Tommy no ha dejado de ir ni un día a la iglesia desde que asistió a las exequias de su dueña, cuenta el diario Il Messaggero.
Desde entonces, el párroco, Donato Panna, le permite entrar al templo para asistir a bautizos, bodas y entierros.
Apenas escucha las campanas lo ve llegar el coche fúnebre, el perro entra a la iglesia y sigue al ataúd como si la dueña pudiera resucitar.
Tommy era un perro vagabundo que la dueña adoptó; ahora que quedó solo, todo el pueblo lo protege, lo alimenta y acaricia como emblema de fidelidad.