LA ERA DEL FAUNO
Acarreo de opinión
Este mes avanza truculento, lleno de zancadillas, dimes y diretes de la política partidista. Corre, ve y dile. El negocio de temporada es el novedoso transporte de acarreos de opinión.
Cuando se habla de las personas llevadas a las urnas en un bus, con ofrecimientos de comida, dinero u otro beneficio a cambio de su voto, se habla de acarreados. El término se vuelve peyorativo porque se emplea con desprecio hacia personas que viven en sitios muy pobres. Con razón, la doctora Rigoberta Menchú lo señala de racista.
Hablo aquí de un acarreo de opinión creado para el ciudadano urbano, por un mal círculo asentado en la difusión mediática que descarada o veladamente promueve a su candidato, por medio de noticias falsas, infomerciales, encuestas manipuladas, entrevistas diseñadas para atacar o para servir de alfombra. El camión que acarrea opiniones es pilotado y conducido por tipos generalmente encorbatados —o alguna señora acicalada— hacia las urnas de sus conveniencias.
No dejaré cabos sueltos: la presente es una crítica a los presentadores de televisión, radio, encuestadores, periodistas o columnistas de opinión que se creen los edecanes del nuevo fulgor nacional y mezclan sus intereses personales o empresariales con las votaciones. Se les nota. Quiero compartirles que se les nota. Y huele mal. En nada se diferencian del coyote que va por un pueblo invitando a las personas a que se suban al bus para ir a votar por tal candidato. Coyotes aquellos, idénticos a las estrellas del periodismo que fingen ecuanimidad en una agenda ya trazada.
En este tipo de acarreo no corre comida. La voluntad se trafica con la sensación de pertenencia. Hay que subirse al bus donde está la mayoría. Hay que encaramarse a como dé lugar porque adentro van los inteligentes. Eso dicen los que saben, esos que suben en la parrilla de sus lucubraciones a posibles votantes aliviándolos así de la incertidumbre. Y es que los golpes de la incertidumbre son dolorosos, en todos los terrenos: laboral, estudiantil, sentimental, electorero, en todo, pues la duda genera inseguridad. Y nuestro país padece de incertidumbre, una muy grave; no se puede confiar en ningún político pero al mismo tiempo se intenta transformar el estado de las cosas. Entonces, otros señalan el camino. Para terminar de arruinar lo que acontece, unos más nos gritan que todo está podrido, que de nada sirve nada, que somos cómplices del sistema, que nos lancemos al fuego. Tales balas también hieren. Una locura.
A pesar de eso, hay suficiente información para formarnos un criterio. Y no todo en el país está podrido, tampoco lo están todos los presentadores y analistas; por el contrario, gracias a muchos de ellos se oxigena el caos, se amplía el panorama. Se reconoce su esmero y entereza; sin ellas y ellos no se comprenderían muchas cosas y las grandes noticias quedarían sin ser profundizadas. Cosa que les agradezco. Aprendo mucho de sus análisis. Sucede que en este viaje sin retorno los más afectados somos la mayoría. Mayoría que se pelea. Mayoría que se muele a golpes mientras algunos buscan sacar provecho desde los medios.
@juanlemus9