Los ataques llegan en un momento en que el EI se ve sometido a una creciente presión militar tanto en Siria como en Irak, donde las fuerzas gubernamentales lanzaron el lunes una ofensiva para expulsar a los yihadistas de la ciudad de Faluya.
El EI reivindicó también este mismo lunes un doble atentado en Yemen, que causó 41 muertos entre jóvenes reclutas en la ciudad de Adén.
Una ola de atentados
La serie de atentados de este lunes en Siria empezó hacia las 09H00 locales (06H00 GMT) en Tartus, cuando dos kamikazes se hicieron estallar en el interior de la estación de autobuses, antes de que un carro bomba detonara en el exterior, según una fuente policial de la ciudad.
Un cuarto de hora después, en Jableh -60 km más al norte-, se produjeron explosiones en la estación de autobuses, la compañía de electricidad y dos hospitales, informó a la AFP otra fuente policial.
“En el hospital nacional un kamikaze hizo estallar su cinturón en el servicio de urgencias, y un coche bomba estalló en la entrada del (hospital) Al Asad”, precisó la fuente.
En total, hubo tres atentados suicidas y cuatro carros bomba, según la policía, mientras que el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH) difundió un balance de dos atentados con carro bomba y cinco ataques suicidas.
“Es la primera vez que oímos explosiones en Tartus y que vemos muertos y cuerpos desmembrados”, relataba Shadi Osman, empleado bancario de 42 años.
El OSDH estableció a mediodía un último balance de 148 muertos, la mayoría en Jableh. y casi todos civiles, entre ellos, al menos ocho niños, mientras la agencia oficial Sana mantenía su balance de 78 muertos.
El EI no tiene presencia conocida en la costa siria —a diferencia del Frente Al Nusra—, pero es conocido por utilizar células durmientes para sus ataques. De confirmarse su autoría, se trataría de uno de sus mayores golpes, tras las derrotas militares que ha sufrido en el oeste de Irak y el este de Siria.
Ciudad paralizada
“Es la primera vez que llega la guerra a Tartus (…) He visto desde mi ventana a gente corriendo aterrorizada, las tiendas han cerrado y la ciudad está totalmente paralizada” relata Merhi, un pintor.
Tartus y Jableh albergan respectivamente la base marítima y el aeropuerto militar del contingente ruso que apoya a las fuerzas gubernamentales del régimen de Al Asad.
Después de los atentados, los habitantes de Tartus increparon a refugiados procedentes de Alepo e Idleb -bastiones de la rebelión islamista- acusándolos de “simpatía con el terrorismo”.
“El aumento de tensiones y de la actividad terrorista en Siria solo pueden suscitar una gran inquietud”, reaccionó tras los ataques el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, cuyo país lleva a cabo desde hace ocho meses bombardeos contra los adversarios del régimen de Asad.
Estos atentados “reflejan otra vez lo frágil que es la situación en Siria y la necesidad de tomar medidas enérgicas para reactivar el proceso de paz”, añadió el portavoz.
Se trata de los ataques más sangrientos desde el 16 de abril de 1986, cuando explotaron varias bombas en Tartus y otras localidades cercanas, causando 144 muertos.
Las autoridades sirias acusaron entonces a la cofradía de los Hermanos Musulmanes, con el apoyo financiero del exdictador iraquí Sadam Husein.