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La conferencia de prensa en la que el procurador general de México dio a conocer los testimonios de dos de los capturados que aseguraron que los jóvenes fueron masacrados y que sus cuerpos ardieron en una hoguera por horas, para luego ser lanzados en bolsas a un río, revive una de las peores pesadillas de América Latina durante los años de las dictaduras, donde miles de personas fueron desaparecidas y luego ejecutadas. Todavía sus familias siguen exigiendo que se haga justicia y que se conozca el paradero de sus seres queridos.
Estos indicios —como les llamó el funcionario mexicano— hacen pensar que los jóvenes desaparecidos habrían sido asesinados horas después de habérseles capturado y que fue el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, quien habría dado la orden a la Policía de detenerlos y entregarlos al narco, asegurando que eran miembros de un grupo rival que quería tomar control del territorio, extremo que de comprobarse vendría a confirmar la cooptación de buena parte del sistema político.
“¿Y si tu hijo fuera el 44?” se leía en algunas de las mantas que se portaban en la última marcha que se realizó en el Distrito Federal, como invitando a la ciudadanía a no quedarse impasible frente a la barbarie. Y es que como expresaba una madre de familia cargando a su hija en brazos: “Después de esto, México no debería nunca más ser el mismo”. Y no debería serlo ni México, ni Guatemala, ni ningún otro país en donde la violencia se cobra la vida de cientos de ciudadanos todos los días y el sistema está cooptado por intereses privados, ilegítimos e ilegales.
En Guatemala, la masacre de Los Cocos en Petén, donde fueron asesinados y mutilados 27 campesinos, mostró la cara más temible de los narcotraficantes. La ejecución de los policías en Salcajá y el posterior desmembramiento de un oficial confirmó —por si hacía falta— la violencia que son capaces de ejercer. Pero las muestras del poderío narco no se dan solamente a través del terror, también se producen en los desfiles hípicos donde participan políticos locales y nacionales, y en la compra de propiedades ostentosas, llenas de animales exóticos y ejemplares pura sangre, muy difícilmente adquiridos con los salarios que se obtienen como servidores públicos. ¿Cuánto hay que esperar para que estos narco-políticos enfrenten la justicia? En Guatemala, como en México, ya vamos tarde.