Según la agencia especializada en noticias religiosas I.Media, el coronel será remplazado por el actual vicecomandante, Christoph Graf, con una reputación de persona afable.
El comandante Anrig fue nombrado en el 2008 por Benedicto XVI y comandaba el pequeño Ejército del papa, formado hace 500 años, con alrededor de cien soldados.
Reconocidos y apreciados en todo el mundo por sus vistosos uniformes renacentistas de rayas color azul, amarillo y rojo, que según la leyenda fueron diseñados por el célebre maestro Miguel Ángel Buonarrotti, la Guardia Suiza del Papa está compuesta por hombres, todos ciudadanos suizos católicos, la mayoría de habla alemana.
Armados sólo de alabardas, los soldados del Papa están encargados de la vigilancia y el orden en el pequeño territorio del Vaticano, de poco más de 44 hectáreas, garantizando la seguridad del Sumo Pontífice además de ayudar diariamente a los turistas y peregrinos que visitan sus jardines, museos y la basílica de San Pedro.
Ese “pequeño ejército de grandes ideales“, como lo llamó el pontífice, es ante todo un Ejército de “jóvenes“.
No es suficiente ser suizo para ingresar en la Guardia Suiza, ya que además hay que ser soltero, tener entre 19 y 30 años, medir al menos 1.74m, “ser católico romano” y tener “una reputación intachable“, sin olvidar ciertos conocimientos de artes marciales.
Las rígidas reglas de ese histórico cuerpo han sorprendido al Papa, quien suele conversar con ellos y llegó incluso a invitar a uno de ellos a quebrar las órdenes pidiéndole que descansara tras descubrir que había pasado la noche entera de pie.
“Es el fin de una dictadura“, confesó un guardia tras ser informado de la salida de Anrig.
En mayo pasado, Francisco elogió “la profesionalidad” de la Guardia Suiza vaticana, a la que instó a servir con “gentileza y fraternidad“, con ocasión del aniversario del saqueo de Roma en 1527, cuando el ejército pontificio fue diezmado por defender al Papa.
“Durante su estancia en Roma están llamados a atestiguar su fe con alegría y con la amabilidad del trato. ¡Que importante es esto para tantas personas que pasan por la Ciudad del Vaticano! ¡Pero también es importante para los que trabajan aquí, en la Santa Sede, y para mí! Su presencia es una señal de la fuerza y de la belleza del Evangelio“, afirmó Francisco durante la ceremonia.