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Un francotirador kurdo cuenta cómo mató a sus enemigos yihadistas

"A ese lo maté de un balazo en la cabeza cuando intentaba huir. Con los otros fue más fácil. No corrían rápido", cuenta con orgullo Musa delante de los cadáveres de sus víctimas yihadistas de la batalla de Kobani.

KOBANI. – Nueve cuerpos de combatientes del grupo Estado Islámico (EI) yacen alineados al borde de una calle de la aldea de Khamlici, a unos kilómetros al sur del centro de la ciudad. Musa cuenta a la AFP que los mató durante las últimas horas de la batalla, cuando se retiraban ante el avance de los milicianos kurdos de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG).

Los combatientes kurdos reconquistaron la ciudad el lunes, tras cuatro meses de encarnizada batalla que dejó, según los observadores, al menos un mil 800 muertos, incluyendo a un mil 200 yihadistas.

“Les acerté a 400 metros de distancia”, recuerda Musa, mostrando con orgullo su fusil de precisión Kanas, de fabricación rusa, que siempre lleva encima. “Estaban por huir en campo abierto para juntarse con sus compañeros. No lo lograron”, cuenta.

Con un gorro rojo en la cabeza, el combatiente kurdo de origen iraní, de 25 años de edad, cuenta en detalle lo que le ocurrió durante la batalla. Hablando turco perfectamente, dice que aprendió este idioma cuando contrabandeaba entre Turquía e Irán. También afirma que el teléfono móvil de uno de sus enemigos, un yihadista turco, empezó a sonar horas después de su muerte. Su familia buscaba desesperadamente noticias suyas. “Les dijimos que su hijo estaba aquí, pero que estaba muerto”, dice Musa. “Nos rogaron que conservemos el cuerpo para poder al menos enterrarlo en Turquía. Por eso todavía están aquí”, agrega.

Según él, habitualmente queman rápidamente los cadáveres de los yihadistas para evitar la propagación de enfermedades.

Residente en Rojava, una región mayoritariamente kurda de Siria, desde hace tres años, Musa acudió al frente de Kobani en cuanto empezó la ofensiva yihadista. “No era una guerra normal”, afirma. “En una guerra hay una moral, una cultura e incluso reglas, pero Daesh (acrónimo árabe del grupo EI) no respeta ninguna de esas reglas”, prosigue.

Tras estas palabras, es hora de regresar al centro de Kobane, que es más seguro. Aún quedan yihadistas en zonas suburbanas. En la entrada sur de la ciudad, combatientes del YPG hacen guardia e intentan calentarse alrededor de un brasero. Su jefa, sonriente, saluda a los periodistas. Musa le pide que cuente “su” batalla de Kobani, pero ella se niega. “Tengo trabajo”, dice.

Alrededor, las calles están llenas de escombros o vehículos perforados. A lo lejos, se oyen algunos disparos esporádicos. Otro combatiente se acerca y cuenta lo difíciles que fueron los combates y habla de la motivación de los enemigos.

“Los matábamos, pero volvían sistemáticamente, cada vez más numerosos”, recuerda Dijwan Gever, de 20 años, para quien se alcanzará la victoria definitiva: “En breve, se habrán liberado los pueblos de los alrededores”, pronostica.

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