El primer grupo será puesto en libertad en el paso fronterizo de Erez, mientras que el segundo, el más numeroso, será entregado a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en el de Betunia, al sureste de Ramala, donde será recibido por el presidente palestino, Mahmud Abás.
En la capital administrativa de la ANP numerosas banderas adornan desde esta mañana las calles para dar la bienvenida a la comitiva.
Además, desde el anochecer muchos curiosos, familiares y amigos de los presos se han ido concentrando en la mukata (sede de la presidencia palestina) para recibirles.
Los presos son uno de los asuntos más sensibles en la sociedad palestina, que los considera héroes nacionales, y en la israelí, que los ve como sangrientos terroristas.
El grupo que será liberado esta madrugada forma parte de los 104 “presos veteranos” , como son conocidos en Cisjordania y Gaza, que Israel se comprometió a excarcelar en cuatro tandas como gesto de buena voluntad, en un acuerdo alcanzado antes del reinicio de las negociaciones de paz en julio pasado.
En los últimos meses el Gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, excarceló a dos grupos de 26 personas y esta noche volverán a sus hogares los de la tercera tanda.
La lista de presos fue publicada la medianoche del sábado al domingo, momento en que se abrió un plazo de 48 horas para que los ciudadanos israelíes puedan realizar apelaciones al Tribunal Supremo contra la decisión, aunque todas fueron rechazadas.
Dentro del grupo de Cisjordania hay también dos personas de Jerusalén este, una de las cuales iba a ser recibida en su casa por un grupo de manifestantes israelíes opuestos a la liberación.
“Estoy aquí para decir que no nos podemos rendir ante asesinos bárbaros que se llevan por delante una y otra vez la vida de israelíes”, dijo Simja Bruks, una de las manifestantes, a la edición electrónica del diario Yediot Aharonot.
Convocada por la asociación Almagor de víctimas del terrorismo, la manifestación comenzó en la residencia oficial de Netanyahu, donde colocaron numerosos paraguas negros abiertos en una metáfora de la “rendición” por el que el británico Neville Chamberlain llevaba al regresar de la Conferencia de Múnich de 1938.