transporte, las operaciones militares o las plantas eólicas sobre la fauna acuática.
Y aunque, según el científico, se atisba su efecto perjudicial, se espera que tras los resultados se pueda proceder a una “regulación internacional de esta contaminación”.
Asimismo, otro proyecto científico a bordo del navío se encarga de estudiar la concentración y el origen del plástico en los océanos.
Los resultados de esta investigación, a cargo de la organización suiza Oceaneye y la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), se remitirán, en última instancia, al Programa de la ONU para el Medio Ambiente.
Así, estos dos proyectos buscan atajar “parcialmente” la contaminación, uno de los tres principales problemas de los océanos.
“Los tres problemas más perjudiciales para el mar son los relacionados con la sobrepesca, la acidificación de las aguas por el calentamiento global y la contaminación. Actualmente estamos hablando con la Universidad de Ginebra para llevar acabo otro proyecto relacionado con el calentamiento global y el efecto de los gases de efecto invernadero”, explicó Gradaz.
Pero no todo es ciencia a bordo de la expedición, ya que además de ayudar a la investigación, la fundación quería ser capaz de transmitir el respeto por el mar y por los valores de equipo a los más jóvenes.
“Tuvimos la suerte de que autoridades de Ginebra, como el Tribunal de menores, están muy interesados en proyectos de reinserción de jóvenes y promueven los campamentos en la montaña o en alta mar, así que se interesaron por este proyecto desde el primero momento”, especificó el miembro fundador.
Por ello, varios grupos de jóvenes en estos programas de reinserción se suman como grumetes a tiempo completo por varias semanas o meses.
“Actualmente en el barco hay siete chicos de Ginebra, pero al inicio había un grupo de Lausana y durante una semana, a nuestro paso por la costa argentina, nos acompañó un grupo de jóvenes de Buenos Aires”, explicó.
La expedición acoge también, y por etapas, a artistas ginebrinos, y es que el proyecto también quería tener una proyección artística y cultural, a la vez que ayudaba a promover la figura de varios dibujantes de la ciudad.
El “Fleur de passion”, fue construido en 1941 en Alemania, aunque luego de la Segunda Guerra Mundial fue entregado a Francia.
Desde entonces, ha pasado por diferentes manos y ha sufrido varias transformaciones, hasta que en el 2000, fue adquirido por algunos integrantes de la Fondation Pacifique, que lo renovaron durante casi siete años para poder finalmente volver a surcar los mares.