Estas células “que no proceden del propio paciente sino que se obtienen del corazón de donantes, se procesan y se almacenan” antes de su utilización, explica Francisco Fernández-Ávila, jefe del servicio de Cardiología del hospital Gregorio Marañón, citado en el comunicado. Su ventaja consiste en no tener que “esperar las cuatro u ocho semanas que podría durar el procesado de las células del propio paciente”, precisa, subrayando que la nueva opción además “permite la selección de donantes cuyas células presenten un mayor potencial reparador”.
Obtenidas a partir del tejido cardíaco de donantes voluntarios, “desechado durante intervenciones quirúrgicas tales como cirugías valvulares”, estas células, que fueron objeto de una selección, propician una mejor reparación del tejido cardíaco dañado por un infarto que si procediesen de otras fuentes, subraya. Antes de ser procesadas, “son estudiadas exhaustivamente, limitándose el proceso de producción exclusivamente a aquellas que funcionan de forma óptima”, multiplicándolas después hasta alcanzar “la dosis necesaria, que es de 35 millones por paciente”, agrega.
Las células se administran mediante una arteria coronaria, “un procedimiento seguro y sencillo similar a la realización de una angioplastia”, según los médicos. El mecanismo consiste “en producir nuevo tejido cardíaco, por activación de la capacidad regenerativa local del propio corazón”.
El paciente debe recibir las células siete días después de haber sufrido un infarto, “cuando el efecto cardio-reparador puede ser más eficaz”.
Con el apoyo financiero de la Unión Europea (UE), el ensayo lo realiza en España el grupo español privado Genetrix y está coordinado por el hospital Gregorio Marañon con una veintena de organismos europeos.