¿El artista? Un niño de 9 años llamado Roman.
En la misma galería, Ilya, de 7 años, pinta un tanque azul verdoso y, debajo, un soldado ucraniano armado dibujado con pasteles al óleo por Taras, de 10 años, monta guardia en un cielo estrellado.
Las obras forman parte de una exposición de niños ucranianos, muchos de ellos desplazados por la guerra e invitados a pintar en hospitales, orfanatos y estudios de arte de Leópolis, ciudad del oeste del país que ha servido de refugio frente a los ataques del este.
Entre las obras empaquetadas en dos maletas y transportadas en avión a Chicago había pinturas hechas con los dedos por niños de corta edad y detallados dibujos de adolescentes estudiantes de arte. Ahora llenan una galería del Instituto Ucraniano de Arte Moderno, fundado en 1971, el cual posee una colección permanente con obras de Alexander Archipenko, Jules Olitski y Patrick Caulfield.
El mes pasado se clausuró una exposición sobre abstracción y se subieron obras de artistas como Roman, Ilya y Taras.
“Su sentido de la expresión artística es lo que todo adulto desearía tener”, comentó Christina Wyshnytzky, conservadora adjunta del museo, mientras recorría la galería una tarde reciente.
Las obras comenzaron a crearse durante los primeros días de la guerra, a través de las clases de arte impartidas por Nataliia Pavliuk, artista de 45 años que enseña Pintura en la Universidad Nacional Politécnica de Leópolis, y su hija, Yustyna Pavliuk, de 21 años, estudiante de Arquitectura y Diseño en la misma institución.
“Empezamos a pensar qué podemos hacer para ayudar a Ucrania a ganar”, afirmó Nataliia Pavliuk en ucraniano, con su hija como intérprete. “Mucha gente necesita atención y arteterapia y sabemos que somos buenas en eso”.
Las Pavliuk han visitado hospitales, orfanatos y casas modulares instaladas para familias desplazadas con una provisión de pinturas, pasteles y papel. Muchos niños eligieron representar imágenes de la guerra —tanques, soldados, aviones—, pero los que habían sufrido los traumas más graves tendían a centrarse en imágenes más ligeras, aseguraron.
En un hospital infantil de Leópolis, una niña de 8 años del este de Ucrania llamada Mariia dibujó un gato con rayas naranjas sentado encima de una mesa de cocina, recordó Yustyna Pavliuk. Cuando le preguntaron si tenía hermanos, Mariia respondió que su hermana había muerto cuando un autobús en el que viajaba desde Kiev, la capital, fue baleado.
En una clase gratuita en una galería de arte de Leópolis, una niña de 10 años llamada Veronika se pintó a sí misma con un vestido rosa y naranja, de pie junto a una amiga, dijeron las Pavliuk. Detrás de las figuras, Veronika pintó una casa que imaginaba que podría albergar a todos sus amigos que habían muerto en la guerra. Veronika perdió un dedo y la visión de un ojo durante los bombardeos rusos. Su familia fue asesinada.
“Es difícil no ponerse a llorar cuando trabajas con ellos”, opinó Yustyna Pavliuk, “pero ellos siguen adelante con su vida”.
En el museo de arte de Chicago, la guerra se convirtió en el centro de su trabajo.
Situado junto a un banco ucraniano y frente a una ornamentada iglesia ucraniana, el museo abrió una de sus galerías a cualquiera que quisiera hacer arte sobre la guerra. También se convirtió en una especie de centro de recursos para las personas que querían ayudar en la guerra y los refugiados que se habían asentado en la zona, explicó Adrienne Kochman, conservadora del museo.
Las Pavliuk habían publicado información sobre su trabajo en Facebook, lo que llamó la atención de Marta Farion, miembro de la junta del museo y pariente lejana de la familia. Ella les ayudó a obtener una subvención y a organizar un viaje a Estados Unidos, donde también exponen obras infantiles en Ann Arbor, Míchigan, y en una academia de arte de Arkansas.
Muchas de las obras de la exposición de Chicago, titulada “Niños de la guerra”, están a la venta, y lo obtenido se destinará a continuar su labor en Ucrania, explican las Pavliuk. Estará expuesta hasta el 12 de febrero.
“Para algunos, no son más que ‘garabatos’”, escribió Nataliia Pavliuk en ucraniano en una publicación de Facebook. “Para nosotros, son las obras de arte más sinceras y finas”.
A Wyshnytzky le gusta examinar las obras como lo haría en una clase de Historia del Arte.
Un cuadro de lo que parece ser una colección de flores, pintado por una niña de 4 años de Popasna, a Wyshnytzky le recuerda una obra de Ernst Ludwig Kirchner colgada en el Museo de Arte Moderno. También destacó el estilo “van Gogh” de un bodegón infantil de girasoles, la flor nacional de Ucrania y símbolo de solidaridad con el país.
“Son elevadas porque están en un museo y creo que es un despropósito hablar de arte de cualquier otra forma”, dijo, y añadió riendo: “Se ven obras abstractas como esta que se venden por millones en Sotheby’s”.
La exposición incluye obras de clientes del estudio de arte de Nataliia Pavliuk en Leópolis, así como de quienes han participado en las clases gratuitas de los centros de servicios sociales.
En el estudio, Anna, de 10 años, pintó el fantasma de un soldado ucraniano, de pie en un campo con una bandera azul y amarilla. Glib, de 12 años, hijo de un soldado, pintó a su familia resistiendo el ataque de un misil ruso.
Yaryna Kupybida, de 15 años, estudiante de Arte en el estudio, afirmó que se sintió atraída por una fotografía viral de una mujer embarazada que se vio obligada a huir de un hospital de maternidad en Mariúpol a causa de un ataque aéreo ruso. La mujer aparecía envuelta en un edredón, con la cara ensangrentada.
Yaryna, que vive en un pueblo a las afueras de Leópolis y vio la fotografía en internet, pintó a la mujer con su recién nacido envuelto en una manta. “Para mí era la esperanza de que esta mujer tuviera un futuro”, declaró.
Un par de días después del ataque, The Associated Press informó que el bebé de la mujer había nacido con éxito.