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Extrema derecha francesa, la última esperanza para algunos electores hartos

En Béziers y Perpiñán, dos ciudades del sur de Francia, la extrema derecha sale como favorita para ganar la alcaldía en la segunda vuelta de las municipales del domingo gracias al hartazgo de los electores con el desempleo, la delincuencia y el clientelismo.

BÉZIERS.- En Béziers, el candidato que tiene el apoyo del Frente Nacional, Robert Ménard, expresidente de la asociación Reporteros Sin Fronteras, logró un resultado histórico para la extrema derecha en la primera vuelta, con casi un 45% de los votos, muy por delante de de sus rivales de la UMP (derecha, 30.3%) y del Partido Socialista (18.6%).

En esta ciudad, cuna del icono de la resistencia francesa Jean Moulin, la derecha gobernó durante 19 años, pero Ménard, que durante 20 años defendió en todo el mundo la libertad de prensa, ha sabido seducir a los habitantes con su perfil alejado de los políticos profesionales. “Soy un viejo socialista y lo seguiré siendo toda mi vida”, afirma Pascal, un comerciante de 60 años que vive en el centro de Béziers, “pero no voy a votar al partido socialista porque la situación es grave”, asegura dando un vistazo a un plaza desierta, donde muchos de los comercios están cerrados.

Con un 16% de desempleo y el 33% de los habitantes con ingresos inferiores a mil euros al mes, Béziers está en tercer lugar de la lista de cien ciudades de Francia con mayor tasa de pobreza. En esta ciudad de cerca de 70 mil habitantes convive una importante comunidad de franceses repatriados de Argelia tras la independencia de 1962, los inmigrantes magrebíes que vinieron a trabajar tras la Segunda Guerra Mundial y una ola de inmigración más reciente.

“Sólo abren kebabs, el centro es un cementerio. Y sin embargo Béziers es una ciudad bonita, el eje del sur de Europa”, asegura Pascal, que no quiere dar su apellido. Según él, votar por Ménard no es votar por el Frente Nacional, porque el candidato también tiene el apoyo de otros tres partidos de derecha. “Tiene la ayuda del FN pero es un hombre libre que no está afectado por sus ideas. Voto por la persona”, no por el partido, asegura.

Otra habitante de la ciudad, Régine, de 71 años, confirma que Ménard “no es un político”. “Estamos en un estado tal de desesperación que Ménard es el único que nos puede evitar la muerte”, asegura, aunque afirma que no votará por él por respeto a su “padre judío”. El propio candidato afirmó a AFP que sólo 6 de los 49 nombres de su lista tienen el carné del partido. Por eso, según Ménard, Marine le Pen, la presidenta del Frente Nacional, “no me dicta lo que tengo que decir”.

– “Hartazgo” 

A una hora de carretera está Perpiñán, con un desempleo del 16% y donde el Frente Nacional también podría ganar la alcaldía el domingo. Los habitantes dicen estar hartos de los sucesivos gobiernos de derecha que han gobernado desde 1959.

En esta ciudad de 120 mil habitantes, donde vive una importante comunidad gitana y magrebí, el número dos del Frente Nacional, Louis Alliot, pareja de Marine Le Pen, fue el más votado en la primera vuelta con un 34.2%.

“Aquí todo el mundo está harto de la inseguridad, de esta ciudad sucia en decadencia y donde uno nunca sabe si encontrará su coche por la noche cuando sale del restaurante”, asegura Bernard, un jubilado de 71 años que reconoce que nunca habría pensado en votar FN hace 10 años.

Louis Alliot reconoce por su parte que está recogiendo los frutos de la labor de Marine Le Pen desde el 2011 para “normalizar” el partido y la imagen sulfurosa que tenía bajo la dirección de su padre, Jean Marie Le Pen. “Aquí la gente está abandonada. Cuando se habla de inseguridad, nos acusan de ver sólo el lado negativo pero la población la vive cada día. Y la gente también tienen ganas de dejar atrás el sistema clientelista”, explica.

Christian Crastre, un empresario de Perpiñán que asegura ser de izquierdas, ha decidido dejar de votar, exasperado por los “profesionales de la política”, y acusa a los socialistas y a la derecha “de aplicar la misma política”. “Nadie tendría que ira a votar, ya no hay esperanza”, concluye.

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