CON NOMBRE PROPIO
2016 = cambio
Poca gente hubiera podido vaticinar lo que sucedió con el gobierno del Partido Patriota. En lo personal solo sé de Raúl de la Horra, quien al colocarse la banda presidencial Otto Pérez lanzó una columna describiendo lo que según él sucedería, deseando a la vez su propia equivocación. No erró y hasta cortó se quedó. El régimen no duró los cuatro años y funcionarios del más alto nivel están presos sin derecho a fianza, tras presiones sociales sin precedentes a lo largo y ancho del país; mucha gente salió del poder por la puerta de atrás.
Un movimiento espontáneo, sin forma, sin líderes, pero con un objetivo en concreto: que se fueran los más altos funcionarios de gobierno, por corruptos; se gestó y logró lo que al corto plazo se proponía, como la primera gran manifestación fue el 25 de abril y se convocó a elecciones el 2 de mayo, el régimen electoral quedó rebasado por las exigencias de la historia y el principal candidato —ganador irrefutable de encuestas— se pavoneaba anunciándose como el nuevo inquilino de la Casa Presidencial.
La Cicig, que bajo los mandos del primer comisionado cayó en la soberbia y bajo las órdenes del segundo sucumbió en la desidia, dio verdaderos zarpazos a la corrupción metida en el aparato estatal y con el concurso del Ministerio Público, hasta la fecha, han podido generar la mayor confianza ciudadana hacia alguna institución del sector justicia —lo cual no es poca cosa—.
Mucho pasó en el 2015, pero el 2016 es momento de construir. Como ciudadanos debemos hacer un alto y saber en qué nos hemos equivocado para no repetir la historia. Los desbordes del poder tienen como explicación la ausencia de acción de los órganos de control, y para que eso ocurra todos tenemos cuota de responsabilidad porque la cooptación es la puerta principal a los desmanes y corrupción. La cooptación sigue a la orden del día y esto hay que destruir.
Es absurdo señalar que un cambio de leyes al régimen electoral es la panacea cuando los noticieros de tele, al facturar la fafa le llaman “infocomerciales” y la legitiman, si los profesionales dentro del Estado siguen con la firma de dictámenes a dedo, si los financistas seguirán poniendo candidatos, si se negocian pactos colectivos como hasta ahora o si el Ministerio de Economía continúa como una oficina gestora de privilegios; si sigue la alergia al debate y lo más importante, si la intolerancia al pensamiento ajeno y a su expresión gana aliados.
Guatemala necesita bastante más que librarse de un régimen corrupto, necesita de una juventud informada y con energía para el cambio, porque solo una sociedad menos egoísta aquilatará la justicia como herramienta primaria para políticas de verdadero desarrollo y de paz. La brecha social es cada vez más grande y esa brecha es el mejor germen para la violencia.
Debemos encarar el acceso a la salud, educación y la propiedad como verdaderas formas de hacer concreta la libertad. Empecemos pues, que el 2016 se nos viene con ganas de cambio.