“Los Legionarios de Cristo se han reconciliado con ellos mismos” , aseguró el purpurado, al término de un mes de reuniones a puerta cerrada celebradas en Roma para decidir su futuro.
Unos 60 delegados asistieron a la asamblea extraordinaria de la congregación, llamada Capítulo General Extraordinario, que eligió como nuevo director general al mexicano Eduardo Robles Gil, de 61 años, uno de los miembros de la comisión de acercamiento a las víctimas de Maciel.
La congregación aprobó el nuevo texto de la constitución en el que “expresa, protege y promueve el carisma” de la institución, el cual debe ser ratificado aún por el papa Francisco.
“Hemos pedido perdón a Dios y a quienes han sufrido por estos hechos y renovamos nuestro compromiso de poner los medios para que no se repitan en el futuro” , reconocieron en un comunicado.
La congregación conservadora, fundada en 1941, logró durante décadas ocultar las denuncias contra Maciel y contó con la protección de altos jerarcas del Vaticano durante el pontificado de Juan Pablo II (1978-2005) , quien consideraba a los legionarios un ejemplo de virtud católica.
Para muchos legionarios, sobre todo aquellos más jóvenes, urgía pedir perdón en forma colectiva a las víctimas de los abusos sexuales y psicológicos que Maciel impuso en 60 años de vida religiosa.
“Se trata de una operación de maquillaje. Son una secta que no es posible reformar” , declaró indignado el francés Xavier Leger, una de las víctimas de los abusos.
“Con el pedido de perdón colectivo se prohíbe a los miembros conocer lo que pasó realmente. Les quitan el derecho de saber toda la verdad” , lamentó.
Después de la muerte en el 2008 de Maciel y de que hubiera sido en el 2006 relegado al silencio por orden de Benedicto XVI tras ser condenado por pederastia, se descubrieron otros horrores cometidos por el fundador, entre ellos el haber abusado de los hijos que tuvo con dos mujeres, a las que engañaba diciendo que era soltero, así como su adicción a la morfina y sus negocios oscuros.
El pedido de perdón público hecho en febrero condenaba también la actitud de sus máximos responsables con las víctimas, por haberlas desoído, entre las mayores críticas hechas en enero por un informe de la Organización de Naciones Unidas en el que se condena al Vaticano por el encubrimiento por décadas de sacerdotes que abusaban de menores.
El influyente movimiento, presente en casi toda América Latina, intenta así “iniciar una nueva etapa” después de estar al borde de la disolución por haber protagonizado uno de los mayores escándalos de la Iglesia.
La congregación, presente en 22 países, cuenta con 900 sacerdotes, 945 seminaristas, unos 70 mil miembros laicos y gestiona 12 universidades.
Numerosos sacerdotes y laicos se han retirado en los últimos años por los escándalos.