Según los geólogos, este violento sismo -con una réplica al día siguiente de magnitud 7.6- fue resultado de tensiones acumuladas a nivel de la falla que corre a lo largo de la costa chilena, en el lugar de placa de Nazca, que se hunde bajo la placa sudamericana al ritmo de unos 7 centímetros por año.
Antes de los temblores sentidos en Iquique, ningún sismo de envergadura se había registrado en esta zona desde el de 1877, de una magnitud evaluada entre 8.6 y 8.8, consecuencia de la ruptura de la falla sobre una distancia de 500 km de longitud.
Los especialistas anticipaban por lo tanto desde hacía tiempo un poderoso sismo y pudieron pensar que el episodio de Iquique permitió liberar las fuerzas colosales acumuladas a nivel de la placa de Nazca, “bloqueada” desde fines del siglo XIX.
En ese caso, el norte de Chile habría quedado al amparo de la amenaza de un megasismo por un tiempo, antes de que las tensiones vuelvan a acumularse.
Pero los estudios de los dos equipos independientes de sismólogos, publicados en la revista británica Nature, prueban que eso no es así.
Según los científicos, el sismo de Iquique sólo alivió parte de las tensiones de la placa de Nazca, precisamente en la mitad, y el riesgo de otros temblores importantes son elevados en la región.
“Actualmente hay una probabilidad mayor de megasismos al norte o al sur” del punto afectado en el otoño austral del 2014, escribe Gavin Hayes y su equipo del centro de información norteamericano sobre sismos.
A las mismas conclusiones inquietantes llegó el equipo dirigido por Bernd Schurr, del centro de investigaciones alemán sobre geociencias de Potsdam. Ese estudio estima que el estrés que se acumula en el subsuelo frente a las costas de Chile podría provocar un sismo de magnitud 8.9 si se liberase de un solo golpe.
Aunque el sismo de Iquique haya modificado un poco el reparto de esas fuerzas y pueda actuar como “una barrera”, “el potencial sísmico de esta zona sigue siendo elevado”, advierte.
A falta de poder prever el lugar y el momento preciso donde puede ocurrir la catástrofe, “los sismólogos chilenos y del mundo entero deben ahora dedicarse a la difícil tarea de comunicar sobre ese riesgo, incierto pero elevado, sin parecer alarmistas”, destaca el equipo de Gavin Hayes.